martes, 4 de marzo de 2008

Migrantes y Refugiados

El P. Luis Magriñá terminó recientemente su etapa como director internacional del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR). Le hemos entrevistado para entender por qué los migrantes y refugiados son una prioridad de la Compañía.

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Luis Magriñá, director internacional de JRS de 2000 a 2007. Recientemente nombrado próximo provincial de la Provincia Tarraconense.

“La primera intuición fue de Arrupe,” dice el P. Magriñá, “cuando en 1979 presenció el drama de los Boat People vietnamitas.” El entonces Padre General será quien lance a la Compañía a trabajar con refugiados consciente de las dimensiones globales y crecientes del problema. Hoy se habla de migrantes, pues el fenómeno es mucho más complejo y amplio, dadas las múltiples razones que hoy llevan a millones de personas a desplazarse en busca de condiciones de vida dignas. “La Compañía es consciente de la necesidad vital que este colectivo tiene de acogida, acompañamiento, formación, asesoramiento, y de la idoneidad de nuestra estructura para responder a este tipo de necesidades.”
El Padre Arrupe estaba convencido que el trabajar con los refugiados traería grandes beneficios espirituales a la Compañía. Luis Magriñá confirma que “los jesuitas hemos aprendido mucho de esta experiencia,” refiriéndose a una manera de estar con la gente formulada en la misión de “acompañar, servir, y defender los derechos humanos y la causa de los refugiados.” Estar con ellos, hacer camino, es una de las marcas del trabajo de la Compañía en este campo. “El hecho de que el SJR esté aquí presente,” le dijo un refugiado, “significa que el mundo no se ha olvidado de nosotros.” Y no sólo es estar con ellos, continua Luis Magriñá, “trabajar por soluciones definitivas, procesos estructurales, defender sus derechos a nivel nacional e internacional, eso es parte también de la misión de la compañía.”
El trabajo en los campos nos enseña que el curar las heridas del corazón es algo que no se hace en dos días y se necesita un tiempo muy largo. “Personalmente los refugiados me han enseñado mucho acerca de la capacidad de seguir luchando cuando todo está en contra,” dice el P. Magriñá, “pero sobre todo sobre la profunda reconciliación, el perdón que nace del corazón.” Es ahí donde la buena noticia del Evangelio y el testimonio esperanzado de quien vive y trabaja con los refugiados, puede hacer mucho bien.
Además de las labores habituales realizadas por las ONGs, la Compañía, según Luis Magriñá, aporta “una connaturalidad hacia el trabajo en equipo y el análisis plural desde la perspectiva de una institución presente en más de 127 países.” Esta visión global se complementa con el trabajo con la Iglesia local y las obras de los jesuitas en el lugar aportando un enraizamiento y sensibilidad difícil de alcanzar de otra manera. Otra aportación específica es la experiencia en educación que durante casi 500 años hemos acumulado los jesuitas. Pero la característica propia del Servicio Jesuita a Refugiados es “el acompañar, estar con la gente, lo cual va mucho más allá de proveer servicios.”

 

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