martes, 10 de noviembre de 2009

CALAMIDAD Y DUELO EN EL SALVADOR

Más de cien personas muertas y decenas de desaparecidos es el saldo hasta el día de hoy dejado por la tormenta Ida, y es que La lluvia caída en algunos puntos de El Salvador fue un récord en al menos 11 años. En San Vicente, el Servicio Nacional de Estudios Territoriales registró 355 milímetros de lluvia en 24 horas, mientras que cuando el huracán Mitch, en 1998, hubo 600 milímetros en tres días.

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Los cinco departamentos más afectados: La Libertad, San Salvador, San Vicente, Cuscatlán y La Paz están en situación de emergencia por los estragos, y más de diez mil personas dormían este domingo por la noche en albergues.

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Sólo en Verapaz, uno de los lugares más golpeados por la tormenta, hay 708 personas registradas en los albergues. Más del diez por ciento de la población de ese municipio se ha quedado sin hogar. Hay ya doce muertos y 36 damnificados en Verapaz y las autoridades locales reportan que la mitad del pueblo está en ruinas.

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Según los últimos datos preliminares del Sistema Nacional de Emergencia hay mil quinientas casas dañadas en el país, de las cuales casi doscientas están perdidas para siempre.

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Ya vendrán, pasada la tormenta, los tiempos para el análisis, la reflexión y la exigencia de medidas solicitadas desde hace años y que no se han llevado a cabo.

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Ida, como todas las grandes tormentas, ha desnudado nuevamente las fragilidades de una sociedad expuesta a la muerte con cada lluvia anunciada, cuyas consecuencias, independientemente de la magnitud de esta tormenta, son predecibles y mitigables con medidas a corto, mediano y largo plazo.

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A corto plazo, debieron haberse desplazado a los habitantes de las comunidades más frágiles, más expuestas, más proclives a inundaciones y deslizamientos, que están claramente identificadas. A mediano y largo plazo, los cambios de tuberías, las medidas de ordenamiento territorial (para las cuales se han invertido millones de dólares en estudios que no se han puesto en función de leyes y ordenanzas) y las obras de mitigación solicitadas con urgencia a cada Mitch, a cada Stan, a cada temporal que deja al país de luto, hubieran evitado la tragedia con la que despertamos este domingo.

Hoy es momento de solidarizarnos con el dolor de quienes han sufrido la pérdida de sus seres queridos o se han quedado sin hogar. En ellos tenemos puesto nuestros pensamientos y a ellos deben dedicarse todos los esfuerzos emergentes.