sábado, 13 de septiembre de 2008

Desde París, el Papa pide a los creyentes huir de los ídolos de esta época

El Papa Benedicto XVI presidió una multitudinaria Eucaristía en la denominada “Explanada de los Inválidos” de París, durante la cual recordó que Dios no pide al hombre que sacrifique su razón y urgió a los católicos a “huir de los ídolos” que los encadenan al “reino de la apariencia”.

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Más de 200 mil personas llenaron la Explanada de los Inválidos, conjunto monumental formado por el Hospital de los Inválidos, el Museo del Ejército y la Iglesia de San Luis de los Inválidos con el anejo Dôme (Cúpula), donde se encuentran las cenizas de Napoleón Bonaparte.

En su homilía, el Papa citó la primera carta de San Pablo dirigida a los Corintios que “nos hace descubrir hasta qué punto sigue siendo actual el consejo dado por el Apóstol. ‘No tengáis que ver con la idolatría’, escribió a una comunidad muy afectada por el paganismo e indecisa entre la adhesión a la novedad del Evangelio y la observancia de las viejas prácticas heredadas de sus antepasados"

"Fuera del pueblo de Israel, que había recibido la revelación del Dios único, el mundo antiguo era esclavo del culto a los ídolos. Los errores del paganismo, muy visibles en Corinto, debían ser denunciados porque eran una potente alienación y desviaban al hombre de su verdadero destino. Impedían reconocer que Cristo es el único Salvador, el único que indica al hombre el camino hacia Dios", recordó.

Según el Pontífice, "este llamamiento a huir de los ídolos sigue siendo válido también hoy. La palabra ‘ídolo’ viene del griego y significa ‘imagen’, pero también ‘vana apariencia’. El ídolo es un señuelo, pues desvía a quien le sirve de la realidad para encadenarlo al reino de la apariencia".

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"¿No es ésta una tentación propia de nuestra época, la única sobre la que podemos actuar de forma eficaz? Es la tentación de idolatrar un pasado que ya no existe, olvidando sus carencias, o un futuro que aún no existe, creyendo que el ser humano hará llegar con sus propias fuerzas el reino de la felicidad eterna sobre la tierra". De igual modo,"el dinero, el afán de tener, de poder e incluso de saber, ¿acaso no desvían al hombre de su verdadero fin?”, agregó.

Pero "la condena radical de la idolatría -afirmó el Papa citando a San Juan Crisóstomo, cuya memoria litúrgica se celebra hoy- no es en modo alguno una condena de la persona del idólatra. Nunca hemos de confundir en nuestros juicios el pecado, que es inaceptable, y el pecador, del que no podemos juzgar su estado de conciencia y que, en todo caso, siempre tiene la posibilidad de convertirse y ser perdonado".

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El Papa explicó que "Dios nunca pide al hombre que sacrifique su razón. La razón nunca está en contradicción real con la fe. El único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ha creado la razón y nos da la fe, proponiendo a nuestra libertad que la reciba como un don precioso. Lo que desencamina al hombre de esta perspectiva es el culto a los ídolos, y la razón misma puede fabricar ídolos".

"Pidamos a Dios, pues, que nos ve y nos escucha, que nos ayude a purificarnos de todos nuestros ídolos para acceder a la verdad de nuestro ser, para acceder a la verdad de su ser infinito", indicó.

Según el Santo Padre, "San Pablo nos invita a usar no solamente nuestra razón, sino sobre todo nuestra fe para descubrirlo. Ahora bien, ¿qué nos dice la fe? El pan que partimos es comunión con el Cuerpo de Cristo; el cáliz de acción de gracias que bendecimos es comunión con la Sangre de Cristo"

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En este sentido, recordó que "desde hace veinte siglos el Señor resucitado se ha entregado a su pueblo” a través del “Santísimo Sacramento de la presencia real del Señor en su Iglesia y en toda la humanidad".

"La Misa nos invita a discernir lo que en nosotros obedece al Espíritu de Dios y lo que en nosotros aún permanece a la escucha del espíritu del mal", precisó y considero que "alzar la copa de la salvación e invocar el nombre del Señor” es “precisamente la mejor manera de ‘no tener que ver con la idolatría’”.

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“Cada vez que se celebra una Misa, cada vez que Cristo se hace sacramentalmente presente en su Iglesia, se realiza la obra de nuestra salvación. Sólo Él nos enseña a huir de los ídolos, espejismos del pensamiento", indicó.

En este punto hizo un llamado a "los jóvenes que se plantean la cuestión de la vocación religiosa o sacerdotal: ¡No tengáis miedo! ¡No tengáis miedo de dar la vida a Cristo! Nada sustituirá jamás el ministerio de los sacerdotes en el corazón de la Iglesia".

"La esperanza seguirá siempre la más fuerte. La Iglesia, construida sobre la roca de Cristo, tiene las promesas de vida eterna, no porque sus miembros sean más santos que los demás, sino porque Cristo hizo esta promesa a Pedro: ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del infierno no la derrotará’", exclamó.

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"Con la inquebrantable esperanza de la presencia eterna de Dios en cada una de nuestras almas, con la alegría de saber que Cristo está con nosotros hasta el final de los tiempos, con la fuerza que el Espíritu Santo ofrece a todos aquellos y aquellas que se dejan alcanzar por Él os encomiendo a la acción poderosa del Dios de amor que ha muerto por nosotros en la Cruz y ha resucitado victoriosamente la mañana de Pascua. A todos repito las palabras de San Pablo: Huid del culto de los ídolos, no dejéis de hacer el bien", concluyó.

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Después de la Santa Misa, Benedicto XVI se dirigió a la nunciatura apostólica, donde almorzó con los obispos de la región.