jueves, 10 de agosto de 2017

“Señor, dame de esa agua” (Jn 4,15), CULTIVEMOS EL ARTE DE ESCUCHAR Y ACOMPAÑAR

El lema parte de la petición que con fueza hace la mujer Samaritana a Jesús, en el pozo de Jacob. En el encuentro con Él se sintió escuchada, respetada y valorada, y su corazón la lleva a pedir algo más valioso: “Señor, dame de esa agua” (de vida plena que me ofreces).



            Siguiendo el hilo conductor de este pasaje evangélico, presentaremos, en el marco del próximo Sínodo de Obispos (Los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento Vocacional), la importancia que tiene para toda nuestra familia salesiana y su misión en el mundo, cultivar el precioso arte de la escucha y el acompañamiento, con las condiciones que han de darse, las exigencias y el servicio que encierra en sí mismo, tanto escuchar como acompañar, en el camino del crecimiento personal cristiano y vocacional.

I.- UN ENCUENTRO QUE NO DEJA INDIFERENTE

            El punto de partida de nuestra reflexión ha de ser la lectura reposada y meditada del pasaje que conocemos como 'el encuentro de Jesús con la Samaritana' (Jn 4,3-42), que, desde este momento será el Icono al que referirnos para comprender cómo el Señor se relaciona con ella y qué produce en la vida de esta mujer su encuentro con Él.


 “Llega una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dice:
-Dame de beber.
(Los discípulos habían ido a la aldea a comprar comida). Le responde la Samaritana:
- Tú que eres judío, ¿cómo pides de beber a una mujer Samaritana? (Jn 4, 7-9)


 Jesús se encuentra, ciertamente, en una situación de desamparo y vulnerabilidad frente a una necesidad concreta. Ante la mujer Samaritana él es forastero, tiene sed, no tiene cántaro y el agua del pozo profundo no le es accesible.

            Por otra parte, ella, tal como se deduce de toda la narración, es una persona marcada por una, cuanto menos, dudosa fama, con una situación de vida 'irregular'.
            Y entre Jesús y la mujer Samaritana se interponen fuertes convencionalismos étnicos y religiosos, con una conducta reprobable y trasngresora de las costumbres de su tiempo, al pedir agua a esta mujer.

Y de esta situación emana algo muy interesante para nosotros: un lugar profano y de 'intemperie', un pozo en medio del campo, y un Encuentro que se mostrará como lugar de encuentro con Dios.
Jesús, verdadero protagonista y conductor del encuentro, de la escucha y del diálogo inicial, 'diseña' la estrategia de dicho encuentro, comenzando por la escucha de la otra persona y la situación que intuye.


 Una ESCUCHA que hoy en día para nosotros tiene mucho de arte. “Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual”[1].


            Esta escucha tiene como punto de partida el encuentro que constituye una oportunidad de relación humana y humanizadora, vivida en libertad plena, “con una mirada respetuosa, llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere, y aliente a madurar en la vida cristiana”[2].


            Cuando se produce así el encuentro la escucha significará, entre otras cosas:

  • Favorecer la apertura al otro.

  • Conceder toda la atención a lo que la persona puede expresar, y comprometerse activamente en la comprensión de lo que se desea comunicar.
  • Acompañar comprometidamente en lo que la persona busca y espera de sí misma.
  • Dejar de lado el propio mundo para acercarse lo más posible al de la otra persona.

  • Escuchar, en definitiva, será ese arte que requiere atención solícita hacia la persona, en sus luchas y fragilidades, en sus gozos, sufrimientos y búsquedas, puesto que no solamente escuchamos algo, sino a alguien.
  • Esta escucha, cuando tiene que ver con el acompañamiento personal espiritual, trasciende la dimensión psicológica y adquiere una dimensión espiritual y religiosa, puesto que nos lleva por caminos en los que se está a la espera de Alguien.
  • Con nuestra mirada educativa, especialmente hacia los jóvenes, y también en la vida de sus familias, sabemos que es mucho lo positivo que hay en cada corazón[3], y es preciso hacer aflorar estas cosas positivas mediante un paciente trabajo de atención sobre uno mismo, de diálogo con los demás, de escucha y de reflexión.


    
        Esta escucha ha de llevarnos a comprender bien qué necesitan los jóvenes de hoy, y a veces sus padres, o las personas con quienes nos relacionamos en un ambiente pastoral. En concreto los jóvenes se acercan no tanto porque busquen,  un acompañamiento, sino más bien movidos por la necesidad cuando tienen dudas, líos, aprietos y dificultades, conflictos, tensiones, decisiones que tomar, problemas concretos que afrontar.


            Y suele ser más común que se acerquen si es uno mismo quien hace algún gesto de acercamiento, de interés por ellos, si se sale al encuentro, si uno se muestra accesible.
Y a veces, estas conversaciones fortuitas pueden ser la puerta que se abre para un camino más profundo y de crecimiento…

Así sucedió en el encuentro de Jesús con la mujer que, sencillamente, iba a buscar agua al pozo.


  
II. UN ENCUENTRO QUE LANZA HACIA ADELANTE A LA PERSONA

“Jesús le contestó:
- Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y te daría agua viva.
Le dice la mujer:
- Señor, no tienes cubo y el pozo es profundo, ¿de dónde sacarás agua viva? (…)
Le contestó Jesús:
- El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás (…)
Le dice la mujer:
- Señor, dame de esa agua para que no tenga sed. (Jn 4, 10-16)

* Jesús, como maestro de sabiduría y hábil conversador, emplea todos los recursos de la palabra, las conversaciones y los gestos para encontrarse con la persona.


  • Pregunta, dialoga, argumenta, narra, valora el posicionamiento de su interlocutor, sugiere, afirma, provoca reacciones.
  •  Enfrenta a la mujer a su realidad y evasivas, incluso a su verdad -como se describe en los siguientes versículos-, “No tengo marido”.

  • Jesús no se cansa, no se retira ante las resistencias iniciales.

  • El diálogo ayuda a deshacer equívocos, a descubrirse en autenticidad, y las respuestas enigmáticas y provocadoras van acercando a la mujer que confía, se siente soprendida y desea aquello que pueda mejorar su vida.

* Jesús, como persona que busca el bien del otro, de su interlocutor, crea relación personal, en vez de juicio moral de desaprobación o reproche.
  • En vez de acusar, dialoga y propone.

  • Su lenguaje, sus palabras, van dirigidas al corazón de aquellos a quienes habla.

  • En el diálogo (en concreto ahora con esta mujer de Samaria), avanza serenamente, sin apresurarse en presentarse como quien puede cambiar su vida, para ir, poco a poco, despertando en ella ese interés por tener acceso a una fuente de agua para una vida especial, distinta, mejor.

 

* Y Jesús, como experto en Humanidad, se muestra atento e interesado en la interioridad de sus interlocutores, lee en sus corazones y sabe interpretar.

            Estas actitudes del Señor nos permiten descubrir lo que importante que es el Don del discernimiento.



            En la tradición de la Iglesia esta búsqueda del discernimiento se ha aplicado a una gran pluralidad de situaciones: ya sea, por ejemplo discernir los signos de los tiempos, o discernir a la hora de actuar moralmente, o el discernimiento espiritual para recorrer un camino de vida cristiana plena, o esto mismo cuando se trata de la propia vocación y una opción de vida.

            En todos los casos, el diálogo con el Señor y la escucha de la Voz del Espíritu Santo serán esenciales, pero existen algunos presupuestos básicos que permitirán el discernimiento posterior.


  • El punto de partida será aquel que lleva a la persona, al joven, al matrimonio, o a uno de ellos en la pareja, a experimentar la necesidad de dar un sentido a su vida, dotándola de significado. Son esas situaciones en las que se siente vitalmente que algo no va bien.

  • Cuando no se está bien, no se vive en armonía y no se encuentra plenamente sentido a lo que forma parte de uno mismo o del 'nosotros' en el matrimonio, en la familia, la situación se concreta, en la práctica, en un 'vacío existencial' que tantas veces genera desorientación personal y frustración.

  • En sociedades donde vivimos y nos hacen vivir tan volcados al exterior, viviendo como en un escaparate, sin taras, ni defectos, sin poder envejecer ni cumplir años porque está mal visto…, se necesita, más que nunca, una educación que ayude a la profundidad e interioridad de vida.




Todo esto son situaciones que pueden suscitar, favorecer o ayudar a un discernimiento.
Y en todo camino de discernimiento, como propone el Papa Francisco en la carta que prepara el Sinodo[4], se debe hacer reconociendo, interpretando y eligiendo[5].

- RECONOCER[6], a la luz de lo que inspira el Espíritu

  • Para tener más claridad en los momentos de los altos y bajos, en los momentos -a veces-, de verdadera lucha interior.

  • Para hacer emerger toda la riqueza emotiva que hay en la persona, y poner nombre a lo que se siente o encuentra en uno mimso.

  • Para descubrir el 'gusto' que encuentro en la consonancia o disonancia entre lo que experimento y lo que de más profundo hay en mí.

  • Todo ello, iluminados por la palabra de Dios que se ha de meditar. Poniendo en el centro la capacidad de escucha y la misma afectividad de la persona, sin tener miedo incluso al silencio.

  • Formando todo ello parte del camino de maduración peronal.




- INTERPRETAR[7]

  • Es decir, comprender a qué está llamando el Espíritu de Dios a través de lo que suscita en cada uno.

  • Y por lo delicado que es interpretar e interpretarse, requiere paciencia, vigilancia y cierto conocimiento. Requiere ser muy consciente de que existen condicionantes sociales y psicológicos.

  • Será necesario confrontarse con la realidad, y al mismo tiempo no contentarse con lo mínimo, no tender solamente a lo fácil. Se deberán valorar los propios dones y las propias posibilidades.

  • Naturalmente esta tarea de interpretación no podrá desarrollarse en un creyente, un cristiano:

-  Sin un verdadero diálogo con el Señor (como diálogo tuvo la mujer de Samaria con Jesús).


-  Activando todas las capacidades de la persona (y permitiendo que no sea indiferente lo que acontece, como en la resonancia que tuvo en el corazón de esta mujer el diálogo con Jesús).

-  Dejándose ayudar por una persona experta en la escucha del Espíritu (que en el caso del pasaje evangélico era Jesús mismo quien guiaba).




- ELEGIR[8]

            Llegando a los momentos en los que la persona, el joven, la esposa o esposo…, tienen que decidir, haciendo un ejercicio de auténtica libertad humana y responsabilidad personal.
La Samaritana tuvo que elegir interiormente entre ignorar a Jesús y seguir con su vida como si nada hubiera acontecido en ese encuentro, o decididamente dejarse sorprender por Él e involucrarse hasta el punto de llamar a su gente porque aquel hombre había llegado hondamente a su interior.


  • La elección que se hace en el discernimiento a la luz del Espíritu, da muchas veces a la persona, libertad, al mismo tiempo que exige coherencia de vida.

  • Por eso, favorecer en las personas, muy particularmente en los jóvenes, elecciones en su vida que sean realmente libres y responsables, es el objetivo último de todo proceso serio en todo camino de fe y de crecimiento personal (y en toda pastoral vocacional que se pueda pensar).


El discernimiento es, nos dice el Papa, “el instrumento principal que permite salvaguardar el espacio inviolable de la conciencia, sin pretender sustituirla”[9], justamente porque “somos llamados a formar las conciencias, no a pretender sustituirlas”[10], siguiendo el ejemplo de Jesús quien, en el diálogo con la mujer Samaritana, la acompaña en el viaje de camino hacia la verdad e interioridad de su propia vida.



III.- UN ENCUENTRO QUE TRANSFORMA LAS VIDAS

“En esto llegaron los discípulos y se maravillaron de verlo hablar con una mujer. Pero ninguno le preguntó qué buscaba o por qué hablaba con ella. La mujer dejó el cántaro, se fue a la aldea y dijo a los vecinos:
- Venid a ver un hombre que me ha contado lo que yo he hecho: ¿si será el Mesías?
Ellos salieron de la aldea y acudieron a él (…)

En aquella aldea muchos creyeron en él por lo que había contado la mujer, afirmando que le había contado todo lo que ella había hecho. Los samaritanos acudieron a él y le rogaban que se quedara con ellos. Se quedó allí dos días, y muchos más creyeron por las palabras de él; y a la mujer le decía:
- Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo” (Jn 4,27-29; 39-42).

  • La Samaritana entró en la escena evangélica como “una mujer de Samaría” y sale de ella 'conociendo el manantial de agua viva', hasta el punto que necesita ir a anunciar a los suyos lo que le acontenció y a través de su testimonio consigue que sean muchos quienes se acerquen a Jesús.

  • Jesús ofrece a aquellos con quienes se encuentra, como en este caso la Samaritana, no tanto una ampliación de su conocimiento y su saber, cuanto una propuesta para crecer o cambiar de vida. El mismo 'pozo de Jacob' símbolo de la sabiduría que da la Ley, pierde su vigencia y es sustituido por el 'agua viva'.

  • La imagen de Dios que se transmite en el encuentro con Jesús no es la del dios impávido, distante, filosoficamente frío, sino que Jesús revela al Dios que da Vida, a quien se podrá llamar Padre y que no se deja encerrar, ni controlar ni poseer porque es Espíritu (culto en Espíritu y verdad).

  • El final del  encuentro va más allá de lo que sería un comportamiento normal, es decir, que la mujer regresa con el cántaro con agua a su vida normal; por el contrario, el cántaro que deja abandonado y vacío para ir a llamar a su gente habla de una ganancia, no de una pérdida.




Como Jesús…, acompañando

Son muchas las narraciones bíblicas que, ante todo, son relatos de acompañamiento de Dios a su pueblo a lo largo del tiempo.
En la frontera de los dos Testamentos, Juan Bautista aparece como el primer acompañante espiritual de los Evangelios, antes incluso del mismo Jesús. Él pudo dar testimonio y preparar el camino porque Dios le había hablado al corazón.
 Y Jesús mismo se hace cercano y compañero de camino en tantos momentos del Nuevo Testamento para comunicarse y encontrarse con las personas de su tiempo de modo personal.
            El encuentro del Señor con la Samaritana pone en evidencia cómo el Espíritu de Dios puede actuar en el corazón de todo hombre y mujer. Ese corazón humano, a causa de la propia fragilidad y del propio pecado se encuentra, no pocas veces, confuso y dividido debido a la atracción de reclamos diversos y a veces opuestos[11].


             Ante esta realidad humana el Acompañamiento Personal se muestra como un medio valiosísimo de la tradición espiritual cristiana, en ese deseo de ayudar a los creyentes a tener instrumentos y recursos con los que reconocer la presencia del Señor, sus interpelaciones y llamadas.

¿Cómo podemos definir el Acompañamiento?

Por ejemplo, “como un modo de diálogo permanente entre compañeros para Acoger la Vida, acompañando la vida”[12], y que tiene como finalidad última favorecer la relación entre la persona y el Señor, ayudando a superar obstáculos.

            Al igual que hizo Jesús en cada encuentro con las personas de su tiempo, se hace necesario en todo acompañamiento:
  • Una mirada amistosa (amorevole), como en la llamada vocacional a los doce (Jn 1,35-51).

  • Una palabra con autoridad (autorevole), como en la sinagoga de Cafarnaúm (Lc 4,32).

  • Con la capacidad de hacerse proximo, como en el encuentro con la mujer Samaritana (Jn 4,3-34.39-42).

  • Eligiendo caminar al lado, como con los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35).


Acompañar supondrá por tanto:
  • Conocer el camino que lleva la otra persona, dónde se encuentra y hacia donde se dirige, para que se pueda hacer juntos ese camino.

  • Asegurando que se produce el encuentro, como oportunidad de relación, humana y humanizante y nada utilitarista.

  • Con una actitud de escucha (¡nuevamente aparece este arte del saber escuchar!), que permita conocer y comprender la realidad de la otra persona, el camino que viene haciendo, la situación de dolor, de desesperanza, de cansancio o de búsqueda en la que se encuentra.

  • Siempre será un encuentro de mediación porque el verdadero Acompañante es el Espíritu Santo.

  • El acompañante-compañero de camino ha de ser testigo y anunciador de la acción del Espíritu en el acompañado, pero discretamente, al lado, ocupando solamente el lugar que le corresponde y no otro. De hecho el acompañante espiritual se forja en la experiencia fundante de haberse encontrado anteriormente con Él.

  • Para descubrir cómo Dios se manifiesta en lo que vivimos hasta soprendernos encontrado por Él.

  • La iniciativa siempre será de Dios y la responsabilidad y libertad será nuestra.



            Y todo esto llevado a cabo con una pedagogía de procesos tan común en la tradición espiritual. “La vida cristiana se vive de modo progresivo, en distintos grados de profundidad o de plenitud y está permanentemente abierta a un crecimiento siempre mayor”[13].
            - Con procesos que no deben forzarse, ni desde dentro ni desde fuera.
            - Hasta tomar conciencia de dicho proceso y hacerse cargo de él, puesto que es el Espíritu quien lo desencadena en cada uno.



IV. PARA LLEVAR A CABO QUÉ ACCIÓN PASTORAL

            Esta será la última parte del aguinaldo que desarrollaré ampliamente al final del año por tratarse de la aplicación pastoral de todo lo anterior, con las claves pastorales de Iglesia en este momento, y también con lo más propio de nuestra espiritualidad salesiana (desarrollando los puntos que siguen a continuación y de los que solamente cito posibles títulos):
  • Haciendo camino con los jóvenes, con las familias, con los padres y madres que necesitan recorrer dicho camino. Pensando en los destinatarios de los diversos grupos de nuestra Familia Salesiana en el mundo.

  • Dando la oportunidad a todos los jóvenes, sin excluir a ninguno, pues en cada uno trabaja el Espìritu.

  • Con una comunidad religiosa, o laical o educativo pastoral que se siente responsable de educar a las nuevas generaciones.

  • Donde los adultos hemos de ser referentes significativos y creíbles.

  • Con medios adecuados.




V. DE LA MANO DE LA SAMARITANA… que al igual que fue a llamar a los suyos, hoy nos llevaría hacia…?



                                   
 Ángel Fernández Artime, sdb
          Rector Mayor


[1]     EG 171
[2]     EG 169
[3]     “Todo joven… tiene un punto sensible al bien. La primera obligación del educador es descubrir ese punto, esa cuerda sensible del corazón” Cfr. MB V, 367 y 266, Citado en el XXIII CG sdb, N.º 151
[4]     Papa Francisco, Los jóvenes, la Fe y el Discernimiento Vocacional. XV Asamblea General Ordinaria del Sinodo de Obispos. Documento preparatorio y cuestionario.  Elledici, Torino, 22-65
[5]     Ibid, p. 44, citando la EG, 51
[6]     Cf. Ibid, p. 45-46
[7]     Cf. Ibid, p. 46-47
[8]     Cf. Ibid, p. 47-48
[9]     Cf. Ibid, p. 48
[10]   AL, 37
[11]   Papa Fracisco. Documento del Sinodo. o.c. p. 50
[12]   Lola Arrieta, Aquel que acompaña sale al encuentro y regala preguntas de vida para andar el camino (Apuntes provisionales). Simposio CCEE. Barcelona, 2017, 11
[13]   Stefano de Fiores: Itinerario espiritual. Voz en Nuevo Diccionario de Espiritualidad, Paulinas, Madrid, 2004, p.755