martes, 23 de diciembre de 2008

Santa Claus, Su Historia.


Los niños son los que más preguntan: ¿Existe santa Claus?, bueno aqui esta su historia.

Hace mucho tiempo, aproximadamente mil quinientos años, en el pueblo llamado Patára, de las costas del Mar Mediterráneo, en Asia Central, nació un niño de padres muy ricos y le pusieron por nombre Nikelaos, que quiere decir “la victoria del pueblo”, en castellano es Nicolás y en ingles Claus.

Claus desde muy pequeño desarrolló un profundo amor por el Maestro Jesús, y se hizo la promesa de vivir como Él: ayudando a los pobres, sanando enfermos, perdonando a sus enemigos, haciéndole el bien a todos y dejando que los niños se le acercaran para bendecirlos.

Los padres de Claus se murieron cuando el todavía era un adolescente y quedó rico siendo muy joven. Claus comenzó a usar la fortuna que heredó de sus padres para hacer el bien a los demás.

Un amigo de Claus tan rico como él, quedó arruinado y con tres hijas que mantener, el pobre hombre se vio tentado a vender sus hijas para que no pasaran hambre. Claus se enteró del asunto y para que su amigo no vendiera sus hijas, cada noche se subía al techo de la casa de su amigo, bajaba por la chimenea y a escondidas le dejaba fantásticos regalos en oro.

Muy cerca de Patára en un pueblo llamado Myra había un Obispo que estaba muy viejo, cansado y no encontraba quien lo sustituyera en su cargo.

Un día, el viejo obispo en oración le dijo a Jesús que ya no aguantaba mas y que al próximo hombre que entrara por las puertas de la iglesia, él le daría su cargo de Obispo. Claus que pasaba en ese momento por allí se le ocurrió entrar, y al hacerlo, sorpresivamente fue convertido en Obispo de Myra.

Claus como Obispo de Mira se dedicó a lograr que la gente pusiera en práctica las enseñanzas de Jesús, amando al prójimo como a sí mismo, dándole de comer a los que tenían hambre, perdonando a los agresores y llenando de bendiciones a todo el pueblo donde vivía y demás poblados cercanos.
Claus siendo muy joven ya era Obispo, y además de eso, tenía la fama de ser Santo.

Una vez había una gran escasez de alimentos en Myra y cerca del puerto del pueblo pasó un barco cargado de provisiones.

Claus le pidió al capitán del barco que le dejara todo ese cargamento para que la gente comiera y no se muriera de hambre. El capitán aceptó, dejando las bodegas del barco completamente vacías.

Tan pronto el barco zarpó, Claus hizo un milagro y las bodegas se llenaron nuevamente de alimentos.

Había en Myra un hombre muy malo que le gustaba matar a los niños y servirlos como comida en el restaurante que tenía. Santa Claus al enterarse de esto corrió hacia el restaurante, regañó al señor diciéndole que eso no se hacía, y con un poder maravilloso dado por Dios, resucitó a los niños que habían sido sacrificados.

Ya Claus estaba muy anciano cuando en el año cuatrocientos veinticinco, en la ciudad de Nicea, más o menos cerca de donde él vivía, se reunieron todos los obispos cristianos que existían en el mundo. Santa Claus fue con todo su amor a darle la bendición a quienes se congregaron en este primer Concilio Ecuménico de la cristiandad.

Todos los Diciembre, Claus se dedicaba con esmero a recibir el Espíritu de la Navidad, celebrando el día veinticuatro el nacimiento de Jesús, repartiendo regalos a la gente, especialmente a los niños.

Una Navidad, unos pillos por pura maldad, decidieron quemarle la iglesia a Claus y todo quedó vuelto cenizas, menos un Niño Jesús que se salvó de las llamas milagrosamente, porque Claus lo sacó acurrucado entre sus brazos sin quemarse, mientras en su cara se dibujaba una gran expresión de victoria y alegría.

Claus tenía una risa muy agradable, con carcajadas muy fuertes, que a los niños les encantaba. Cuando él reía, la naturaleza entera se llenaba de alegría y desaparecían las tristezas de todos los corazones.

Un día cinco de Diciembre, cuando Claus se preparaba anticipadamente para recibir la Navidad, Dios lo llamó a Su lado para que lo ayudara desde el cielo en las festividades navideñas.

A partir de ese día Claus se dedica todos los Diciembre a ayudar a Jesús en las fiestas navideñas y a suministrarle dinero a los padres de los niños que se portan bien todo el año, para que la noche de Navidad le compren muchos juguetes en nombre de Claus y el Niño Jesús.

El cuerpo sin vida de Claus nunca se corrompió como los demás cadáveres, sino que comenzó a derramar un oloroso aceite que la gente enferma, al untárselo se sanaba.

En un hermoso sarcófago tallado en mármol depositaron el cuerpo de Claus, donde pasó casi quinientos años totalmente intacto y como era Santo ya no le decían Claus sino Santa Claus.

La fama de Santa Claus se extendió por toda la tierra y consagraron muchas iglesias con su nombre.

Se convirtió en patrono y protector de los niños, los marineros, las fiestas navideñas y de un país llamado Rusia. Como en esa época no existía la fotografía, la cara de Santa Claus fue pintada en miles de cuadros hechos sobre madera llamados íconos.



Cierto día, unos italianos se enteraron que invasores incrédulos planeaban profanar el cuerpo de Santa Claus, así fue como una noche unos marineros decidieron trasladar en barco el cuerpo de Santa Claus, desde Myra hasta Bari, en la costa este del sur de Italia. Por esta razón, muchas personas conocen a Santa Claus como San Nicolás de Bari.

Marineros de todo el mundo que pasaban por Bari expandieron la creencia y el amor a Claus al norte de Europa. Un día unos inmigrantes holandeses que se fueron a vivir a New York llevaron la devoción de Santa Claus a los Estados Unidos de Norte América, donde comenzaron a llamarlo solamente “Santa”.

En una noche de Navidad, en New York, bajo el blanco manto de una linda nevada, los hijos del famoso escritor Clement Clark Moor le pidieron que les narrara la vida de Santa.

Clement, recordando parte de la verdadera historia de Santa, les escribió un cuento que rápidamente se hizo famoso en todos los hogares y colegios, porque decía: “Santa, cada veinticuatro de Diciembre baja por la chimenea de las casas trayéndole regalos a todos los niños que se portan bien”. Esto llenó de ilusión y esperanza los corazones de la gente que se enteraba de La verdadera historia de Santa Claus.

Un pintor que se llamaba Habdon Sudblom que trabajaba para la fábrica de bebidas Coca Cola, se le ocurrió pintar a Santa muy alegre, bonachón, llevando una bolsa llena de juguetes, vestido de rojo, con una barba blanca y barrigón, que encantado se tomaba una botella de Coca Cola.



Hoy en día, todos los niños del mundo y muchos adultos también, esperan que Santa baje por la chimenea y les deje un regalo al pie del arbolito la noche de Navidad.

Todavía en la ciudad de Myra existe la iglesia donde vivió Santa Claus y en Bari se veneran las reliquias del cuerpo de Santa Claus que sigue emanando el milagroso y perfumado aceite curativo.

Santa Claus existe, está vivo trabajando desde el cielo, ayudando a niños y adultos como lo hacía cuando vivía en la tierra.

La gente quiere mucho a Santa Claus y le dicen por cariño de muchas maneras, como Papá Noel o San Nicolás. Le han imaginado una casa en el Polo Norte con un trineo tirado por renos, gnomos que fabrican juguetes y para no verlo solo, le han inventado hasta una esposa llamada “Señora de Claus”. Todo esto la humanidad lo ha hecho porque ama a Santa Claus por lo bella que fue su vida y por lo mucho que favoreció a la gente.

Acuérdate que cada Navidad Santa Claus se acerca a nosotros y es muy feliz cuando, con mucho cariño, le damos un regalo a alguien, ya que estamos pensando en los demás, mas que en nosotros, y esto es un inegoísmo propio de los verdaderos cristianos que ponen en práctica las enseñanzas de Jesús como lo hacía Santa Claus.

Toda imagen de Santa Claus encierra el amor y la ilusión por la Navidad que él tuvo, por eso verlas y tenerlas, nos llena de tanta alegría y trae felicidad en el lugar donde están.

Detrás de cada persona que da un regalo en Navidad esta Santa Claus prodigando su bendición con
la alegría del JO, JO, JO, de su inconfundible risa.