jueves, 18 de junio de 2009

Año Sacerdotal debe promover renovación interior de todos los sacerdotes, explica el Papa

ppbxvicuraars180609 En una extensa y personal carta dirigida a los presbíteros del mundo en ocasión del inicio este viernes 19 de junio del Año Sacerdotal convocado en el 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, Patrono de los Párrocos, el Papa Benedicto XVI resaltó que este tiempo debe promover "el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo".

En el texto dado a conocer hoy en inglés, francés, español, italiano, alemán, portugués y polaco, el Santo Padre recordó como "'el Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús', repetía con frecuencia el Santo Cura de Ars. Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma".

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Seguidamente Benedicto XVI señala que esta expresión del Santo Cura de Ars "evoca también la herida abierta en el Corazón de Cristo y la corona de espinas que lo circunda. Y así, pienso en las numerosas situaciones de sufrimiento que aquejan a muchos sacerdotes, porque participan de la experiencia humana del dolor en sus múltiples manifestaciones o por las incomprensiones de los destinatarios mismos de su ministerio: ¿Cómo no recordar tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, a veces incluso perseguidos hasta ofrecer el supremo testimonio de la sangre?"

Al referirse luego de las infidelidades de algunos de los ministros de la Iglesia, el Santo Padre precisa que en estos casos "es el mundo el que sufre el escándalo y el abandono. Ante estas situaciones, lo más conveniente para la Iglesia no es tanto resaltar escrupulosamente las debilidades de sus ministros, sino renovar el reconocimiento gozoso de la grandeza del don de Dios, plasmado en espléndidas figuras de Pastores generosos, religiosos llenos de amor a Dios y a las almas, directores espirituales clarividentes y pacientes".

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"Queridos hermanos en el Sacerdocio, pidamos al Señor Jesús la gracia de aprender también nosotros el método pastoral de San Juan María Vianney. En primer lugar, su total identificación con el propio ministerio. En Jesús, Persona y Misión tienden a coincidir: toda su obra salvífica era y es expresión de su 'Yo filial', que está ante el Padre, desde toda la eternidad, en actitud de amorosa sumisión a su voluntad".

Centralidad de la Reconciliación

Benedicto XVI resalta después que "los sacerdotes no deberían resignarse nunca a ver vacíos sus confesonarios ni limitarse a constatar la indiferencia de los fieles hacia este sacramento. En Francia, en tiempos del Santo Cura de Ars, la confesión no era ni más fácil ni más frecuente que en nuestros días, pues el vendaval revolucionario había arrasado desde hacía tiempo la práctica religiosa. Pero él intentó por todos los medios, en la predicación y con consejos persuasivos, que sus parroquianos redescubriesen el significado y la belleza de la Penitencia sacramental, mostrándola como una íntima exigencia de la presencia eucarística".

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"Supo iniciar así un 'círculo virtuoso'. Con su prolongado estar ante el sagrario en la Iglesia, consiguió que los fieles comenzasen a imitarlo, yendo a visitar a Jesús, seguros de que allí encontrarían también a su párroco, disponible para escucharlos y perdonarlos", añade.

Seguidamente el Papa destaca cómo "el Cura de Ars consiguió en su tiempo cambiar el corazón y la vida de muchas personas, porque fue capaz de hacerles sentir el amor misericordioso del Señor. Urge también en nuestro tiempo un anuncio y un testimonio similar de la verdad del Amor: 'Deus caritas est' (1 Jn 4, 8)".

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"Con la Palabra y con los Sacramentos de su Jesús, Juan María Vianney edificaba a su pueblo, aunque a veces se agitaba interiormente porque no se sentía a la altura, hasta el punto de pensar muchas veces en abandonar las responsabilidades del ministerio parroquial para el que se sentía indigno. Sin embargo, con un sentido de la obediencia ejemplar, permaneció siempre en su puesto, porque lo consumía el celo apostólico por la salvación de las almas".

Consejos evangélicos

El Cura de Ars, subraya luego Benedicto XVI, "supo vivir los 'consejos evangélicos' de acuerdo a su condición de presbítero. En efecto, su pobreza no fue la de un religioso o un monje, sino la que se pide a un sacerdote: a pesar de manejar mucho dinero (ya que los peregrinos más pudientes se interesaban por sus obras de caridad), era consciente de que todo era para su iglesia, sus pobres, sus huérfanos, sus niñas de la 'Providence', sus familias más necesitadas".

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"También su castidad era la que se pide a un sacerdote para su ministerio. Se puede decir que era la castidad que conviene a quien debe tocar habitualmente con sus manos la Eucaristía y contemplarla con todo su corazón arrebatado y con el mismo entusiasmo la distribuye a sus fieles. Decían de él que 'la castidad brillaba en su mirada', y los fieles se daban cuenta cuando clavaba la mirada en el sagrario con los ojos de un enamorado".

En cuanto a la obediencia, precisa el Santo Padre, en San Juan María Vianney esta quedó plasmada "totalmente en la entrega abnegada a las exigencias cotidianas de su ministerio. Se sabe cuánto le atormentaba no sentirse idóneo para el ministerio parroquial y su deseo de retirarse 'a llorar su pobre vida, en soledad'. Sólo la obediencia y la pasión por las almas conseguían convencerlo para seguir en su puesto".

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"En el contexto de la espiritualidad apoyada en la práctica de los consejos evangélicos, me complace invitar particularmente a los sacerdotes, en este Año dedicado a ellos, a percibir la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente. 'El Espíritu es multiforme en sus dones... Él sopla donde quiere. Lo hace de modo inesperado, en lugares inesperados y en formas nunca antes imaginadas... Él quiere vuestra multiformidad y os quiere para el único Cuerpo'".

"Quisiera añadir además, en línea con la Exhortación apostólica 'Pastores dabo vobis' del Papa Juan Pablo II, que el ministerio ordenado tiene una radical 'forma comunitaria' y sólo puede ser desempeñado en la comunión de los presbíteros con su Obispo. Es necesario que esta comunión entre los sacerdotes y con el propio Obispo, basada en el sacramento del Orden y manifestada en la concelebración eucarística, se traduzca en diversas formas concretas de fraternidad sacerdotal efectiva y afectiva. Sólo así los sacerdotes sabrán vivir en plenitud el don del celibato y serán capaces de hacer florecer comunidades cristianas en las cuales se repitan los prodigios de la primera predicación del Evangelio".

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Tras recordar la especial piedad mariana de San Juan María Vianney, el Pontífice resalta al concluir la carta que "la fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro. Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz", concluye el Papa.

Cada pueblo debe expresar en su propia lengua y cultura la verdad revelada, recuerda el Papa

Al dedicar su catequesis el día de ayer en la Audiencia General a los santos Cirilo y Metodio, apóstoles de los pueblos eslavos y copatronos de Europa, el Papa Benedicto XVI resaltó que ambos son ejemplo de inculturación; es decir, "cada pueblo debe calar en su propia cultura el mensaje revelado y expresar la verdad salvífica con su propio lenguaje".

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Ante los miles de fieles reunidos esta mañana en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre explicó cómo Cirilo nació alrededor del 826 en Tesalónica y recibió una cuidada formación humanística. Se ordenó sacerdote muy joven y poco después su hermano Metodio, nacido hacia el 815 y que ejercía una carrera administrativa, abandonó el mundo para comenzar una vida monástica. Cirilo lo siguió en su retiro monacal en el monte Olimpo, en Bitinia.

Años más tarde el gobierno imperial encargó a Cirilo una misión con los pueblos del Mar de Azov, que pedían que les enviasen "un literato que pudiera discutir con los judíos y los sarracenos". A su regreso a Constantinopla, el emperador Miguel III, compañero de estudios de Cirilo, envió a los dos hermanos a Moravia porque el príncipe moravo Ratislao le había pedido "un maestro que explicase la verdadera fe en nuestra propia lengua".

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"Esa misión tuvo enseguida un éxito inesperado. Traduciendo la liturgia en la lengua eslava los dos hermanos se ganaron el favor del pueblo", pero también "la hostilidad del clero franco, llegado antes a Moravia, que consideraba el territorio como perteneciente a su jurisdicción eclesiástica". En Venecia, dijo luego el Papa, los hermanos se contrapusieron a los defensores de la "herejía trilingüe, (...) que sostenían que había solamente tres lenguas lícitas para alabar a Dios: hebrea, griega y latina".

Ambos fueron entonces a Roma para solicitar el apoyo del Papa Adriano II, que "había entendido la gran importancia de su misión excepcional" porque intuía que "los pueblos eslavos habrían sido un puente entre Oriente y Occidente, contribuyendo a conservar la unión entre los cristianos de una parte y otra del imperio. Por eso, no dudó en aprobar la misión de los hermanos en la Gran Moravia, acogiendo el uso de la lengua eslava en la liturgia".

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En Roma, Cirilo enfermó gravemente y murió el 14 de febrero del 869. Metodio regresó a Moravia y Panonia en el 870 y "trabajó activamente en la organización de la Iglesia, formando un grupo de discípulos". Murió el 6 de abril del 885.

"En el perfil espiritual de ambos hermanos hay que registrar ante todo la pasión con que Cirilo estudió los escritos de San Gregorio Nacianceno, aprendiendo así el valor de la lengua en la transmisión de la Revelación", precisó Benedicto XVI.

A este propósito, el Pontífice recordó que ya antes de la misión en Moravia, Cirilo y Metodio "trabajaban en el proyecto de recoger los dogmas cristianos en textos escritos en eslavo" . De ahí "la exigencia de nuevos signos gráficos, más conformes a la lengua hablada: así nació el alfabeto glagolítico, que modificado se designó 'cirílico' en honor de su inspirador".

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Cirilo y Metodio "estaban convencidos de que los pueblos no podían pensar que habían recibido plenamente la revelación hasta que no la escuchasen en su propia lengua y la leyeran en los caracteres de su alfabeto".

Ambos hermanos constituyen "un ejemplo clásico de lo que hoy se llama 'inculturación': cada pueblo debe calar en su propia cultura el mensaje revelado y expresar la verdad salvífica con su propio lenguaje".

En ese ámbito, concluyó el Papa, a los dos santos "sigue mirando hoy la Iglesia para inspirarse y orientarse".