miércoles, 2 de diciembre de 2009

Aprender a amar en la escuela de Dios es la tarea del hombre, explica el Papa Benedicto

En su catequesis de la Audiencia General de este miércoles celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI habló de Guillermo de Saint-Thierry, un monje benedictino del siglo XI, de quien se puede aprender que todo ser humano "tiene una sola tarea: aprender a amar sincera, gratuita y auténticamente" en la "escuela de Dios".

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El Santo Padre explicó al iniciar su catequesis que Guillermo, fue amigo y estimador de San Bernardo de Claraval, nació en Lieja entre 1075 y 1080. De familia noble, fue a las escuelas más famosas de su tiempo e ingresó en los benedictinos de Saint-Nicaise de Reims. Llegó a ser abad del monasterio de Saint- Thierry, comunidad que no obstante sus deseos no pudo reformar. Por eso, la abandonó para entrar en la abadía cisterciense de Signy, en la que escribió obras de espiritualidad importantes en la historia de la teología monástica.

El Papa explicó que en una de sus obras "De natura et dignitate amoris" (La naturaleza y la dignidad del amor) está una de las ideas fundamentales de Guillermo que también sirve a los cristianos de hoy: "la energía principal que mueve el ánimo humano es el amor. En definitiva cada ser humano tiene una sola tarea: aprender a amar sincera, gratuita y auténticamente. Pero solamente en la escuela de Dios se puede cumplir esta tarea y el ser humano puede alcanzar el fin para el que fue creado".

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"Para aprender a amar es necesario un camino arduo y largo. En este itinerario la persona debe imponerse una ascesis eficaz para eliminar cualquier afecto desordenado y unificar su vida en Dios, fuente, meta y fuerza del amor, hasta llegar a la cumbre de la vida espiritual que Guillermo define como ‘sabiduría’. Al final de este itinerario ascético, se experimentan gran serenidad y dulzura", dijo el Pontífice.

Benedicto XVI afirmó luego que Guillermo atribuye también "una notable importancia a la dimensión afectiva" porque "en el fondo, nuestro corazón es de carne y, cuando amamos a Dios, que es el Amor mismo, no podemos dejar de expresar en esta relación con el Señor nuestros sentimientos humanos. El Señor mismo, haciéndose hombre, nos quiso amar con un corazón de carne".

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El amor, para este monje, "ilumina la inteligencia y hace que conozcamos mejor y más profundamente a Dios y, en Dios, a las personas y los hechos. El amor produce atracción y comunión hasta el punto de que hay una asimilación entre el sujeto que ama y el objeto amado".

"Y esto es válido ante todo en el conocimiento de Dios y de sus misterios que superan la capacidad de comprensión de nuestra inteligencia: ¡Conocemos a Dios si lo amamos!", exclamó el Papa.

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Finalmente el Santo Padre citó la "Epístola Aurea", dirigida a los Cartujos de Mont-Dieu , síntesis del pensamiento de su autor sobre la ciencia del amor y en la que escribe que "la imagen de Dios presente en el ser humano lo empuja a la similitud, es decir a una identidad cada vez más plena entre la voluntad propia y la divina. A esta perfección, que Guillermo llama ‘unidad de espíritu’, no se llega con el esfuerzo personal".

Se llega, finalizó el Papa, "por la acción del Espíritu Santo que purifica y transforma en caridad todo empuje y deseo de amor presente en el ser humano. De ese modo el ser humano llega a ser, por gracia, lo que Dios es por naturaleza".

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En su saludo en español, el Papa se dirigió de manera particular a "las religiosas dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen, al grupo de artistas del Estado de Yucatán, a los fieles de la Diócesis de Zacatecoluca, acompañados por el Señor Obispo, así como a los demás grupos procedentes de España, Bolivia y otros países latinoamericanos. Que siguiendo las enseñanzas de Guillermo de Saint-Thierry, al que podemos definir como cantor de la caridad, aprendamos a conocer a Dios amándolo".

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Al finalizar la Audiencia General de este miércoles y al recordar que hoy se celebra el 25 aniversario de la exhortación apostólica "Reconciliatio et paenitentia" del recordado siervo de Dios Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI alentó a los fieles a acercarse con confianza al sacramento de la Reconciliación.

Tras explicar que la mencionada exhortación "llamó la atención sobre la importancia del sacramento de la penitencia en la vida de la Iglesia", el Santo Padre recordó "algunas figuras extraordinarias de ‘apóstoles del confesionario’, incansables dispensadores de la misericordia divina: San Juan María Vianney (el Cura de Ars), San Giuseppe Cafasso, San Leopoldo Mandić, San Pío de Pietrelcina (el Padre Pío)".

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Seguidamente el Papa pidió a los jóvenes que el "testimonio de fe y de caridad" de estos santos les "impulse a huir del pecado y a proyectar el futuro como un servicio generoso a Dios y al prójimo. Que ayude a los enfermos a experimentar en el sufrimiento la misericordia de Cristo crucificado. Anime a los recién casados a crear en la familia un clima constante de fe y de reciproca comprensión".

Finalmente el Papa exhortó a que "el ejemplo de estos santos, asiduos y fieles ministros del perdón divino sea para los sacerdotes –especialmente en este Año sacerdotal– y para todos los cristianos una invitación a confiar siempre en la bondad de Dios, acercándose y celebrando con confianza el Sacramento de la Reconciliación".