miércoles, 20 de enero de 2010

Benedicto XVI pide intensa oración por unidad de los cristianos

En la Audiencia General de este miércoles y tras haber bendecido una estatua de la Santa Rafaela María Porras y Ayllón, fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús que se ha colocado en una hornacina en la parte posterior externa de la Basílica Vaticana, el Papa Benedicto XVI pidió rezar y trabajar intensamente por la unidad de todos los cristianos del mundo.

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Refiriéndose a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que está en curso, el Santo Padre recordó que del tema propuesto para este año: "Vosotros sois testigos de todas estas cosas" surgen dos preguntas: ¿Qué son todas estas cosas?, y "cómo podemos ser testigos de todas estas cosas?". La respuesta a la primera cuestión, indica el Papa, es: "el misterio de la Pasión y el don de la Resurrección. Conociendo a Cristo conocemos el rostro de Dios; En Cristo, el Dios lejano se hace cercano".

En cuanto a la segunda pregunta, dijo, "solo podemos ser testigos de Cristo conociendo a Cristo personalmente, encontrándolo realmente en nuestra vida de fe y así podemos contribuir a la novedad del mundo, a la vida eterna".

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Benedicto XVI subrayó luego que "el movimiento ecuménico moderno se ha desarrollado de manera notable, hasta convertirse en el último siglo en un elemento importante en la vida de la Iglesia. No solo favorece las relaciones fraternas entre las Iglesias y las Comunidades eclesiales en respuesta al mandamiento del amor, sino que estimula también la investigación teológica. Además, implica la vida concreta de las Iglesias y Comunidades eclesiales con temas que tocan la pastoral y la vida sacramental".

"A partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica ha establecido relaciones fraternas con todas las Iglesias de Oriente y las Comunidades eclesiales de Occidente, organizando con la mayor parte de ellas diálogos teológicos bilaterales, que han servido para alcanzar consensos sobre varias cuestiones, profundizando de esta manera los vínculos de comunión. En el año que acaba de transcurrir, los diferentes diálogos han obtenido resultados positivos".

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Refiriéndose en concreto al "estudio de un tema crucial en el diálogo entre católicos y ortodoxos: "El papel del obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio", cuya discusión "se extenderá al segundo milenio", el Santo Padre recordó que había pedido oraciones a los católicos "por este diálogo delicado y esencial para todo el movimiento ecuménico".

El Santo Padre mencionó además que "entre los eventos centrales, la conmemoración del décimo aniversario de la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación" (31 de octubre de 2009), y "la visita a Roma del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, que mantuvo conversaciones sobre la particular situación en la que se halla la Comunión Anglicana. El compromiso común de seguir el diálogo es un signo positivo, que manifiesta la intensidad del deseo de la unidad, a pesar de todos los problemas que se oponen".

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"El trabajo ecuménico no es un proceso lineal; los problemas antiguos nacidos en otra época pierden su peso y en nuestro contexto nacen nuevos problemas y dificultades. Por eso, debemos estar siempre dispuestos a un proceso de purificación, en el que el Señor nos haga capaces de estar unidos", explicó el Papa.

Finalmente pidió "la oración de todos por la compleja realidad ecuménica, por la promoción del diálogo y para que los cristianos puedan dar un nuevo testimonio común de fidelidad a Cristo ante nuestro mundo".

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En su saludo en castellano, Benedicto XVI se dirigió de manera particular al "grupo de la familia del Cardenal Rafael Merry del Val, a los peregrinos de Torrelodones, de Córdoba, y a los venidos de México, así como de otros países latinoamericanos. Os animo a todos a intensificar vuestra vida de oración y vuestra participación ferviente en la Eucaristía, para que unidos cada vez más a Cristo trabajéis en la Iglesia y en el mundo por la salvación y el bien de vuestros hermanos. Muchas gracias".

 

La herida de Haití

“Pobre Haití, pobre Haití”. Tirado, sobre una cama en el hospital de Santo Domingo, el padre Attilio cuenta con conmoción a Alessandra d’Asaro, periodista del Voluntariado Internacional para el Desarrollo (VIS), los lucidos recuerdos de aquel minuto que el 12 de enero pasado ha dejado de rodillas a todo Haití.

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No obstante la situación a la que se ve sujeto, el salesiano muestra una gran fuerza, típica de los sacerdotes de frontera acostumbrados a enfrentarse a la pobreza, la violencia y la injusticia social. Su pensamiento corre veloz a los 300 niños de la calle que se encontraban en la estructura escolar de los salesianos, en el barrio Salina de Puerto Príncipe, en Haití.

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El número es incierto, porque, se sabe, que sobre la calle el grupo no se cuenta, y el terremoto no hace excepciones. Aquí, los muchachos cambiaban y tenían la posibilidad de un futuro mejor: alejarse de las trampas de la calle, estudiar y aprender un oficio, come se hace en las escuelas salesianas esparcidas por todo el mundo.

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En las pequeñas escuelas de Padre Bonhen, animadas por los Salesianos, el silencio es impresionante. Los muchachos y el señor Sanon que, han perdido la vida, han estado sepultados en una fosa común vecina a la escuela. Entre las ruinas, páginas de cuadernos alzadas levemente por el viento cálido, sillas, lápices de colores, apuntes dejados tirados por tierra, entre polvo y piedras, todo a causa del terremoto.

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Escombros sobre escombros, confusión de pisos destruidos. De los muros caidos por tierra cualquiera entra y toma todo, la reserva de las servilletas, las sillas rotas, zapatos abandonados y hojas de carta. En la velocidad se pasa por aquellas manchas que parecen agua estancada. “Se trata de la grasa dajada por los cadáveres”, precisa el padre Pierre Lephène, el salesiano de la comunidad de Enam, “Bastaría reconstruir el muro para evitar tantos estragos y aumentar la seguridad, siempre demasiado poca en estas circunstancias”.

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El gobierno de Haití ha estado herido internamente, muchos ministros fueron muertos en el terremoto, y el palacio presidencial se destruyo totalmente. El Presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, ha confiado las primeras intervenciones a la República Dominicana, pero, mientras tanto, deberá cubrir las ayudas alimenticias y sanitarias.

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“En esta tragedia, continua el padre Lephène, nos conmueve la solidaridad que llega de todo el mundo”. A la escuela un poderoso equipo de la protección civil, llega de América Latina, está trabajando día y noche esperando encontrar todavía alguno bajo los escombros, vivo o muerto.

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Manos alzados para agarrar la ración de agua distribuida por los camiones que recorren una ciudad llena de ruidos por los aviones y los helicopteros. Tiendas improvisadas al lado de las calles, mientras, no obstante todo esto, los salesianos continúan a trabajar, no olvidando jamás la capacidad de sonreír también en situaciones trágicas como éstas.