martes, 27 de julio de 2010

Don Bosco llegó a Honduras

Honduras, Tegucigalpa, julio 2010.- El temor a las lluvias hizo que se anticipara de una hora el viaje de la urna desde Managua a Tegucigalpa.

Honduras

Ese anticipo puso en volandas a todos los organizadores. Había que correr al aeropuerto militar, pues el avión de la urna había despegado de Managua y en 45 minutos estaría aterrizando en Toncontín.

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Para eso sirven los celulares. En un dos por tres todos los invitados a la ceremonia de recepción corrían al aeropuerto. Lo cual es mucho decir para Tegucigalpa con su laberinto de calles y su tráfico imposible.

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La cosa es que no faltó nadie de los que debían estar. Esta vez no hubo mayores restricciones para acceder a la pista de aterrizaje.

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Una formación de impecables cadetes tenía lista la valla de honor. Alumnos y alumnas salesianas, por centenares, llegaban corriendo con el ánimo exaltado por la emoción.

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Autoridades religiosas, civiles y militares comenzaron a agruparse. Los comunicadores sociales entrevistaban a cuanto salesiano o salesiana se pusiera a tiro de micrófono.

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La tarde lucía espléndida. Unas cuantas gotas de lluvia carecían de importancia como para preocuparse. Al aparecer el avión que se acercaba a tierra hondureña, empezó la locura juvenil.

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Otro momento extático se vivió cuando una punta de la urna asomó por la puerta de la nave.

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La urna, colocada en su carrito, fue halada por mons. Luis Santos, salesiano, el inspector, P. Luis Corral y la inspectora, sor Sandra Yela. Otras manos ilustres también colaboraban.

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Vinieron luego los discursos de bienvenida. Fue entonces que la alarma de lluvia comenzó a inquietar de veras. Las primeras gotas inofensivas de lluvia se fueron convirtiendo en un aguacero fuera de programa.

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Del aeropuerto la urna fue trasladada a la Parroquia María Auxiliadora, situada en los cerros hiperpoblados de Comayaguela, ciudad gemela de Tegucigalpa.

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Es un mundo al que hay que subir por callejuelas retorcidas.

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Una rica comunidad parroquial está ensayando desde hace varios años una vivencia cristiana de frontera.

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Allí, en un espacio reducido se está construyendo con audacia la iglesia parroquial. Por ahora se cuenta con un ambiente de cemento sin paredes, demasiado estrecho para la invasión humana que llegó a saludar a Don Bosco.

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Ya allí se pararon los relojes. No había prisa. Todos querían estar cerca de Don Bosco.

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Además del contacto inmediato de cada feligrés con el santo amado, se celebró la eucaristía presidida por Mons. Luis Santos, salesiano.

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Fue entonces cuando la lluvia soportable se transformó en un verdadero aguacero torrencial.

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Al cierre de esta nota, la lluvia sigue cayendo con fuerza sin dar señales de amainar.