viernes, 18 de enero de 2008

La Iglesia tiene aún mayor necesidad hoy de la fidelidad de los jesuitas, dice el Papa.


Benedicto XVI ha escrito una carta de agradecimiento al padre Peter-Hans Kolvenbach, S.I., hasta ahora prepósito general de la Compañía de Jesús, en la que reconoce que la Iglesia tiene particular necesidad en estos momentos de la fidelidad de los jesuitas.

La misiva, con fecha del 10 de enero, ha sido distribuida por la curia general de la Compañía en plena 35ª Congregación General que, entre las tareas previstas, elegirá al sucesor del padre Kolvenbach.
«Querría expresar mi agradecimiento en primer lugar a usted, querido y venerado padre prepósito general --confiesa el Papa--, que desde 1983 está guiando de modo iluminado, sabio y prudente la Compañía de Jesús, tratando por todos los modos de mantenerla en el cauce del carisma ignaciano».
«Usted --añade--, por razones objetivas, ha pedido varias veces ser exonerado de su cargo, asumido con gran sentido de responsabilidad en un momento no fácil de la historia de la Orden».



El Papa da la gracias, además, a los «directos colaboradores» del padre Kolvenbach, «a los participantes en la Congregación General y a todos los jesuitas esparcidos por todas las partes del planeta».
«¿Cómo no reconocer la valiosa contribución que la Compañía ofrece a la acción de la Iglesia en varios campos y de muchas maneras?», se pregunta el obispo de Roma. «¡Contribución verdaderamente grande y benemérita, que sólo el Señor podrá recompensar debidamente!».
El Papa quiere que sus palabras «sirvan de aliento y estímulo para realizar cada vez mejor el ideal de la Compañía, en plena fidelidad al Magisterio de la Iglesia».
«Se trata de una "peculiar" fidelidad, sancionada también, para no pocos de vosotros, por un voto de obediencia inmediata al Sucesor de Pedro "perinde ac cadáver"», explica.
«De esta vuestra fidelidad, que constituye la señal distintiva de la Orden, la Iglesia tiene aún mayor necesidad hoy, en una época en que se advierte la urgencia de transmitir, de manera integral, a nuestros contemporáneos, distraídos por tantas voces discordantes, el único e inmutado mensaje de salvación que es el Evangelio».
Para ello, el pontífice pide «que la vida de los miembros de la Compañía de Jesús, como también su investigación doctrinal, estén siempre animadas de un verdadero espíritu de fe y comunión en dócil sintonía con las indicaciones del Magisterio».
En este sentido, el Papa confiesa: «deseo vivamente que la presente Congregación General reafirme con claridad el auténtico carisma del fundador, para alentar a todos los Jesuitas a promover la verdadera y sana doctrina católica».



Por este motivo, considera que «podría resultar muy útil que la Congregación General reafirme, en el espíritu de san Ignacio, la propia adhesión total a la doctrina católica, en particular sobre puntos neurálgicos hoy fuertemente atacados por la cultura secular, como, por ejemplo, la relación entre Cristo y las religiones, algunos aspectos de la teología de la liberación y varios puntos de la moral sexual, sobre todo en lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y a la pastoral de las personas homosexuales».
Acompañando la carta papal, la curia general ha publicado un comunicado en el que explica que «la Compañía de Jesús, son palabras del padre Kolvenbach, declara la voluntad de responder sinceramente a las invitaciones y a las peticiones del Santo Padre».

«La congregación general dedicará a éstas toda la atención debida en el transcurso de sus sesiones de trabajo, una considerable parte de las cuales será consagrada precisamente a los temas de la identidad y de la misión de los jesuita y de la obediencia religiosa y apostólica, en particular de la obediencia al Papa», concluye el comunicado.

Hacia la elección del Padre General Jesuita.


Los 216 Jesuitas que van a elegir al nuevo General ya están conversando y rezando acerca de quién puede ser el Jesuita más indicado para liderar la Compañía.

Las ideas surgen poco a poco de charlar uno con otro y reunir información sobre posibles candidatos.
Hacer campaña por uno mismo o por alguien está estrictamente prohibido.

Los electores tratan de conocer más sobre aquellas personas que creen cumplen los requisitos para ser General, preguntando a otros Jesuitas que han vivido o trabajado con el sujeto para conocer más a fondo sus cualidades humanas, espirituales, formación, idiomas, tipos de trabajo que ha desarrollado, experiencia de gobierno, y liderazgo.

Tras las murmuraciones, los delegados sopesan en oración lo que han escuchado, en busca de claridad. En este discernimiento es especialmente importante el sentir de cada elector acerca de lo que la Compañía de Jesús necesita en este particular momento histórico.



El padre Peter-Hans Kolvenbach, cuya dimisión como superior general ha sido aceptada por la Congregación el pasado 14 de enero, señalaba las implicaciones de una elección así:

'Eligiendo uno de entre los miles de Jesuitas capaces (de ser General), la Compañía dirá qué es lo que espera de su futuro: un profeta o un sabio, un innovador o un moderador, un contemplativo o un activista, un XXXX o un hombre de unidad.'
(De una entrevista conjunta con Radio Vaticana y L'Osservatore Romano.)



Después de cuatro días dedicados a la oración, la reflexión y el intercambio de información, los 217 electores de la Congregación General 35 están prontos para elegir al nuevo Superior General en la mañana del 19 de enero.

La jornada comienza con la Misa del Espíritu Santo a las 08:00 en la iglesia del Espíritu Santo que está a unos metros de la Curia. A las 9:30 los electores entran el aula, recitan el Veni Creator Spiritus, escuchan una exhortación del Padre Jacques Gellard, Asistente ad providentiam, y continúan en oración personal hasta completar la hora.

SABADO 19 DE ENERO



A continuación, como prescribe la Formula, cada elector escribe en la papeleta que ha recibido el nombre del que ha elegido como Superior General de la Compañía.

Cuando han terminado de rellenar la papeleta, el Padre Peter-Hans Kolvenbach, junto con el Secretario de la Congregación (P. O. Torres) y el Asistente (P. I. Echarte), hacen el juramento de cumplir fielmente el encargo que han recibido de recoger los votos y hacer público el resultado.
El escrutinio de los votos comienza.
En el momento en que alguno recibe la mayoría de los sufragios (109 votos) queda elegido.
Pero el escrutinio continúa hasta contar todos los votos.

Inmediatamente se comunica al Santo Padre el nombre del que ha sido elegido.



El Padre Kolvenbach lee en Latin el Decreto de elección:

Ego, Peter-Hans Kolvenbach, S.J. auctoritate Sedis Apostolicae et universae Societatis, Reverendum Patrem N…declaro electum in Praepositum Generalem Societatis Jesus, in nomine Patris et Filii et Spiritus Sanctus.

(“Yo, Peter-Hans Kolvenbach, con la autoridad de la Sede Apostólica y de toda la Compañía de Jesús, declaro que el P. N ha sido elegido Prepósito General de la Compañía de Jesús, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”)

Después de la lectura del decreto, el General se vuelve al crucifijo situado en el centro del aula y hace la profesión de fe: Yo N…creo firmemente todas y cada una de las verdades que contiene el Símbolo de la fe. Y recita el credo.

El decreto tiene que estar escrito a mano por el Secretario de la Congregación y firmado por el Padre Kolvenbach. A continuación todos los electores, uno por uno, comenzando por el Padre Kolvenbach, el Secretario de la Congregación y su Asistente, se acercan a saludar al nuevo General.
Cuando los miembros de la Congregación han terminado, se abren las puertas del aula y entra la comunidad de la Curia a presentar sus respetos al Padre General.
Todos juntos se encaminan a la capilla para una breve oración de acción de gracias.

MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS (20 de enero)

El día siguiente a la elección (domingo 20 de enero) a las 16:00 se tendrá una Misa concelebrada en la Iglesia del Gesú.
Unos minutos antes de dar comienzo a la Misa el Padre General, acompañado de cuatro electores y un diácono, entra en las habitaciones donde San Ignacio vivió largo tiempo, escribió las Constituciones y murió.

Después de unos minutos de oración, el diácono lee un pasaje del evangelio de San Mateo (capítulo 23, versos 8-12): Vosotros no os hagáis llamar maestros porque uno solo es vuestro maestro mientras que todos vosotros sois hermanos …El mayor de vosotros que sea vuestro servidor.

El más anciano de los electores ofrece al 29 sucesor de San Ignacio un breve comentario de las virtudes y cualidades que el Padre Ignacio esperaba encontrar en el Superior General tal como consta en la parte IX de las Constituciones.



Las palabras de Ignacio evocadas en el mismo sitio donde las escribió tienen un significado especial para el nuevo Superior General.
Terminada esta breve ceremonia el Padre General y sus acompañantes se dirigen en procesión a la Iglesia para comenzar la Eucaristía.



Al final de la Misa, el Padre General se dirige al altar de San Ignacio, donde la lámpara votiva encendida el primer día de la Congregación continúa ardiendo, y venera las reliquias de San Ignacio que se guardan en un cofre bajo el altar.



AGRADECIMIENTOS A: Fotografo: Don Doll SJ (FOTOGRAFO OFICIAL DE LA COMPAÑIA DE JESUS)

La Congregación General Jesuita acepta la renuncia del padre Kolvenbach


En la sesión plenaria del 14 de enero, la Congregación sometió a votación la renuncia del Padre General. El moderador, Padre Valentín Menéndez, invitó a los electores a formular preguntas acerca de las razones aducidas por el Padre General. A continuación se abrió un espacio de oración seguido por el voto secreto manifestado en forma escrita. Reanudada la sesión, con la presencia del Padre Kolvenbach que se había ausentado durante la votación, el Padre Valentín Menéndez le comunicó el resultado de la votación que dejaba claro que la Congregación aceptaba respetuosamente las razones que había invocado y le dirigió las siguientes palabras:



En este momento en el que la Congregación General 35 ha aceptado la propuesta de renuncia presentada por Usted, es justo que la misma Congregación aquí reunida, en nombre de toda la Compañía, explicite el agradecimiento y reconocimiento que siente hacia su persona y hacia el relevante servicio que el Señor ha querido que preste a la Iglesia y a la Compañía.



En primer lugar queremos decirle que nos sentimos edificados del ejemplo de libertad de espíritu con la que Usted ha interpuesto su renuncia, enmarcándose así en el espíritu del Evangelio y de los Ejercicios, tan distinto de la dinámica de este mundo de aferrarse y luchar por los puestos de poder y de prestigio. Nuestro carisma y legislación no son buenos solo porque propongan bellos ideales, sino sobre todo porque hay personas que saben encarnarlos y vivirlos.



Le estamos particularmente agradecidos por la forma con la que ha sabido conducir a la Compañía después del difícil momento de la intervención Pontificia del año 1981. En estos años ha sabido Usted llevar adelante la nave de la Compañía con serenidad, sabiendo guardar al mismo tiempo fidelidad a la Iglesia y fidelidad al modo de proceder de la Compañía, expresado en sus Constituciones y en sus últimas Congregaciones Generales. Las palabras que hemos escuchado en la homilía del Cardenal Rodé, dichas en nombre de la Iglesia, expresan claramente la estima que la Santa Sede tiene de su persona y de la forma de conducir todos estos años a la Compañía.



Apreciamos también el carisma de unidad que ha representado su persona y su forma de gobierno para una Compañía cada vez más plural y multicultural. En esta diversidad de culturas, maneras de sentir y de pensar, situaciones históricas tan diferentes, y dentro de la libertad de espíritu con la que están acostumbrados a proceder los jesuitas, ha sabido Usted mantener la unión del cuerpo de la Compañía con la atención respetuosa a todos, con su enseñanza llena de sabiduría y equilibrio, con su presencia animadora en todas las provincias.



La confianza que ha mostrado en su manera de gobernar tanto a sus colaboradores en la curia como a todos los provinciales, ha creado un clima de fraternidad y colaboración que expresa muy bien el ideal de ser todos compañeros de Jesús, y que ha revertido en todo el cuerpo de la Compañía.
Que Nuestro Creador y Señor le recompense por este fiel servicio prestado a lo largo de casi un cuarto de siglo. Le pedimos también que le siga bendiciendo en el sitio y trabajo que Él le encomiende para su mayor gloria.

En nombre de toda la CG35 y de toda la Compañía le decimos de corazón: muchas gracias, P. Kolvenbach. Estamos orgullosos de Usted y del servicio que ha prestado en estos difíciles pero apasionantes años que el Señor ha querido concedernos.



Las últimas palabras del Padre Menéndez fueron recibidas con un largo y caluroso aplauso que todos los Delegados, puestos en pie, tributaron al Padre Kolvenbach.





A continuación el Padre Kolvenbach tomó la palabra y con una muestra final de su invencible humorismo agradeció a los Delegados el modo tan elegante que habéis escogido para destituirme. Entre risas y plausos, continuó más seriamente:





Queridos Padres y Hermanos, Hoy la Congregación General ha tenido a bien aceptar mi renuncia como Superior General de la Compañía de Jesús. Al final de estos casi 25 años de servicio, quiero en primer lugar dar gracias al Señor, que -para decirlo con palabras de San Ignacio- me ha sido verdaderamente "propicio en Roma", guiando una Compañía de la que Él ha querido servirse para su mayor gloria. Estoy también muy agradecido por el privilegio de haber podido encontrar y acompañar a tantos amigos en el Señor, que en tan diversas vocaciones se han revelado siempre auténticos servidores de la Misión de Cristo. Deseo que ningún jesuita se sienta excluido de este profundo reconocimiento. Sin embargo quiero recordar particularmente a aquellos que en la curia general me han ayudado, todos los días y durante años, a llevar adelante la responsabilidad de la Compañía, juntamente con todos los Superiores Mayores dispersos por todo el mundo. Ya he podido expresar mi sentida acción de gracias al Santo Padre por sus orientaciones apostólicas, que han permito a la Compañía continuar su misión "bajo el signo de la Cruz y bajo el Vicario de Cristo en la tierra". Tenemos que estar muy reconocidos al Señor porque no obstante la desconcertante diversidad de personas y de culturas, de aspiraciones y de obras, la unión de los espíritus y de los corazones no nos ha faltado nunca, y, a pesar de la fragilidad creciente, la Compañía tiene la capacidad de dialogar apostólicamente con los desafíos del mundo moderno para anunciarle la única Buena Noticia. En vísperas de la elección de mi sucesor y de tantas decisiones que la Congregación General tendrá que tomar, me uno a la oración con la que San Ignacio terminaba sus cartas: "quiera el Señor, por su infinita y soberana bondad, dignarse concedernos su gracia perfecta, para que sintamos siempre su santísima voluntad y enteramente la cumplamos".



Y este fue la culminación de 24 años y cuatro meses velando día y noche por la Compañía, ajeno a cualquier otro interés.