lunes, 30 de marzo de 2009

Yo estuve ahí

1_13_3744_4182 El Sr. Alessandro Novelli, salesiano coadjutor, a sus 101 años narra en una vídeo entrevista sus recuerdos sobre la canonización de Don Bosco, hecho ocurrido el 1° de abril de 1934 en Roma.

“¡La plaza de San Pedro rebosaba, rebosaba de gente! –narra el ultra centenario salesiano, quien estuvo presente en aquel evento- Había tanta, tanta juventud; muchas familias, papás, mamás y sus niños”.

Nacido en marzo de 1908, el Sr. Novelli pudo participar también en la traslación del cuerpo de Don Bosco desde Valsalice a Valdocco, en Turín, con ocasión de su beatificación acaecida en 1929. Transferido después a la inspectoría romana, este salesiano coadjutor participó en la organización del grande evento de la canonización.

En el vídeo, disponible en ANSchannel, el Sr. Novelli recuerda la solemnidad de la celebración y, divertido, habla sobre la fuerte lluvia que de improviso cayó sobre la plaza, “al final cayó un aguacero, ¡nos bañamos todos!”. “Roma –recordó también- se había hecho salesiana, de todas partes salían grupos… ¡fue una cosa ‘espectacular’, había que verlo… impresionante!”

Sus recuerdos abarcan también el clima de devoción y los frenéticos preparativos que fueron organizados en la obra salesiana del Sagrado Corazón, a la cual pertenecióa el Sr. Novelli.

“Don Bosco ha sido para mi vida algo enorme”, concluye así el Sr. Novelli

La canonización de Don Bosco, Setenta y cinco años después.

El 1° de abril de 1934 -solemnidad de Pascua y conclusión del Jubileo extraordinario de la Redención- el Papa Pío XI proclamaba Santo al sacerdote turinés Juan Bosco, (1815-1888).

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Finalizaba así el largo proceso de beatificación y canonización, iniciado en Turín el 4 de junio de 1890. La primera fase (el "proceso ordinario", llamado así porque es conducido bajo la responsabilidad del obispo ordinario del lugar) se concluyó el 1° de junio de 1897. Sólo diez años después, el 24 de julio de 1907, fue iniciado el "proceso apostólico" (romano). Este duró veinte años, hasta el 8 de febrero de 1927, y tuvo sus altibajos. Basta decir que el final de una reunión preparatoria -del 20 de julio de 1926- hizo creer a algunos que la causa de canonización ya no podría proseguir.

Pero ante el profundo interés que en esta causa tenía Pío XI -quien siendo un joven sacerdote había conocido personalmente a Don Bosco ("Nosotros estamos, con profunda satisfacción, entre los amigos personales más antiguos del venerable Don Bosco", así había dicho en una memorable audiencia, el recién electo Pontífice), motivo por el cual había conservado una grande estima por él-  se hizo repetir la misma reunión pocos meses mas tarde, el 14 de diciembre de 1926.

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El éxito de esta nueva reunión abrió el camino a los trámites posteriores: la llamada Congregación General ante el Papa (el 8 de febrero de 1927), y la consiguiente Lectura del decreto sobre la heroicidad de la vida y las virtudes del venerable Juan Bosco (el 20 de febrero de 1927).
Así, después de examinar los cuatro milagros entonces solicitados (dos para la beatificación y dos para la canonización), se pudo proceder a la beatificación el 2 de junio de 1929 y, finalmente, a la canonización el 1° de abril de 1934.

Es propio el proceso romano (1907-1927) -programado, según preveía el procedimiento vigente, con el método de las "objeciones" (animadversiones llevadas a cabo por el llamado "abogado del diablo"), y de las "respuestas" (responsiones preparadas por el abogado defensor, designado por la Postulación)-  contiene los elementos más interesantes para poder reflexionar hoy sobre el sentido -siempre actual- de la canonización de Don Bosco, a setenta y cinco años de distancia.

Las objeciones son bastante conocidas. Se trató sobre todo de la llamada "astucia" de Don Bosco, orientada, según el "abogado del diablo", a una ardiente pasión de éxito personal y de provecho económico. Entre estas también fue colocada -por los mismos motivos- la acusación sobre un cierto tipo de "enajenamiento" sobre los jóvenes, de "no transparencia" (son términos de hoy), en lo referente a asegurarse limosnas y herencias, y de desobediencia casi sistemática al arzobispo de Turín Mons. Gastaldi.

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La contestación a estas objeciones provino -además de parte de los organismos establecidos para el proceso-  de la suma autoridad del Papa. Por consiguiente, sobre todo las palabras de Pío XI, permanecen como un punto de referencia imprescindible para poder releer hoy el sentido profundo de la canonización de Don Bosco.

Al concluir el proceso romano, el 8 de febrero de 1927, el Papa dijo:  "El venerable Don Bosco pertenece a la magnífica categoría de hombres elegidos entre la humanidad, a aquellos colosos de inmenso beneficio; su figura fácilmente se recrea cuando es analizada minuciosamente, rigurosa ante sus virtudes, tal y como sucedió en las precedentes –largas y reiteradas- discusiones, entonces sucede que la síntesis –reuniendo las líneas dispersas- la restituye bella y grande, una figura magnifica, que su inmensa, insondable humildad, no lograba esconder”.

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Y finalmente, en la homilía del 1° de abril de 1934, el Papa hablaba sobre esta "magnífica figura" que viene solemnemente definida como el "apóstol de la juventud, completamente entregado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas", distinguiéndose por la audacia de conceptos y modernidad de medios dirigidos a la educación integral del hombre: educación que -según el pensamiento de Pío XI, en polémica no muy secreta con la cultura fascista de la época- no tenía que limitarse solamente a fortalecer el cuerpo, sino que debía contemplar a todo el ser, promoviendo la formación en las ciencias, sin  descuidar jamás las verdades divinas y sobrenaturales.

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Dicho en otras palabras, la canonización de Don Bosco invita irresistiblemente a los educadores de hoy a la validez perenne del sistema preventivo,  basado en la razón, la religión y la “amorevolezza”, y destinado a la edificación del honesto ciudadano y  del buen cristiano: un sistema educativo verificado, en poco más de un siglo, por una legión de campeones de la santidad juvenil como Domingo Savio, Laura Vicuña, los cinco jóvenes mártires de Poznań, Alberto Marvelli, los jóvenes mártires españoles, Ceferino Namuncurà...

Por esta causa, el sacerdote turinés Juan Bosco ha donado su vida, desafiando a los "entendidos" de cada época. Por ello ha ejercido heroicamente las virtudes. Por ello él es santo y permanece para siempre en la gloria de Dios.

Don Enrico dal Covolo
Postulador General para las Causas de los Santos

¡Viva san Juan Bosco!

El grito de "Viva san Juan Bosco" resonó por primera vez el 1° de abril de 1934, al finalizar la fórmula de canonización proclamada por el Papa Pío XI.

Papa Pío XI recibido por la gente en la plaza de San Pedro

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Era el día de Pascua, fecha en que se clausuraba el año Santo del XIX centenario de la Redención. El escenario fue la plaza y la basílica de San Pedro que ese día fueron colmadas de gente.

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"Es el momento más solemne. En toda la Basílica un silencio impresionante. El Papa, de pie, con la mitra en la cabeza, desde su cátedra, en la plenitud de su Sagrado Magisterio, pronuncia con voz alta y clara la fórmula de canonización".

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Esta es la descripción que hiciera entonces el Boletín Salesiano en el número especial de junio-julio, en el que se narraban los momentos que precedieron la proclamación de la santidad de Don Bosco.

Estandarte de Don Bosco expuesto en el frente de la basílica vaticana con ocasión de su canonización, imagen realizada por el maestro Crida.

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La revista, iniciada por el mismo Don Bosco, dedicó los números anteriores y siguientes al 1° de abril, a la preparación, a la crónica de la canonización y a los diversos festejos y eventos celebrados en Roma y Turín.

Trabajos de colocación de la estatua de Don Bosco en la basílica de San Pedro

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En aquel número único especial de junio-julio del Boletín Salesiano fue publicada una  crónica detallada de aquel gran día de alegría para la Iglesia y la Familia Salesiana.

8 de abril de 1934 - Solemnes celebraciones en Turín en ocasión de la canonización de Don Bosco

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La elección de la fecha de la canonización, el día de Pascua, fue elegido "casi como coronación del año Santo", según mencionó el Papa Pío XI en la homilía del 1° de abril, y, ante la fuerte presencia aquel día de la Familia Salesiana, el Pontífice habló acerca del jubileo de los años 1933-1934, calificándolo como "un jubileo salesiano", un "año santo salesiano".

8 de abril de 1934 - Solemne Pontifical presidido por el Cardenal Maurilio Fossati, arzobispo de Turín, en la basílica de María Auxiliadora.

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El Papa, al describir el perfil y la obra del entonces nuevo santo, dijo también en su homilía: "todavía lo recordamos con inmensa alegría, en el lejano tiempo de nuestra juventud, por el consuelo y estímulo que significó en nuestros estudios, y con profunda admiración por las grandes obras que realizó y por sus eminentes virtudes".

El Papa pone a los misioneros como ejemplo del Evangelio dominical

Miles de fieles y peregrinos se reunieron este medio día en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras introductorias meditó sobre el pasaje del grano de trigo que muere y da fruto recordando que "solo así es posible librarse del dominio del pecado y vivir como hijos e hijas de Dios Padre".

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“Es esta la voluntad de Dios: darnos la vida eterna visto que la hemos perdido. Para que esto suceda es necesario que Jesús muera, como un grano de trigo que Dios Padre ha sembrado en el mundo. Solo así podrá germinar y crecer una nueva humanidad, libre del dominio del pecado y capaz de vivir en fraternidad, como hijos e hijas del único Padre que está en los cielos”, dijo el Santo Padre.

Reflexionando sobre el Evangelio de hoy, en el marco de su reciente visita a África, el Pontífice hizo notar que “no es más el tiempo de las palabras y de los discursos; ha llegado la hora decisiva, para la que el Hijo de Dios ha venido al mundo; no obstante su alma esté turbada, Él está disponible para realizar hasta el final la voluntad del Padre”.

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Asimismo el Papa agradeció a Dios y a cuantos de diferentes modos “colaboraron en la realización del viaje apostólico a África” y afirmó que por un lado le impresionó “la visible alegría en los rostros de la gente, el gozo de sentirse parte de la única familia de Dios”, y por otro lado “el fuerte sentido del sacro que se respiraba en las celebraciones litúrgicas, característica común a todos los pueblos africanos”.

“La visita me ha permitido ver y comprender mejor la realidad de la Iglesia en África en la variedad de sus experiencias y de los desafíos que debe afrontar en estos tiempos”, agregó el Pontífice.

Al final de su introducción a la Ángelus, Benedicto XVI relacionó la nueva humanidad con la experiencia de los cristianos en África afirmando: “Hemos experimentado que esta nueva humanidad está viva, si bien con sus límites humanos. Ahí donde los misioneros, como Jesús, continúan dando su vida por el Evangelio, se recogen frutos abundantes”.

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“Ha sido hermoso poder ver el fruto de su amor por Cristo y constatar el profundo reconocimiento que los cristianos les tienen. Demos gracias a Dios, y recemos a Santa María para que en el mundo entero se difunda el mensaje de la esperanza y del amor a Cristo”, concluyó el Papa.

Seguidamente rezó el Ángelus en latín, saludó a los peregrinos en diferentes idiomas e impartió su Bendición Apostólica.