sábado, 16 de febrero de 2008

Los Pastorcillos de Fatima

Vida de los beatos Francisco y Jacinta Marto

"...Al abrir la caja para efectuar la traslación, la comisión encargada para realizar el proceso verificó que la mayor parte del cuerpo de Jacinta estaba incorrupto..."

¡TIEMPO DE EJERCICIOS ESPIRITUALES!

Tiempo de re-encuentro:

Soledad,
Silencio,
Intimidad = contemplación.

Ejercicios Espirituales = Tiempo de re-encuentro en el Amor
En la Alianza = comunidad de amor.

Ejercicios Espirituales = Tiempo de re-encuentro en el amor.

Reconciliación
Consigo mismo = aceptación, unificación.
Con el Señor de mi vida = cristificación.
Con los Hermanos = fraternidad evangélica
Con la Realidad de la Vida = encarnación en la historia.

Ejercicios Espirituales = Tiempo de re-ubicación.

- Discernimiento de la vida
¿quién soy?
¿de dónde vengo?
¿adónde voy?
¿por dónde voy?
¿con quién voy?
- de mi caminar existencial cristiano

¿cómo estoy aquí y ahora?

Ejercicios Espirituales = Tiempo de trabajo lento y perseverante.

Ejercicios Espirituales = Tiempo que se me concede cada año, corto pero intenso,sereno pero profundo, arduo pero fructuoso.

Ejercicios Espirituales = Tiempo de:

Búsqueda incesante
Sinceridad traslúcida
Valentía clarividente
Confianza filial
Intimidad con el Amado
Entrega incondicional al Amado

Ejercicios Espirituales = Tiempo de dinámica Pascual
Crucificar con Cristo al Hombre Viejo,
Resucitar con Cristo al Hombre Nuevo.

Ejercicios Espirituales = Tiempo de Vida en el Espíritu
Vaciarse de sí mismo
Dejarse llenar del poder del Espíritu
Dejar a Jesús ser el Señor de mi vida = consagración
Disponerse a anunciar a Jesús Salvador = misión

LOS COOPERADORES ESTAMOS EN EJERCICIOS ESPIRITUALES, TENGANOS PRESENTES EN SUS ORACIONES.

El Papa comparte emotivas reflexiones al concluir sus Ejercicios espirituales


Al concluir este sábado los ejercicios espirituales dirigidos por el Cardenal Albert Vanhoye, Presidente emérito del Pontificio Instituto Bíblico, el Papa Benedicto XVI compartió unas breves pero intensas reflexiones sobre la necesidad de la renovación de la identidad sacerdotal.

El Pontífice destacó en sus palabras que “desde mi ángulo de visión siempre he tenido ante mis ojos la imagen de Jesús de rodillas frente a San Pedro para lavarle los pies”.

Esta imagen, dijo el Papa, “me ha hablado.
He visto que precisamente aquí, con este comportamiento, en este acto de extrema humildad se realiza el nuevo sacerdocio de Jesús.
Y se realiza precisamente en el acto de solidaridad con nosotros, con nuestras debilidades, nuestro sufrimiento, nuestras pruebas, hasta la muerte”.



El Santo Padre, siempre haciendo referencia al mismo mosaico, señala que “no podía no meditar en la figura de San Pedro con el dedo en la frente.
Es el momento en el cual le pide al Señor de lavarle no sólo los pies, sino la cabeza y las manos. Me parece que expresa — más allá del momento— la dificultad de San Pedro y de todos los discípulos de comprender la sorprendente novedad del sacerdocio de Jesús, de este sacerdocio que es precisamente abajamiento, solidaridad con nosotros, y así nos abre el acceso al verdadero santuario, el cuerpo resucitado de Jesús”.

El Pontífice recordó que “durante todo el tiempo de su discipulado, me parece, hasta su propia crucifixión, San Pedro ha debido escuchar nuevamente a Jesús, para entrar más en profundidad en el misterio de su sacerdocio, del sacerdocio de Cristo comunicado a los apóstoles y a sus sucesores”.



“En este sentido, prosiguió, la figura de Pedro me parece como la figura de todos nosotros en estos días”, agregó; al agradecer al Cardenal Vanhoye, que dirigió los Ejercicios espirituales, por “habernos ayudado a escuchar la voz del Señor, para aprender de nuevo qué es nuestro sacerdocio”.

El Papa concluyó deseando a todos los miembros de la Curia presentes “una buena Cuaresma, fecunda espiritualmente, para que podamos realmente llegar en la Pascua a una siempre más profunda participación en el sacerdocio de nuestro Señor”.

Mirando honestamente a la Compañía: luces y sombras

Escribe José J. Romero Rodríguez

En las paredes del Aula donde se reúne el pleno de la Congregación General se encuen-tran los retratos de los 27 primeros Padres Generales de la historia de la Compañía, empezando por San Ignacio y terminando por el P. Arrupe. El del P. Kolvenbach todavía no ocupa su lugar.



Mi sitio en el Aula, determinado por el orden alfabético, queda precisamente enfrente del retrato del P. Luis Martín, y tengo la sensación de que –¡muy serio!- me mira continuamente; ¿qué me querrá decir? Este español burgalés fue elegido en una Congregación General celebrada en Loyola, hecho único en la historia, y ocupó el cargo de 1892 a 1906.
Una de sus preocupaciones fue la de impulsar el estudio honesto de la historia de la Compañía, utilizando las fuentes documentales auténticas; para ello promovió la publicación del famoso “Monumenta Historica Societatis Iesu”; se trataba de vencer la perma-nente tentación de adoptar el estilo panegírico del que se había abusado en etapas anteriores de la historiografía jesuítica.

Precisamente una de las constantes de esta Congregación General 35 que más me impactan es la “honestidad” consigo misma de la universal Compañía aquí representada.

En todo momento se intenta evitar la autocomplacencia y se procura poner delante de los ojos tanto las luces como las sombras de nuestra situación actual, comenzando por el informe preceptivo sobre el estado de la Compañía (“de statu”), un documento importante que fue elaborado desde los mismos inicios por un grupo elegido al efecto y que fue utilizado para diseñar el perfil del nuevo general. Luces y sombras, así precisamente expresadas, aparecen también con frecuencia en los trabajos sectoriales, en los borradores de decretos o de proposiciones para el gobierno ordinario, en las discusiones de grupos específicos o en los debates plenarios en el aula.
Amamos mucho a la Compañía, ciertamente, pero sin dejar de ver que no somos perfectos, que no somos indispensables, que –como le dijo el P. General al Santo Padre en su entrevista- “la Iglesia puede existir sin la Compañía, pero la Compañía no puede existir sin la Iglesia”. Luces y sombras que reconocemos en nosotros mismos, los aquí congregados, porque no somos mejores que nuestros demás compañeros extendidos por todo el mundo.

No es, ni más ni menos, que la aplicación del examen de conciencia ignaciano recomendado en los ejercicios espirituales; damos gracias a Dios por todo el bien recibido, pedimos luz para ver con objetividad y serenidad nuestra situación, analizamos nuestras faltas (y nuestros puntos positivos), pedimos perdón y… hacemos propósito de enmienda.

Y todo esto ocurre en un contexto en el que, quizás más que en la vida ordinaria, vivimos con intensidad aquella realidad a la que se refería el primer párrafo del decreto 2 de la Congregación General 32 (1975): “¿Qué significa ser jesuita? Reconocer que uno es pecador y, sin embargo, llamado a ser compañero de Jesús, como lo fue San Ignacio”.
Quizás no venga mal recordar esto, precisamente, al comienzo de la Cuaresma.

Un Abrazo Fraterno José J. Romero Rodríguez SJ

“La Mano de Dios…”

ESCRIBE Rafael Velasco, sj

Tranquilos que no voy a hablar de Maradona y su gol con la mano (“la mano de Dios”, dijo él) a los Ingleses. Voy a referirme a otro tema.

Para cuando salga en tu blog, estaremos votando los dos primeros asistentes “ad providentiam” de los cuatro que la Congregación General elige para ayudar al Padre General en su Gobierno.
Los “ad providentiam”, son elegidos como representantes de la Compañía, para cuidar del P. General y ser su ayuda.
Es “la providencia” que la Compañía le brinda a su General.
La Providencia, para los jesuitas tiene rostro humano y manos de Compañero.

El día de la elección del P. Nicolás, presencié un diálogo ente dos jesuitas, mientras era el abrazo de felicitación al nuevo General.
Uno decía al otro: “Que Dios lo ayude a Adolfo” Y el otro le respondió: “Y que nosotros también lo ayudemos”.

De eso se trata: de ayudarlo; de ofrecerle las ayudas adecuadas para gobernar la Compañía y orientarla con entusiasmo en el servicio de la Misión de Cristo.

Junto con los asistentes regionales y otros consejeros, los “ad providentiam” formarán el consejo del P. General, el equipo que lo ayudará, que le dará una mano…o las dos, para gobernar la Compañía. Esta “providencia” que los jesuitas damos al General no nos exime, por cierto, de ayudarlo, cada uno de nosotros, no sólo con la oración, sino con nuestra entrega cotidiana a la misión, sin excusas, para amar y servir en todo a mayor gloria de Dios y no nuestra.

Hoy “le daremos una mano” al P. General, para que sienta que la mano de Dios que sostiene la Compañía también lo sostiene a él, a través de sus compañeros de camino y de consejo.

Una mano para la misión: para recordarnos a los jesuitas, que la Compañía, está llamada a ser también como una mano de Dios tendida para tantas y tantos que necesitan una razón para esperar, algo que los sostenga en el momento de la oscuridad.
La mano de Dios providente que siempre tiene –también para la Compañía- rostro humano.

Un Abrazo fraternal a Todos y Feliz jornada de Ejercicios Espirituales, los tendremos presentes en la Eucaristia, Rafael Velasco, sj.

Salim Daccache, SJ

Salim Daccache es el delegado de la provincia del Medio Oriente en la Congregación General.
Él es originario del Líbano.



Su trabajo en su país ha sido principalmente en educación, tanto a nivel de secundaria como universitario.
Su vida ha sido marcada por un contexto en el que los cristianos de varios ritos y tradiciones comparten espacio, cultura, e historia con el mundo musulmán.