miércoles, 28 de abril de 2010

En Cristo y en la Iglesia el sacerdote vive la caridad, afirma el Papa Benedicto XVI

En la Audiencia General de este miércoles, dedicada a dos santos presbíteros, San Leonardo Murialdo (1820-1900) y San José Benito Cottolengo (1786-1842), el Papa Benedicto XVI explicó que ambos constituyen modelos de la "profunda convicción de que no es posible ejercer la caridad sin vivir en Cristo y en la Iglesia".

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Al iniciar su catequesis, el Papa explicó que San Leonardo Murialdo, tras superar en su juventud una profunda crisis espiritual, se hizo sacerdote en la Turín de San Juan Bosco, que lo apreciaba mucho y gracias a él, entró en contacto con "los graves problemas de las clases más pobres, desarrollando una profunda sensibilidad social, educativa y apostólica, que lo llevó a dedicarse a una variedad de iniciativas para los jóvenes", explicó el Papa.

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"En 1873 fundó la Congregación de San José, cuyo fin apostólico fue desde el principio, la formación de los jóvenes, especialmente los más pobres y abandonados", agregó el Santo Padre, haciendo hincapié en que "el núcleo de la espiritualidad de Murialdo es la convicción del amor misericordioso de Dios: un Padre siempre bueno, paciente y generoso, que revela la grandeza y la inmensidad de su misericordia a través del perdón".

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San Leonardo, "subrayando la grandeza de la misión del sacerdote", que "debe continuar la obra de la redención, recordaba siempre tanto a sí mismo como a sus hermanos, la responsabilidad de una vida coherente con el sacramento recibido".

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Ese mismo "espíritu de caridad", continuó el Santo Padre, distingue la vida y la obra de San José Benito Cottolengo, fundador de la obra "La Pequeña Casa de la Divina Providencia", también llamada "Cottolengo". Desde muy joven "mostró gran sensibilidad hacia los pobres"; después de años de ministerio sacerdotal fructuoso, el encuentro con una joven enferma, madre de cinco hijos y a la que tuvo que asistir en la muerte, cambió su vida.

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"El Señor siempre pone señales en nuestro camino para guiarnos, conforme a su voluntad, a nuestro verdadero bien", resaltó Benedicto XVI.

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Desde aquel momento, San José "utilizó todas sus capacidades para dar vida a iniciativas de ayuda a los más necesitados, sabiendo involucrar en su empresa a decenas de colaboradores y voluntarios para afrontar juntos y superar las dificultades que se presentaban. Todo el mundo en la Pequeña Casa de la Divina Providencia tenía una tarea específica. Sanos y enfermos compartían las tareas diarias. Incluso la vida religiosa se organizaba de acuerdo con las necesidades y exigencias particulares".

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"Para los pobres y necesitados, San José fue siempre, como él mismo se definía, "el albañil de la Divina Providencia", recordó el Papa.

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"Estos dos sacerdotes santos –explicó el Santo Padre– vivieron su ministerio en la entrega total de su vida a los más pobres, a los más necesitados, a los últimos, encontrando siempre la raíz profunda, la fuente inagotable de su acción en su relación con Dios, buscando en su amor la profunda convicción de que no es posible ejercer la caridad sin vivir en Cristo y en la Iglesia".

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"¡Que su intercesión y su ejemplo sigan iluminando el ministerio de los muchos sacerdotes que se entregan generosamente a Dios y al rebaño que les han confiado, y nos ayuden a todos a entregarnos con alegría y generosidad a Dios y al prójimo!", concluyó.

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En su saludo en español, el Papa Benedicto se dirigió de manera particular "los miembros de la Congregación fundada por el Beato José Tous y Soler, acompañados por el Cardenal Antonio Cañizares y Monseñor Marcelo Arturo González, Obispo de Santa Clara, así como a los fieles venidos de España, México y otros países latinoamericanos. Inspirados por el ejemplo de los santos pastores, os invito a todos a seguir rezando por los sacerdotes, para que continúen entregándose con alegría y fidelidad en el cumplimiento de la misión que se les ha confiado.

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En sus saludos al finalizar la Audiencia General de este miércoles en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI recordó que este sábado 1 de mayo, es la fiesta de San José Obrero, "custodio de la Sagrada Familia y patrono de las personas que con su propio trabajo conquistan los medios para vivir".

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Sobre esta fiesta, el Santo Padre hizo votos para "que esta jornada sea una ocasión para profundizar en la reflexión sobre el sentido del trabajo y sobre su papel adecuado en la vida de las familias. Confío a los aquí presentes y a todos los trabajadores a la protección de San José".