martes, 4 de agosto de 2009

Las muñecas no son igual a los bebés

Los embarazos en adolescentes y niñas se han incrementado en los últimos años en El Salvador, esta es una entre las miles de historias de niñas que cambian dejan sus muñecas para cuidar bebés.

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Su cuerpo aún parece el de una niña en desarrollo. Y lo es, 14 años de vida y una hija de 9 meses convierten a Zaira en una niña que dejó las muñecas por un bebé real y que dejó los juegos de té para cambiar pañales y hacer pachas para su hija.

Zaira es una de las 4,732 adolescentes que el año pasado fueron atendidas en el hospital de Maternidad.

En 2008 las madres menores de 18 años fueron el 32% de los registros, entre las cuales 261 niñas tenían menos de 14 años, 50 casos más que en el 2007 cuando hubo 211 nombres en la lista.

De acuerdo con el Ministerio de Salud, esta situación afecta tanto a las madres como a los bebés, ya que hay una relación entre los hijos de madres adolescentes con el incremento de menores trabajando en situaciones precarias e ilegales como el trabajo sexual y la pornografía.

Cuando Zaira tenía 13 años, se sintió enamorada de un muchacho que a los tres meses de ser novios le pidió una prueba de su amor. “Como era guapo y tocaba en la banda de guerra del colegio le salían muchas novias”, dice Zaira.

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Ella accedió por miedo a que él la dejara por otra, sus amigas la asesoraron en todo: “Decile que termine afuera, que sea suave porque sos virgen, que no le ande contando a sus amigos y disfrútalo”, fueron las sentencias de sus “expertas consejeras”.

Para el día planeado Zaira se esmeró en su arreglo personal, hasta estreno ropa interior, dice, tal como le recomendó su prima. Ese día no entró a clases del portón principal de la escuela pública en Apopa se fue de la mano con su novio. Zaira sintió pena en el camino y en el motel también, pero pudo más la curiosidad que la vergüenza y los consejos de su madre.

Mientras el joven disfrutaba, relata que ella no sentía nada, “Solo pensaba en lo que me decía mi mamá, me acordaba de lo que me dijeron mis amigas y en un momento me arrepentí”, afirma. Sin embargo el arrepentimiento llegó tarde, el acto ya se había consumado.

La joven reconoce que  lo hizo sin saber nada. Zaira fue víctima de la falta de educación sexual y de la ignorancia.

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Al salir del lugar Zaira no habló. No tenía nada que decir, solo una sensación de vergüenza y la enorme curiosidad de preguntar a sus amigas ¿Eso es todo? ¿Así se siente? días después la vida borró (por unas semanas) aquel capítulo.

El joven ya había terminado con ella y a ella no le había importado, el entusiasmo por el joven se desvaneció. Una tarde mientras compraba en el mercado de Apopa con su madre, Zaira se desmayó. La madre asustada la llevó a la unidad de salud.

Luego de varias preguntas el doctor le dijo que tenía que hacerse unos exámenes, una anemia podría ser la causa de aquel desmayo, sin embargo los resultados dijeron que no había anemia.

La joven sabía que no había tenido el período, pero tenía miedo de decirle a su madre. Tres meses después su vientre se veía abultado. La madre la interrogó y obligó a hacerse una prueba de sangre. La prueba resulto positiva. Zaira lloró y su madre también.

El joven dijo no ser el responsable y acusó a Zaira de no ser virgen cuando él la tomó. “No metas en problemas vos ya ni eras virgen a saber de quién es el bichito y a mi me lo queres meter zorra”, fueron las palabras del joven.

Zaira lloró otra vez y le pidió a su madre que no la abandonara que ella quería tener a su bebé y que le ayudaría en el trabajo, la madre lo aceptó y la apoyó. En la escuela se burlaban de Zaira, sus amigas –Las que le dieron consejos-, la veían mal, las madres de otras niñas les prohibían a sus hijas que hablaran con ella pues la veían como un mal ejemplo.

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Zaira abandonó la escuela y se volvió un número más en la lista del 47% de madres adolescentes que provienen del área urbana y que abandona los estudios. El 53% restante pertenece a la zona rural, y también abandona los estudios.

Llegó el día del cumpleaños 14 de Zaira y su embarazo de ocho  meses fue su regalo. “Yo me sentía feliz porque los bebes son regalos de Dios”, dice. Una semana después, entre dolores y quejidos, nació la pequeña Emely. Su nacimiento contribuyó a incrementar el índice de nacimientos de madres adolescentes.

A pesar de su edad, el embarazo de Zaira transcurrió con normalidad al igual que el parto, sin embargo según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en su informe mundial del 2007 las niñas menores de 15 años tienen cinco veces más probabilidades de morir durante el embarazo.

“Era la mamá más joven ese día y los doctores de maternidad me decían: Si estas tiernita, estas todavía para jugar”, dice.

De acuerdo con la ginecóloga de Maternidad, Gina Cañas, el 8.5 de adolescentes sufre complicaciones a la hora del parto. El 20 % de las niñas embarazadas llegan a dar a luz, sin haber asistido a los controles prenatales, lo que aumenta los riesgos a la hora del parto.

Ahora Zaira sonríe con su pequeña en brazos, se ha dado cuenta que las muñecas no son igual que los bebés, pero  la maternidad le cambió la vida. Ahora trabaja en el negocio de su madre y de la escuela ya ni se acuerda. Su rostro infantil se ha tornado maternal y la responsabilidad de ser madre la ha convertido en una mujer. Zaira espera que su hija no tenga que pasar por la situación a la que ella se enfrento. “La voy a orientar para que estudie y sea una profesional, ser madre es lindo pero quiero que mi hija disfrute lo que no disfrute”, dice.

Zaira y su hija han engrosado la lista de familias a las que les espera un futuro incierto. Muy incierto.