jueves, 24 de junio de 2010

Tio Darí en la casa del Padre.

El día de hoy  Tío Darí ha sido llamado a la casa del Padre, sus restos serán velados en la Capilla de la planta baja de la Parroquia María Auxiliadora.

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El funeral del Tío Darí será mañana a las 2:00 pm., en la Parroquia María Auxiliadora, luego será enterrado en la cripta.

El Padre Darío Herrera (Tío Dary como le llamamos los que le conocemos) es un Sacerdote Salesiano que ha dado toda su vida por la salvación de las Almas juveniles de El Salvador.

Agradezcamos a Dios con nuestras oraciones el haber  tenido entre nosotros UN SACERDOTE SANTO.

DESCANSA EN PAZ TIO DARI.

Una Vida con Karol

Les recomiendo este libro: "UNA VIDA CON KAROL"

9788497346573_grande Su autor nada más ni nada menos que Don Stanislao Dziwisz Cardenal de Cracovia, secretario Personal durante 40 años de Juan Pablo II.

«Vendrás conmigo. Aquí podrás proseguir tus estudios y me ayudarás». Con estas palabras, el 8 de octubre de 1966, el arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, le pidió a un joven sacerdote polaco que se convirtiese en su secretario privado, cargo en el que le mantuvo también tras ser elegido Pontífice.

Desde entonces, don Stanislao Dziwisz ha compartido con Juan Pablo II todos los momentos decisivos de su vida, organizando su agenda cotidiana y recibiendo sus confidencias, escuchando sus pensamientos, sus preocupaciones. En este libro, junto al periodista Gian Franco Svidercoschi, Dziwisz recorre las etapas más significativas de la vida de Karol Wojtyla: desde su labor pastoral cuando era un joven obispo hasta su elección como Pontífice en 1978; desde su apoyo al sindicato Solidaridad al atentado del que fue víctima en 1981; desde la histórica Jornada de Oración por la Paz en Asís al Jubileo del 2000. Hasta abril de 2005, la última vez en que don Stanislao «veía su rostro», antes de cubrirlo con un velo de seda blanco y aguardar a que el ataúd de ciprés fuese cerrado.

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Pero el libro también es la crónica de la vida cotidiana del Papa, de sus frecuentes viajes apostólicos al extranjero, de las largas horas que transcurría rezando, de su enfermedad, que vivió como una realidad que debía ser aceptada y mostrada a los ojos de los demás sin rubores. Como trasfondo, un escenario histórico en transformación, sacudido por sucesos como la caída del Muro de Berlín o el 11-S.
Enriquecidas por numerosos detalles inéditos sobre la vida de Wojtyla (el Concilio Vaticano II y el Cónclave de 1978; las relaciones con el régimen comunista polaco y su encuentro con el hombre que atentó contra su vida, Alí Agca), estas páginas representan un testimonio único e imprescindible para comprender plenamente la extraordinaria figura de Juan Pablo II y el profundo significado de la herencia que nos ha legado.

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Aquí una probadita del libro, para picarles:

Prefacio
Aquel velo sobre su rostro...

Era la última vez que veía su rostro...
Sí, por supuesto, lo iba a volver a ver muchas otras veces, a todas horas, todos los días. Lo iba a seguir viendo con los ojos de la fe. Y, naturalmente, lo iba a seguir viendo con los ojos del corazón, de la memoria. De la misma forma en que iba a volver a sentir su presencia, aunque fuera de manera muy distinta a la que estaba acostumbrado.
Pero aquélla era la última vez que veía su rostro, cómo decirlo, físicamente. Humanamente. La última vez que veía al hombre que había sido como un padre y un maestro para mí. La última vez que veía su cuerpo, sus manos, pero, sobre todo, que veía su rostro. Y el rostro me recordaba su mirada, porque la mirada era lo primero que te impresionaba de él.
Por eso quería que aquel instante no se acabase nunca. Lo hacía todo muy lentamente, para alargar cada segundo, para prolongarlo hasta el infinito.
Hasta que, llegados a un cierto punto, noté que alguien tenía clavada su mirada sobre mí. Y entonces comprendí. Mi deber era...
Cogí aquel velo blanco y se lo coloqué, muy, muy despacio, sobre el rostro. Casi me daba miedo hacerle daño, como si aquel trozo de seda pudiese resultarle pesado, molestarle...
Por suerte, vinieron en mi ayuda las palabras.
Él estaba ya en la casa del Padre, podía al fin mirarle a los ojos. Su aventura terrenal había llegado a puerto.
Y, así, yo también me uní a las palabras de aquella plegaria. Y mientras rezaba, comencé a recordar. A revivir los cuarenta años que yo, un hombre insignificante, tocado por el , transcurrí junto a él, junto a Karol Wojtyla.
Hay una imagen de Karol Wojtyla que, más que otras, se ha quedado impresa en mis ojos y en mi corazón. Es la de su primer regreso, siendo ya Papa, a Polonia, en junio de 1979, y, en particular, la de su encuentro con los estudiantes universitarios.
Aquella mañana, con el Vístula al fondo y los primeros rayos de sol despuntando tímidamente, Varsovia estaba dulcísima. En cuanto el Papa empezó a hablar, la emoción nos embargó a todos. Cuando terminó, aquellos miles de jóvenes, como respondiendo al unísono a una orden dada, alzaron simultáneamente hacia Wojtyla las pequeñas cruces de madera que sostenían en las manos.
Entonces sólo capté el político que presagiaba aquel gesto. Comprendí que las nuevas generaciones polacas estaban vacunadas contra el comunismo y que, muy pronto, el país iba a verse sacudido por un terremoto.
Pero en aquel mar de cruces latía el germen de algo mucho más grande que una revolución popular. Latía un del que yo, entonces, no era aún plenamente consciente. Y que, en cambio, redescubrí veintisiete años después entre el interminable gentío que iba a darle su último adiós a Juan Pablo II.
De hecho, creo que era allí donde estaba el sentido profundo, y visible, de su herencia. Karol Wojtyla nos ha mostrado el rostro de Dios, el rostro humano de Dios, de la Encarnación. Es decir, ha sabido ser intérprete e instrumento de la paternidad divina.
Consiguiendo atenuar las distancias entre cielo y tierra, entre trascendencia e inmanencia. Y poniendo los cimientos de una nueva espiritualidad, de una nueva forma de vivir la fe en la sociedad moderna.
En aquella multitud latía el junto al que don Stanislao ha vivido durante cuarenta años. Y que ahora —él como testigo y yo como narrador— intentaremos, si no desvelar, sí al menos relatar.

DIA INTERNACIONAL DEL EXALUMNO SALESIANO

gastiniOK El nacimiento del Movimiento Exalumnos (Antiguos Alumnos), se origina en la iniciativa de un pequeño grupo de antiguos alumnos artesanos del primer Oratorio de Valdocco en Turín.

Guiados por el Jefe Encuadernador Carlos Gastini, se presentaron a Don Bosco el día de su onomástico, el 24 de junio de 1870, para expresarle su gratitud.

Con ellos estaba también el párroco turinés, P. Felice Reviglio, que acompañaba a algunos estudiantes.

Es el primer regalo de los alumnos a Don Bosco:
"DOS CORAZONES DE PLATA" en agradecimiento.

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Comenzaron a surgir las primeras uniones en Italia, después en el extranjero, sólo cuando, en 1908, bajo el impulso del Prefecto General de la Congregación, P. Filippo Rinaldi, nació la idea de una Federación Internacional de Exalumnos, preparando un Estatuto para ello.

El monumento a Don Bosco que aún hoy se admira en la Plaza de María Auxiliadora en Valdocco, fue uno de los resultados de las decisiones congresales de esos años.

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Comenzaron también las primeras reflexiones y las primeras orientaciones sobre la finalidad apostólica de la Asociación. En un encuentro de Dirigentes tenido en Turín en 1954 la "Federación Internacional" se transforma en "Confederación Mundial".

En 1956, con ocasión del primer Congreso Latino-Americano de Buenos Aires Argentina, se elabora el primer Estatuto, articulando la asociación en Uniones locales, en Federaciones Inspectoriales, Federaciones Nacionales y, a nivel internacional, en la Confederación Mundial.

Son aceptados en la Asociación también los exalumnos de religión no católica, como partícipes de los ideales de Don Bosco y destinatarios de los valores educativos de su sistema.

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La Asociación, además, se presenta como un instrumento, no secundario, de la difusión de la acción educadora de la Congregación, con los Exalumnos comprometidos en sus familias, en la escuela, en sus competencias específicas y sobre todo por medio de su testimonio. Una maduración progresiva, convalidada por una nueva teología del laicado, surgida de los documentos del Vaticano II, abre la Asociación, aún más claramente hacia el apostolado externo.

Ya en el Estatuto de los primeros tiempos se lee que los Exalumnos conscientes de la exigencia de conservar y desarrollar las enseñanzas recibidas en la escuela de Don Bosco, sienten el deber de difundir con su acción, individual y colectiva, el espíritu salesiano en el mundo".

FELICIDADES A TODOS LOS EXALUMNOS Y EXALUMNAS SALESIANOS.



¿Que le podemos ofrecer nosotros a nuestro padre?.