miércoles, 6 de febrero de 2008

Adios Padre Nicolás

El Adios del equipo de la JCEAO (Conferencia Jesuita de Asia del Este y Oceanía) Al Padre Nicolás.



Solíamos bromear con el Padre Nico acerca de su estancia en Roma, quizá era nuestra forma de abordar el peligro.
También era nuestra forma de decirle cuanto apreciábamos todo lo que su sencilla presencia estaba aportando a nuestras vidas.

Adolfo era el primero en llegar a la oficina cada mañana, y uno de los últimos en partir. Para él no había tiempo de siesta, el ruido de su teclado era continuo.

Aún así, cada mañana, a las 10.00h estaba listo para tomar un café o un poco de queso (que él mismo solía traer de Europa).

La conversación era siempre divertida, con historias de tantos hermanos suyos de todos los lugares del mundo. Y nunca faltaba una sonrisa.
Con él, las celebraciones de cumpleaños eran realmente entrañables.

A menudo compartía con nosotros alguna de las cartas que acababa de enviar, era su forma de tenernos informados. Siempre era interesantísimo ver cómo desarrollaba las ideas o con qué cariño y sabiduría acompañaba a personas que necesitaban apoyo o consejo.

Le tomábamos el pelo porque sabíamos que su elección entraba dentro de lo posible, pero esperábamos su vuelta.

Ahora únicamente nos queda una oficina vacía por limpiar, la espera por un nuevo jefe, y la confianza de que en algún momento el mismo Padre General pueda colgar su propia foto en nuestra pared.

Contribución de Fr. Tom Steinbugler, del boletín de información de Febrero de la Conferencia Jesuita de Asia del Este y Oceanía

Entrevista con Roberto Jaramillo, SJ

La misión de la Compañía de Jesús se extiende también por la Amazonía, area en la que trabaja Roberto Jaramillo.



Este jesuita colombiano tiene un doctorado en antropología de Paris, con la especialidad en las culturas amazónicas, y es el superior regional de la amazonía brasileña.
La experiencia de la Congregación General es una oportunidad para experienciar la vitalidad de la Compañía, que lejos de estar decayendo, aquí muestra su fuerza y juventud en regiones distintas a las tradicionales.

A continuación puede escuchar la entrevista en español con Roberto.

Darle play al link de abajo:

Salesianos Cooperadores del Ricaldone.



El pasado domingo se tuvo el RBM y una Asamblea Informativa en la Asociación de Salesianos Cooperadores del Centro Don Pedro Ricaldone.

Fue muy amena, y llena de espiritualidad, se nos informo de todos los planes pastorales para el año 2008, al finalizar se tomarón estas fotógrafias para la posteridad.

Se nos infomo que la Srita. Bruni salesiana Cooperadora, esta convaleciente, asi que todos estaremos muy pendientes de su situación.
Oremos por su recuperación.

Un Saludos Cordial a Todos mis Hermanos Salesianos Cooperadores.

Las Eucaristías en la Congregación de los Jesuitas.



Algunas de las misas de la Congregación en la compañia de Jesús han tenido una atención especial en la prensa debido a que han sido grandes celebraciones públicas que reúnen a todos los delegados.



Pero al margen de estas espectaculares celebraciones, la Eucaristía está siendo un punto central de la Congregación en el día a día.



La jornada de trabajo termina habitualmente a las 18.30h con una misa celebrada en grupos lingüísticos, lo que da oportunidad a una gran variedad de expresiones culturales y litúrgicas.



La Eucaristía es celebrada diariamente en inglés, francés y español, mientras que el grupo de habla alemana se reúne sólo en algunas ocasiones.



Es entonces, al final de la tarde, cuando resuenan por doquier en toda la curia los himnos tradicionales recordándonos la música de Bach.

El grupo de habla inglesa celebra la misa en la original capilla de San Fco de Borja, mientras que el grupo de habla francesa utiliza la magnífica capilla de la residencia Canisio, recientemente renovada por Marko Ivan Rupnik.



Los estilos litúrgicos son muy distintos de una celebración a otra, pudiéndose apreciar influencias de todos los rincones del mundo: Asiáticas, del Medio Oriente, Africanas, Europeas, y por supuesto del diverso continente americano.



Sean cuales sean las diferencias rituales o culturales, la Eucaristía está claramente en el centro del trabajo y la vida de cada uno de los miembros de la Congregación, así como lo es para toda la Compañía de Jesús.

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2008



“Nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, por vosotros se hizo pobre” (2Cor 8,9)

¡Queridos hermanos y hermanas!

1. Cada año, la Cuaresma nos ofrece una ocasión providencial para profundizar en el sentido y el valor de ser cristianos, y nos estimula a descubrir de nuevo la misericordia de Dios para que también nosotros lleguemos a ser más misericordiosos con nuestros hermanos. En el tiempo cuaresmal la Iglesia se preocupa de proponer algunos compromisos específicos que acompañen concretamente a los fieles en este proceso de renovación interior: son la oración, el ayuno y la limosna.

Este año, en mi acostumbrado Mensaje cuaresmal, deseo detenerme a reflexionar sobre la práctica de la limosna, que representa una manera concreta de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un ejercicio ascético para liberarse del apego a los bienes terrenales.

Cuán fuerte es la seducción de las riquezas materiales y cuán tajante tiene que ser nuestra decisión de no idolatrarlas, lo afirma Jesús de manera perentoria: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13).

La limosna nos ayuda a vencer esta constante tentación, educándonos a socorrer al prójimo en sus necesidades y a compartir con los demás lo que poseemos por bondad divina.
Las colectas especiales en favor de los pobres, que en Cuaresma se realizan en muchas partes del mundo, tienen esta finalidad.




De este modo, a la purificación interior se añade un gesto de comunión eclesial, al igual que sucedía en la Iglesia primitiva. San Pablo habla de ello en sus cartas acerca de la colecta en favor de la comunidad de Jerusalén (cf. 2Cor 8,9; Rm 15,25-27).

2. Según las enseñanzas evangélicas, no somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un medio de su providencia hacia el prójimo.
Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, los bienes materiales tienen un valor social, según el principio de su destino universal (cf. nº 2404).

En el Evangelio es clara la amonestación de Jesús hacia los que poseen las riquezas terrenas y las utilizan solo para sí mismos.
Frente a la muchedumbre que, carente de todo, sufre el hambre, adquieren el tono de un fuerte reproche las palabras de San Juan:

“Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1Jn 3,17).



La llamada a compartir los bienes resuena con mayor elocuencia en los países en los que la mayoría de la población es cristiana, puesto que su responsabilidad frente a la multitud que sufre en la indigencia y en el abandono es aún más grave.
Socorrer a los necesitados es un deber de justicia aun antes que un acto de caridad.

3. El Evangelio indica una característica típica de la limosna cristiana: tiene que ser en secreto.
“Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”, dice Jesús, “así tu limosna quedará en secreto” (Mt 6,3-4).

Y poco antes había afirmado que no hay que alardear de las propias buenas acciones, para no correr el riesgo de quedarse sin la recompensa de los cielos (cf. Mt 6,1-2). La preocupación del discípulo es que todo vaya a mayor gloria de Dios.

Jesús nos enseña: “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestra buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,16). Por tanto, hay que hacerlo todo para la gloria de Dios y no para la nuestra.

Queridos hermanos y hermanas, que esta conciencia acompañe cada gesto de ayuda al prójimo, evitando que se transforme en una manera de llamar la atención.

Si al cumplir una buena acción no tenemos como finalidad la gloria de Dios y el verdadero bien de nuestros hermanos, sino que más bien aspiramos a satisfacer un interés personal o simplemente a obtener la aprobación de los demás, nos situamos fuera de la óptica evangélica.
En la sociedad moderna de la imagen hay que estar muy atentos, ya que esta tentación se plantea continuamente. La limosna evangélica no es simple filantropía: es más bien una expresión concreta de la caridad, la virtud teologal que exige la conversión interior al amor de Dios y de los hermanos, a imitación de Jesucristo, que muriendo en la cruz se entregó a sí mismo por nosotros.

¿Cómo no dar gracias a Dios por tantas personas que en el silencio, lejos de los reflectores de la sociedad mediática, llevan a cabo con este espíritu acciones generosas de sostén al prójimo necesitado? Sirve de bien poco dar los propios bienes a los demás si el corazón se hincha de vanagloria por ello.

Por este motivo, quien sabe que “Dios ve en el secreto” y en el secreto recompensará no busca un reconocimiento humano por las obras de misericordia que realiza.

4. Invitándonos a considerar la limosna con una mirada más profunda, que trascienda la dimensión puramente material, la Escritura nos enseña que hay mayor felicidad en dar que en recibir (Hch 20,35).

Cuando actuamos con amor expresamos la verdad de nuestro ser: en efecto, no hemos sido creados para nosotros mismos, sino para Dios y para los hermanos (cf. 2Cor 5,15).

Cada vez que por amor de Dios compartimos nuestros bienes con el prójimo necesitado experimentamos que la plenitud de vida viene del amor y lo recuperamos todo como bendición en forma de paz, de satisfacción interior y de alegría. El Padre celestial recompensa nuestras limosnas con su alegría.

Y hay más: San Pedro cita entre los frutos espirituales de la limosna el perdón de los pecados. “La caridad –escribe– cubre multitud de pecados” (1P 4,8).

Como a menudo repite la liturgia cuaresmal, Dios nos ofrece, a los pecadores, la posibilidad de ser perdonados.

El hecho de compartir con los pobres lo que poseemos nos dispone a recibir ese don. En este momento pienso en los que sienten el peso del mal que han hecho y, precisamente por eso, se sienten lejos de Dios, temerosos y casi incapaces de recurrir a él. La limosna, acercándonos a los demás, nos acerca a Dios y puede convertirse en un instrumento de auténtica conversión y reconciliación con él y con los hermanos.

5. La limosna educa a la generosidad del amor.
San José Benito Cottolengo solía recomendar: “Nunca contéis las monedas que dais, porque yo digo siempre: si cuando damos limosna la mano izquierda no tiene que saber lo que hace la derecha, tampoco la derecha tiene que saberlo” (Detti e pensieri, Edilibri, n. 201).

Al respecto es significativo el episodio evangélico de la viuda que, en su miseria, echa en el tesoro del templo “todo lo que tenía para vivir” (Mc 12,44).

Su pequeña e insignificante moneda se convierte en un símbolo elocuente: esta viuda no da a Dios lo que le sobra, no da lo que posee sino lo que es. Toda su persona.

Este episodio conmovedor se encuentra dentro de la descripción de los días inmediatamente precedentes a la pasión y muerte de Jesús, el cual, como señala San Pablo, se ha hecho pobre a fin de enriquecernos con su pobreza (cf. 2Cor 8,9); se ha entregado a sí mismo por nosotros.

La Cuaresma nos empuja a seguir su ejemplo, también a través de la práctica de la limosna.
Siguiendo sus enseñanzas podemos aprender a hacer de nuestra vida un don total; imitándole conseguimos estar dispuestos a dar, no tanto algo de lo que poseemos, sino a darnos a nosotros mismos.

¿Acaso no se resume todo el Evangelio en el único mandamiento de la caridad? Por tanto, la práctica cuaresmal de la limosna se convierte en un medio para profundizar nuestra vocación cristiana.
El cristiano, cuando gratuitamente se ofrece a sí mismo, da testimonio de que no es la riqueza material la que dicta las leyes de la existencia, sino el amor.
Por tanto, lo que da valor a la limosna es el amor, que inspira formas distintas de don, según las posibilidades y las condiciones de cada uno.




6. Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma nos invita a “entrenarnos” espiritualmente, también mediante la práctica de la limosna, para crecer en la caridad y reconocer en los pobres a Cristo mismo.

Los Hechos de los Apóstoles cuentan que el Apóstol San Pedro dijo al hombre tullido que le pidió una limosna en la entrada del templo: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar” (Hch 3,6). Con la limosna regalamos algo material, signo del don más grande que podemos ofrecer a los demás con el anuncio y el testimonio de Cristo, en cuyo nombre está la vida verdadera.

Por tanto, que este tiempo esté caracterizado por un esfuerzo personal y comunitario de adhesión a Cristo para ser testigos de su amor.




María, Madre y Sierva fiel del Señor, ayude a los creyentes a llevar adelante la “batalla espiritual” de la Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la limosna, para llegar a las celebraciones de las fiestas de Pascua renovados en el espíritu. Con este deseo, os imparto a todos una especial Bendición Apostólica.

Vaticano, 30 de octubre de 2007

BENEDICTUS PP. XVI