sábado, 24 de enero de 2009

NOVENA A DON BOSCO, DIA 3.


VIDA INTERIOR DE SAN JUAN BOSCO

La vida interior no es mas que la convicción intima de que el hombre no tiene otro destino en este mundo que el de conocer, amar y servir a Dios, y la dedicación que hace de su vida a este supremo fin, sin olvidar que la vida de su alma es Jesucristo, puesto que sin el no puede hacer nada que sea agradable y meritorio ante los divinos ojos, ni puede reportar fruto alguno en las obras de celo que emprenda por la salvación de las almas.

Los santos así lo han comprendido, y han hecho de la vida interior o unión con Dios, el alma de toda su actividad.

Quien ha estudiado a Don Bosco solo a través de su intensa actividad, lo ha
definido: “un santo de acción”. Y en realidad lo fue.

Pero si alguno pensase que entregado por completo a un trabajo incesante de educación de la juventud y de reconstrucción cristiana y social, no se alimentase y viviese de la oración y de esta no hubiese hecho el punto de apoyo de toda su actividad, estaría en grande error.

Toda la vida de este hombre extraordinario fue oración y trabajo.

Su trabajo fue continua oración y la oración fue el fundamento y el alma de toda su obra.

Su vida estuvo siempre absorta en las cosas divinas y eternas, aun cuando tenía aquellas ocupaciones materiales que por su naturaleza parecen ser opuestas a las elevaciones del espíritu.

Por esto, en cualquier momento que se acudiese a él para pedirle consejo parecía que interrumpía los coloquios con Dios para escuchar lo que se le decía, y que Dios mismo le inspiraba los consejos que daba.

“La oración, -dice el gran pontífice Pío XI que conoció personalmente a nuestro santo, - fue una de las mas hermosas características de Don Bosco, y consistió en que estando presente a todas las cosas y ocupado en una serie continua de negocios y consultas, tuvo el espíritu fuera de aquellas cosas, siempre en alto, en donde nada podía perturbar la serenidad de su espíritu, en donde la calma reina siempre como soberana, de modo que en el se cumplía aquel principio de la vida cristiana: qui laborat orat, el que trabaja ora.

Esto ha sido lo que mas atrae la admiración sobre sus hijos, porque fue la característica del padre.

¿De donde, - continua el Sumo pontífice, - este gran Siervo de Dios, ha sacado aquella inagotable energía para llevar a cabo tantas obras? El secreto, el mismo lo ha manifestado en aquel lema tan repetido en toda obra Salesiana: Da mihi animas caetera tolle: Señor, dadme almas y llevaos todo lo demás”.

“Este es el secreto de su corazón, el amor a las almas; Pero amor verdadero porque
no era mas que el reflejo del amor que tenia a nuestro Señor Jesucristo; las almas él las veía en el corazón, en la sangre preciosísima de nuestro Señor Jesucristo, de modo que no había sacrificio o empresa que no se atreviese a llevar a cabo para ganar las almas, tan intensamente amadas de nuestro señor. Esta es precisamente, exclama conmovido el mismo sumo pontífice, la heroisisima particularidad de la figura de este gran amador de las almas, que se impone ahora mas que nunca a la atención y admiración de todos”.

Dios, y siempre Dios, era su pensamiento, su esperanza y su vida. “parecía, -dice
monseñor Anfossi, - que su espíritu estuviese continuamente absorto en la contemplación de Dios”.

Si queremos progresar rápidamente en la perfección y producir abundantes frutos de salvación en nuestros prójimos, vivamos como San Juan Bosco en intima unión con Dios, de lo contrario seremos sarmientos separados de la Vid.


CURACIÓN PRODIGIOSA

Asilo Bordaul, Versoul 11 de abril de 1888.
Revmo. señor Don Miguel Rua:

¡Gracias sean dadas a Maria Auxiliadora y a su fiel siervo Don Bosco!
La enferma por cuya salud le suplicamos mandara hacer una novena, se ha levantado el domingo por la mañana, ocho de abril, y no ha vuelto a sentir mal alguno.

Tiempo hacia que una úlcera en el estomago le ocasionaba dolorosos vómitos de Sangre. Hace ocho meses que para evitarlos, según prescripción médica solo tomaba leche.

Cuantas veces intento tomar un poco de caldo o de sopa, no pudo digerirlo; el pan le estaba absolutamente prohibido.

Con este régimen su debilidad llegó a ser extrema y aunque se vio libre de los vómitos, sentía tan fuertes dolores de estomago que casi le paralizaban el brazo derecho.

En tal estado recurrimos a Don Bosco, y rogamos a vuestra reverencia que mandara hacer una novena por la salud de la enferma.

En los primeros días de la novena, aumentárose sus padecimientos.
Parecía que Don Bosco quería extremar las cosas.

El día Séptimo volvieron aparecer los vómitos de sangre con más fuerza que nunca.
No pudiendo ella tomar nada, ni siquiera leche, creímos que había llegado la hora de prepararla a morir.
No obstante, la enferma esperaba sanar, y en presencia del medico nos dijo que se levantaría y que comería pan al día siguiente.

El doctor se sonrió, le recomendó que evitara todo movimiento, y ordenó que no se le diera más que leche.
Paso la noche muy mal hasta las cuatro de la mañana, hora en que se quedo dormida.

Después del breve sueño se despertó, y como no sintiera mal alguno, con gran
asombro de la comunidad se levantó, y se puso a comer un buen pedazo de pan tierno.

¡Estaba curada! Ya no sentía el más leve dolor.

Asistió a misa y a las vísperas y comió con nosotras.

Ocho meses hacía, repito, que solo podía comer leche.

Al día siguiente, esto es el lunes, último de la novena, nos dirigimos todas en romería a un santuario de la santísima Virgen, situado en una colina cercana; ¡al bajar la pendiente la enferme corría como un niño! No cabía la menor duda de que su curación era completa.

Continúa en buen estado, y esto nos prueba la bondad de la Reina del cielo que ha querido glorificar a su siervo Don Bosco concediendo esta gracia a nuestro asilo.

Sor Fulgencio, Superiora.

ORACION

¡Oh bienaventurado Don Bosco! Tú que a fin de continuar y extender siempre más tu santo apostolado, fundaste la sociedad salesiana y el instituto de hijas de Maria
Auxiliadora y les diste el lema:

“Templanza y trabajo”

Haz que los miembros de estas dos familias religiosas estén siempre llenos de tu espíritu y sean fieles imitadores de tus heroicas virtudes.
Así sea.

Padre nuestro, avemaría y gloria al padre…
San Juan Bosco Rogad por nosotros.

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