viernes, 28 de enero de 2011

NOVENA A DON BOSCO, DIA 7.

CONFIANZA DE SAN JUAN BOSCO EN LA DIVINA PROVIDENCIA


No se cansa Dios en las sagradas escrituras de asegurarnos la continua protección
que nos dispensa.
Dice que estará siempre con nosotros, que no nos abandonará nunca, que nos tiene escritos en sus manos, que si es posible que una madre se olvide de su hijo chiquito, en él no tendrá lugar tal olvido. Buscad, dice, el reino de Dios y su Justicia, todo lo demás se os dará por añadidura.

En vista de esto, exclama San Pedro: Poned toda vuestra solicitud en el Señor, porque el tiene cuidado de Vosotros.

A pesar de ser tan terminales estas aseveraciones del Señor, no nos acabamos de resolver a arrojarnos en los brazos amorosos del padre celestial; toso nos causa turbación e inquietud, olvidando que vivimos bajo el manto amoroso de la divina providencia.

Los santos no incurrieron en este error; precisamente la confianza en Dios es uno de sus distintivos; sin ella no puede haber verdadera santidad.

San Juan Bosco tuvo en alto grado esa confianza; es el santo de la calma imperturbable y del abandono absoluto en las manos de Dios.
Con frecuencia repetía: “Don Bosco es pobre, pero Dios lo puede todo.

El que tiene cuidado de los pajarillos del cielo nos dará lo que necesitamos.
Ah, gente de poca fe” -
decía a los que lo dudaban

– “¿Cuándo nos ha faltado algo? Con la ayuda de esta amorosa providencia, hemos podido edificar iglesias, fundar casas, proveerlas de todo lo necesario y alimentar a nuestros numerosos asilados; de esta obra, Don Bosco no es mas que un humilde instrumento, el artífice es Dios.

Toca pues al artífice, y no al instrumento proveer los medios necesarios y consolidar la obra; nosotros debemos solamente mostrarnos dóciles, dejándonos manejar por el artífice”.

El porvenir no le preocupaba, las deudas no lo abrumaban, las urgentes necesidades lo mantenían en una calma perfecta de espíritu, porque confiaba firmemente en aquel Dios que nos manda decirle todos los días: el pan nuestro de cada día dánosle hoy.

Dios nunca se retiró de su fiel siervo; no esperó en vano en el Señor; a tiempo oportuno, cuando faltaban los socorros humanos, llegaba el auxilio divino, por medios inesperados y prodigiosos.

“Orad” – decía a los niños cuando ocurría alguna necesidad – “y el que pueda recibir la santa comunión; necesito conseguir una gracia de la Virgen, ya os diré cual es”.

En efecto: a los pocos días les decía:

“La santísima virgen hoy mismo nos ha obtenido el señalado favor que le pedimos, démosle gracias y continuemos nuestras oraciones, que el Señor no nos abandonará jamás”.

Estando en una ocasión hospedado con su secretario don Viglietti en el palacio episcopal de Pinerolo, vino un criado a traerle dos Cartas; don Bosco las leyó y se puso a llorar. Asustado el secretario le preguntó la causa del llanto.

“¡Cuánto nos favorece la virgen Santísima!”, contesto; “Mira en esta carta se nos exige el pago del préstamo de unas treinta mil liras, y esta otra es de una noble señora de Bélgica, que nos manda treinta mil liras, para que las gastemos en lo que creamos de mayor gloria de Dios”.

Son a centenares los hechos con que la divina providencia quiso pagar la confianza que el santo había puesto en la generosidad del padre celestial.

A imitación de San Juan Bosco, pongamos nuestra confianza en Dios y experimentemos como él, los amorosos influjos de la divina providencia.


CURACION INSTANTÁNEA.

Catalina Pilenga Lafranchi padecía diátesis artrítica.
El artritismo había interesado de modo especial pies y rodillas, con lesiones orgánicas y en forma gravísima, desde el aspecto funcional, aunque sin que peligrase su vida.

Habiendo resultado inútiles diversas curas que desde 1903 se le fueron aplicando, fue a Lourdes dos veces y no habiendo conseguido el efecto deseado ni siquiera la segunda vez, antes de abandonar el célebre santuario, en mayo de 1931, dirigió a la santísima Virgen una suplica en estos términos:

“Ya que aquí no he obtenido la salud, concededme al menos, por la devoción que tengo a Don Bosco, que sea él quien me la obtenga en Turín”.

La invocación al santo y la confianza en la mediación universal de Maria, resultan aquí evidentes.

Al regresar de Francia, hallándose la pobre enferma en el infeliz estado que de ha dicho, visitó la basílica de Maria Auxiliadora en Turín, el día seis de Mayo.

Ayudada por una hermana suya y por el cochero, bajó del carruaje, entro en el templo, y sentase para orar ante la urna que contiene el cuerpo de San Juan Bosco.

Momentos después, pósese de rodillas y permanece así veinte minutos, se levanta, camina hacia el altar de la virgen, y vuelve a arrodillarse.

Operase entonces en su ánimo una fuerte reacción y dice que se siente curada. Así es en efecto; sin requerir ayuda de nadie y ante la estupefacción de todos los que la habían conocido imposibilitada, anda libremente por sus pies, baja las escaleras; sube al coche, todo sin la menor dificultad.

Hasta el momento presente la curación sigue siendo perfecta, conforme acreditan los tres peritos de la Sagrada Congregación de Ritos, quienes de acuerdo con los médicos de la favorecida, han reconocido el milagro.

ORACION

Oh bienaventurado Juan Bosco que, en medio de tantas pruebas y contradicciones, te mantuviste firme e inquebrantable y esperaste, con toda esperanza humana, llevar a cabo la obra que el señor te encomendó: Alcánzanos la gracia de que confiado cada vez más en la bondad misericordiosa de Jesús, descansemos seguros en sus amorosos brazos en el tiempo y en la eternidad. Así sea.

Padre nuestro, avemaría y gloria al padre…

San Juan Bosco Rogad por nosotros.

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