lunes, 23 de noviembre de 2009

Optar por Cristo no garantiza éxito mundano pero asegura auténtica paz, dice Benedicto XVI

Un nutrido número de fieles y peregrinos se dio cita este mediodía en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras introductorias recordó que optar por Cristo no garantiza el éxito mundano, pero sí asegura el gozo y la paz que sólo el puede dar.

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“Jesús, en cuanto Hijo de Dios, se ha entregado libremente a su pasión, y la cruz es el signo paradojal de su realeza, una realeza que consiste en la victoria de la voluntad de amor de Dios Padre sobre la desobediencia del pecado”, dijo el Santo Padre en el día en que la Iglesia celebra la Solemnidad de Cristo Rey.

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Reflexionando sobre la relación entre la resurrección y la fiesta de hoy, el Santo Padre resaltó que justamente “en el ofrecerse en el sacrificio de expiación, Jesús es el Rey universal, como Él mismo dirá cuando se aparece a sus Apóstoles tras la resurrección: ‘Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra’”.

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“¿En qué consiste el ‘poder’ real de Jesús?” se preguntó el Pontífice. Respondiendo dijo: “no es el de los grandes de este mundo; es el poder divino de dar la vida eterna, de liberar del mal, de vencer el dominio de la muerte. Es el poder del Amor, que sabe obtener el bien del mal, enternecer un corazón endurecido, llevar a la paz el conflicto más duro, encender la esperanza en la oscuridad más densa”.

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“Este Reino de la Gracia –continuó el Papa– nunca se impone, respeta siempre nuestra libertad. Cristo ha venido para ‘dar testimonio de la verdad’. Ante toda conciencia se hace necesaria una decisión: ¿A quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno? ¿La verdad o la mentira? Optar por Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, mas asegura aquella paz y aquel gozo que solo Él puede dar".

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"Lo demuestra la experiencia, en toda época, de tantos hombres y mujeres que en nombre de Cristo, de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a la atracción de los poderes terrenos hasta demostrar con el martirio su fidelidad”.

Seguidamente el Papa rezó el Ángelus, saludó a los peregrinos presentes en diversos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.

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