lunes, 7 de septiembre de 2009

Sólo Cristo transforma "desierto" del corazón humano, dice el Papa Benedicto XVI

Al presidir ayer por la mañana la Eucaristía en la llamada "Ciudad de los Papas", la localidad italiana de Viterbo en la visita pastoral que realiza, el Papa Benedicto XVI alentó a los fieles a evangelizar el "desierto" del corazón humano porque solo Cristo es capaz de transformarlo para vencer la dureza generada por "la indiferencia y el egoísmo".

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Ante miles de fieles reunidos en la explanada del Valle Faul, el Santo Padre explicó que en la primera lectura de este domingo, el profeta Isaías alienta a los "pobres de corazón" y anuncia que con el Señor, "todo renace y todo revive porque sus aguas beneficiosas irrigan el desierto".

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"El ‘desierto’, en su lenguaje simbólico, puede evocar los eventos dramáticos, las situaciones difíciles y la soledad que no raramente marca la vida, el desierto más profundo es el corazón humano, cuando pierde la capacidad de escuchar, de hablar, de comunicarse con Dios y con los otros. Se hace uno ciego porque es incapaz de ver la realidad, se cierran los oídos para no escuchar el grito de quien implora ayuda, se endurece el corazón en la indiferencia y el egoísmo".

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Pero ahora, dice Isaías, "todo está destinado a cambiar, esta ‘tierra árida’ de un corazón cerrado será irrigada por una nueva linfa divina. Y cuando el Señor viene, a los pobres de corazón de toda época les dice con autoridad: ‘¡Ánimo, no teman!", prosiguió el Papa.

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Refiriéndose luego al pasaje del Evangelio de San Marcos en el que Jesús cura a un sordomudo, el Santo Padre afirmó que "podemos ver en este ‘signo’ el deseo ardiente de Jesús de vencer en el hombre la soledad y la incomunicabilidad creadas por el egoísmo, para dar paso a una nueva ‘humanidad’, la humanidad de la escucha y de la palabra, del diálogo, de la comunicación y de la comunión con Dios".

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"Una humanidad ‘buena’ –explicó el Papa– como buena es toda la creación de Dios, una humanidad sin discriminaciones, sin exclusiones para que el mundo sea verdaderamente y para todos campo de genuina fraternidad, en la apertura del amor por el Padre común que nos ha creado y nos ha hecho sus hijos e hijas".

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El Pontífice oró también para que "¡Cristo, que en el Evangelio vemos abrir los oídos y desatar el nudo de la lengua del sordomudo, desbloquee tu corazón y te dé siempre la alegría de la escucha de su Palabra, el coraje del anuncio de su Evangelio, la capacidad de hablar con Dios y hablar así con tus hermanos y hermanas, y finalmente el coraje del descubrimiento de su Rostro y su belleza!"

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Benedicto XVI resaltó luego una triple tarea para los cristianos: la educación de las nuevas generaciones, el testimonio de la fe y la atención a los signos de Dios. Asimismo indicó que "como afirma el Concilio Vaticano II, el cristiano está llamado a ser ‘ante el mundo un testimonio de la resurrección de la vida del Señor Jesús y un signo del Dios vivo’".

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"Debe serlo –continuó– en primer lugar el sacerdote que Cristo ha elegido todo para él. ¡En este Año Sacerdotal, recen con más intensidad por los sacerdotes, por los seminaristas y por las vocaciones, para que sean fieles a su vocación! Signo del Dios vivo debe serlo, también, toda persona consagrada y todo bautizado".

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El Santo Padre exhortó luego a los fieles laicos, a los jóvenes y las familias a "no tener miedo de vivir y testimoniar la fe en los distintos ámbitos de la sociedad, en las múltiples situaciones de la existencia humana".

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"Se suceden las épocas de la historia, cambian los contextos sociales, pero no muta y no pasa de moda la vocación de los cristianos a vivir el Evangelio, en solidaridad con la familia humana, al paso con los tiempos: ya sea con el esfuerzo social, el servicio que le es propio a la acción política, o con el desarrollo humano integral", añadió el Papa.

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Finalmente y luego de proponer el ejemplo de los santos de esta región: Lorenzo, Valentino, Hilario, Rosa, Lucia, Bonaventura y muchos otros, el Santo Padre señaló que "nuestra Madre común María, que veneran con el título de Virgen de la Quercia, Patrona de esta diócesis", interceda con estos santos en la tarea de "custodiarlos en la unidad para ¡Alimentar en cada uno el deseo de proclamar, con las palabras y las obras, la presencia del amor de Cristo!.

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