miércoles, 10 de junio de 2009

Entender las Escrituras supone un ejercicio de conversión, explica el Papa

El Papa Benedicto XVI afirmó que una correcta interpretación de las Sagradas Escrituras supone el ejercicio de “cultivar una disponibilidad constante a la conversión”.

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En la audiencia general de hoy miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre habló sobre Juan Escoto Eriúgena, "un destacado filósofo del Occidente cristiano", nacido en Irlanda en los inicios del 800 y fallecido alrededor del 870.

El Papa recordó las enseñanzas de Escoto, según las cuales la Escritura "fue dada por Dios para que el ser humano pudiera recordar todo lo que le había sido grabado en el corazón desde el momento de su creación "a imagen y semejanza de Dios" y que la caída original le había hecho olvidar. Gracias a la Escritura -escribe Escoto-, nuestra naturaleza racional puede ser introducida en los secretos de la auténtica y pura contemplación de Dios".

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"La palabra de la Sagrada Escritura -añadió el pontífice- purifica nuestra razón un poco ciega y nos ayuda a volver al recuerdo de lo que nosotros, como imagen de Dios, llevamos en nuestro corazón herido por el pecado".

El Papa subrayó que de estas ideas "derivan algunas consecuencias hermenéuticas que pueden indicar también hoy el camino justo para una correcta interpretación de las Escrituras. Se trata de descubrir el sentido escondido en el texto sagrado y esto supone un ejercicio interior particular, gracias al cual la razón se abre el camino seguro a la verdad. Este ejercicio consiste en cultivar una disponibilidad constante a la conversión".

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"El reconocimiento adorante y silencioso del Misterio divino es el único camino para una relación con la verdad, que sea la más íntima posible y la más escrupulosamente respetuosa de la alteridad", indicó.

El Santo Padre explicó que Escoto se estableció en la corte del rey francés Carlos el Calvo. "Tenía una cultura patrística, tanto griega como latina, de primera mano. Demostró una atención muy particular a San Máximo el Confesor y, sobre todo, a Dionisio el Areopagita, al que calificaba como el "autor divino" por excelencia y por eso sus escritos fueron una fuente eminente de su pensamiento. Tradujo sus obras al latín y grandes teólogos de la Edad Media como San Buenaventura las conocieron gracias a esa versión. Se dedicó toda su vida a profundizar y desarrollar su pensamiento".

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"En realidad, el trabajo teológico de Juan Escoto no tuvo mucha suerte. No solo el final de la era carolingia hacía olvidar sus obras, sino también una censura de la autoridad eclesiástica ensombrecía su figura. En realidad, Escoto representa un platonismo radical que a veces parece acercarse a una visión panteísta, aunque si sus intenciones personales y subjetivas eran siempre ortodoxas", agregó. 

Entre las obras del teólogo irlandés, continuó, "vale la pena recordar en particular el tratado "sobre la división de la naturaleza" y "las exposiciones sobre la jerarquía celeste de San Dionisio".

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Benedicto XVI señaló que Escoto "desarrolla reflexiones teológicas y espirituales estimulantes, que podrían sugerir interesantes estudios también a los teólogos contemporáneos". En este sentido se refirió a sus escritos "sobre el deber de ejercer un discernimiento apropiado acerca de lo que se presenta como "auctoritas vera", o del compromiso de seguir buscando la verdad hasta alcanzar alguna experiencia en la adoración silenciosa de Dios".

Finalmente, destacó que "todo el pensamiento teológico de Juan Escoto es la demostración más clara del intento de expresar lo inefable de Dios, basándose únicamente en el misterio del Verbo hecho carne en Jesús de Nazaret".

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