Al presidir una multitudinaria Eucaristía este V Domingo de Pascua y Domingo del Buen Pastor, el Papa Benedicto XVI recordó que las mujeres son y deben ser en las familias “portadoras de amor, maestras de misericordia y artesanas de paz” sin olvidar nunca su intrínseca dignidad que debe ser siempre respetada.
En el Estadio Internacional de Ammán, el Santo Padre se refirió al Año de la Familia que actualmente se celebra en Tierra Santa y destacó que en este tiempo se ha reflexionado “en la familia como un misterio que dona amor, querido en el plan de Dios con su propio llamado y misión: irradiar el amor Divino que es la fuente y el cumplimiento de los otros amores de nuestras vidas”.
Tras alentar a que “cada familia cristiana crezca en fidelidad a su noble vocación de ser una verdadera escuela de oración, en donde los niños aprendan el amor sincero de Dios”, el Santo Padre resaltó que un aspecto importante de reflexión en este Año de la Familia ha sido “la particular dignidad, vocación y misión de las mujeres en el plan de Dios”.
Luego de precisar que la “Iglesia en estas tierras le debe mucho al paciente, amoroso y fiel testimonio de incontables madres cristianas, religiosas, maestras, doctoras y enfermeras”, Benedicto XVI indicó, en el domingo en el que en muchos países se celebra el Día de la Madre, que “desde las primeras páginas de la Biblia, vemos que el hombre y la mujer, creados a imagen de Dios, están llamados a complementarse mutuamente como servidores de los dones de Dios y compañeros al comunicar su don de la vida, física y espiritual, a nuestro mundo”.
“Tristemente, la dignidad dada por Dios y el papel de las mujeres no ha sido siempre comprendido ni estimado lo suficiente. La Iglesia y la sociedad como un todo, se han dado cuenta de que necesitamos urgentemente lo que mi predecesor Juan Pablo II llamó ‘carisma profético’ de las mujeres como portadoras de amor, maestras de misericordia y artesanas de paz, llevando calor a la humanidad y al mundo que con mucha frecuencia juzga el valor de las personas con criterios fríos de uso y provecho”.
“Con su testimonio público de respeto por las mujeres –continuó el Papa– y su defensa de la dignidad de toda persona humana, la Iglesia en Tierra Santa puede hacer una contribución importante al avance de una cultura de verdadera humanidad y a la construcción de la civilización del amor”.
Al hablar luego de la fidelidad de los cristianos en Tierra Santa a su misión y a sus raíces en estos santos lugares, el Pontífice explicó que ésta requiere un particular tipo de valor: “el coraje de la convicción, nacida de la fe personal, que no es solamente una convención social ni una tradición familiar, el coraje de comprometerse en el diálogo y trabajar codo a codo con otros cristianos en el servicio del Evangelio y de la solidaridad con los pobres, los desplazados y la víctimas de profundas tragedias humanas, el coraje de construir nuevos puentes para generar el fecundo encuentro de personas de diferentes religiones y culturas, y así enriquecer el tejido de la sociedad”.
Esto también significa, añadió, “ser testimonio del amor que nos inspira a ‘sacrificar’ nuestras vidas al servicio de los otros, y así contrastar maneras de pensar que justifican ‘acabar’ con vidas inocentes”.
Al recordar que hoy la Iglesia en Jordania celebra la Jornada de Oración por las Vocaciones, Benedicto XVI se dirigió a los jóvenes presentes y los exhortó a que “consideren de qué manera el Señor los está llamando a seguirlo y construir así su Iglesia. Ya sea en el ministerio sacerdotal, en la vida consagrada o en el sacramento del matrimonio, Jesús los necesita para hacer que su voz se escuche y para trabajar por el crecimiento de su Reino”.
Destacando luego al Señor Jesús como el Buen Pastor, el Santo Padre instó a los presentes a “seguirlo con alegría dejándose que os guíe en todos vuestros caminos. Jesús sabe los desafíos que enfrentan, las pruebas que soportan y el bien que hacen en su nombre. Confíen en Él, en su amor duradero por todos los miembros de su rebaño y perseveren en su testimonio hasta el triunfo de su amor”.
Finalmente el Papa hizo votos para que “San Juan Bautista, Patrono de Jordania, y María, Virgen y Madre, os sostengan con su ejemplo y oraciones, y los guíen a la plenitud de la alegría en los pastos eternos en donde experimentaremos para siempre la presencia del Buen Pastor y conoceremos para siempre las profundidades de su amor”.
Al concluir la Eucaristía que presidió ayer en el Estadio Internacional de la capital jordana, el Papa Benedicto XVI rezó el Regina Coeli con los presentes y resaltó que “el supremo ejemplo de virtud femenina” como “portadora de amor, maestra de misericordia y artesana de paz” es la Virgen María, “Madre de Misericordia y Reina de la Paz”.
Seguidamente el Papa instó a los presentes a “buscar su maternal intercesión por todas las familias de estas tierras, que ellas sean verdaderamente escuelas de oración y escuelas de amor. Pidámosle a la Madre de la Iglesia que mire con misericordia a los cristianos de estas tierras y con la ayuda de sus oraciones, que ellos lleguen a ser uno en la fe que profesan y de la que dan testimonio”.
“Pidámosle a ella que respondió tan generosamente al llamado del ángel y que aceptó su vocación de convertirse en la Madre de Dios, para que les dé valor y fortaleza a todos los jóvenes que hoy disciernen vocación, para que ellos muy generosamente se dediquen a cumplir la voluntad del Señor”.
Finalmente el Papa resaltó que este tiempo de Pascua, “con el Regina Coeli nos dirigimos a la Bienaventurada Virgen. Como fruto de la Redención obtenida por la muerte y resurrección de su Hijo, ella también fue elevada a la gloria eterna y coronada Reina del Cielo. Con gran confianza en el poder de su intercesión, con alegría en nuestros corazones y con amor por la siempre gloriosa Virgen Madre, nos volvemos hacia ella y le pedimos sus oraciones”.
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