No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme; basta que me ames mucho. Háblame sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como hablarías a tu madre, o a tu hermano.
La Comunión espiritual
Muchos autores espirituales la han recomendado: santa Teresa de Jesús, Tomás de Kempis, san Alfonso María, san Alonso Rodríguez, El Santo cura de Ars, San Juan Bosco, etc. como medio para crecer en el amor a Dios y remedio para cuando el amor se enfría. No hay una fórmula concreta para practicar esta devoción, que debe de contener algunos elementos: un acto de fe (creo que estás aquí), un acto de amor a Jesús Sacramentado (Te amo sobre todas las cosas), una acción de gracias por haberse quedado con nosotros y un acto de deseo (quisiera recibirte). En la vida diaria, a veces lo que más importa es la intención, el deseo, aunque luego no se pueda hacer lo que se deseaba realizar.
Una fórmula popular breve es: Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre; con el espíritu y fervor de los Santos.
Don Bosco tenía por máxima para educar a sus jóvenes la piedad.
La oración, he aquí la primera cosa. Más, con la oración el trabajo.
Entre estas obras de piedad, estaba la misa cotidiana con las oraciones ordinarias y el Rosario, triduos, novenas, fiestas, etc. Sobre esto insistía mucho sin mirar las necesidades del trabajo. Pero en modo particular, daba importancia a la confesión y a la comunión.
Acordaos bien, decía a menudo, que el primer método para educar bien, es hacer buenas confesiones y buenas comuniones.
Son dos las columnas de la vida espiritual, nos decía. La devoción a María Santísima, manifestada en el rezo del Rosario y la devoción a Jesús Eucaristía, demostrada particularmente con la frecuente comunión.
Ángel Orsenigo SC.
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