lunes, 28 de julio de 2008

Los jóvenes están llamados a ser apóstoles de jóvenes, dice el Papa.

Durante el tradicional rezo del Ángelus en Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI recordó agradecido la experiencia de la reciente Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Sydney, que describió como  una gran peregrinación de fe para construir de la civilización del amor.

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El Santo Padre describió el evento como “una extraordinaria experiencia” que le permitió “ver el rostro joven de la Iglesia. Era como un mosaico multicolor, formado por chicos y chicas provenientes de todos los rincones de la tierra, todos reunidos por la única fe en Jesucristo”

El Para recordó luego la expresión con que la gente en Australia denominaba a los participantes de la JMJ: “jóvenes peregrinos del mundo”, recogiendo la esencia de estas Jornadas internacionales iniciadas por el Siervo de Dios Juan Pablo II. “Estos encuentros de hecho forman la etapa de una peregrinación a través del planeta, para manifestar cómo la fe en Cristo nos hace a todos hijos de un único Padre que está en los cielos, y constructores de la civilización del amor”.

“La característica propia del encuentro de Sydney fue la toma de conciencia de la centralidad del Espíritu Santo, protagonista de la vida de la Iglesia y del cristianismo”; dijo el  Pontífice, al recordar que  durante la gran celebración eucarística del pasado domingo “administré  el Sacramento de la Confirmación a 24 jóvenes de varios continentes, invitando a todos los presentes a renovar la promesa bautismal”.

“De este modo esta Jornada Mundial se transformó en un nuevo Pentecostés, de la que parte la misión de los jóvenes, llamados a ser apóstoles de sus coetáneos, como tantos santos y beatos, y en particular como el beato Pier Giorgio Frassati, cuyas reliquias, colocadas en la catedral de Sydney, fueron veneradas por una continua peregrinación de jóvenes. Cada chico y chica fue invitado a seguir su ejemplo, a compartir la experiencia personal de Jesús, que cambia la vida de sus ‘amigos’ con la fuerza del Espíritu Santo, el Espíritu del amor de Dios”.

Benedicto XVI concluyó agradeciendo a los obispos de Australia, especialmente al Cardenal George Pell, así como a todas las autoridades y a quienes, desde todo el mundo, rezaron por el evento.

“Que la Virgen María recompense a cada uno con las gracias más bellas. A María encomiendo también el período de reposo que transcurriré desde mañana en Bressanone, entre las montañas del Alto Adige. ¡Permanezcamos unidos en la oración!”, concluyó el Pontífice.

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