sábado, 22 de enero de 2011
NOVENA A DON BOSCO, DIA 1.
FUNDADOR DE LAS OBRAS SALESIANAS.
Para obtener más fácilmente las gracias que se desean, San Juan Bosco aconsejaba
la frecuencia de los sacramentos durante la novena y hacer o prometer alguna oferta para las obras salesianas.
Acto de contrición.
ORACIÓN
Oh bienaventurado Juan Bosco, apóstol incansable de la devoción a Maria Auxiliadora y tan amado de ella que sin dilación alguna obtenías de su bondad todo lo que le pedías.
Tu, que fuiste tan compasivo de las humanas desventuras que, cuando morabas en la tierra no había persona alguna que recurriese a ti sin que fuese benignamente escuchada, ahora que estas en los cielos en donde la caridad se perfecciona, míranos con piedad y misericordia, ya que tan necesitados estamos de tu socorro; haz descender sobre nosotros y nuestras familias las maternales bendiciones de María Auxiliadora; alcánzanos todas aquellas gracias espirituales y temporales que mas necesitamos, especialmente la de gozar de la amistad divina, de evitar todo pecado, de amar con fiel ternura a la virgen Maria, y, por ultimo, el señaladísimo favor que te pedimos en esta novena, si fuere para mayor gloria de Dios, y bien de nuestra alma.
Así sea.
HUMILDAD HERIOCA DE SAN JUAN BOSCO.
Aprended de mí, dice Jesucristo, que soy manso y humilde de Corazón y hallareis descanso para vuestras almas.
Toda la vida de nuestro divino salvador fue una continua enseñanza de todas las virtudes, pero, especialmente, fue maestro de la humildad.
Por haber bajado del cielo para enseñarnos esta virtud, se conoce cuanta es su excelencia y cuán grande es la necesidad que de ella tenemos. Es esta virtud, el solo verdadero fundamento de la santidad.
Por eso los héroes de la Iglesia han sido profundamente humildes.
Tal fue nuestro santo, que en la plenitud de sus triunfos, en las imponentes manifestaciones de estima y en las ovaciones triunfales de que fue objeto, conservó siempre la sencillez de sus primeros años, sin que nunca decayese de aquella sincera humildad que ha sido siempre el distintivo de la santidad.
La humildad lo llevó a hacerse niño con los niños, y hasta servidor de los niños.
A los principios del Oratorio, servía a sus asilados, no solo como padre sino mas bien como criado, ejercitando con ellos los oficios mas humildes: les cocía la comida, se la distribuía en el comedor, remendaba sus vestidos interiores, los peinaba, les cortaba el cabello y si se encontraban enfermos, no rehusaba prestarles los mas humildes servicios.
La humildad le hizo vencer la repugnancia que por su natural timidez sentía de presentarse a las personas de elevada posición social, ricas o acomodadas, para pedir limosna a favor de sus huerfanitos; la necesidad de socorrer a sus asilados y la persuasión que tenia de que, pidiendo limosna, hacia una gran obra de caridad a los mismos que la daban, dándoles ocasión de socorrer a los pobres, le hizo despreciar todo respeto humano.
Con los niños jugaba como si fuese uno de ellos; sabía que este sacrificio era uno de los más eficaces para ganarse el afecto de los jóvenes e insinuarse más fácilmente en sus almas.
Con gusto se detenía en la calle con niños sucios y harapientos y dejaba que lo acompañasen sin hacer caso del respeto humano, ni de las reprensiones que, a veces, personas de distinción le hacían por este motivo.
Cuando en el templo de María Auxiliadora, se sucedían con frecuencia emocionantes curaciones milagrosas, y el nombre de Don Bosco bendecido y aclamado estaba en boca de todos, impresionado por aquellos prodigios y no queriendo que fuesen atribuidos a su persona, se apresuraba a decir: ¡cuánta fe hay aun en nuestro pueblo!
¡Cuanta devoción a la santísima Virgen!
Al preguntarle alguno cómo hacia para llevar a cabo obras tan colosales como las que tenía entre manos con medios tan desproporcionados, contestaba:
“Sabed que en todo esto no entra para nada el pobre Don Bosco, es Dios nuestro Señor y su Santísima Madre los que lo hacen todo.
Cuando Dios quiere llevar a cabo una obra, su mayor Gloria exige que se conozca que es su mano poderosa la que la ejecuta, sirviéndose del instrumento más inútil e inepto.
Yo aseguro que si Dios nuestro Señor hubiese encontrado en la Arquidiócesis de Turín
un sacerdote mas pobre y mas miserable que yo, a ese y no a otro hubiese escogido como instrumento de las obras a que os referís y al pobre Don Bosco le hubiese dejado seguir su vocación de simple cura de aldea.”
Imitemos a este gran santo en la práctica de la humildad, si queremos gozar con él
de la feliz bienaventuranza; porque ha dicho nuestro Señor que si no nos hiciéremos como niños, no entraremos en el reino de los cielos.
SAN JUAN BOSCO LLEVA AL CIELO A UN NIÑO.
Cayó enfermo en los primeros días de febrero de 1888 un alumno del Oratorio de
Turín, y llegó a tal extremo de gravedad que se temía un funesto desenlace.
Avisada la familia, corrió su madre a la cabecera del enfermo, y obtuvo fácilmente
de los superiores permiso para asistirle mientras durara el peligro. Una mañana despiértase el niño sobresaltado, abre los ojos, los clava en un sitio con fijeza y luego mira hacia la puerta como si viese salir a alguno, vuélvese luego a su madre y le dice:
- ¿No le ha visto usted?
- ¿A quien?
- A Don Bosco.
- Yo no he visto a nadie.
- Pues ha estado aquí, y me ha dicho que, me prepare porque dentro de tres días
vendrá a buscarme para llevarme al cielo.
- ¿Morir tú, hijo mío? ¡Ah! no; tienes que venir a casa.
- ¿A qué? ¿Tal vez a asistir a ciertas escenas que usted bien sabe? ¿A oír tantas
blasfemias? No, no; es mejor que me vaya al cielo.
Oía la pobre mujer tan justos reproches, y no podía menos de dar la razón al niño;
pero su amor de madre no se resignaba a creer que su hijo muriera tan pronto. Dijo a este que le tocaba ser el ángel consolador de la familia, que su ejemplo debía convertir al padre; y, calificando de monomanía ka enfermedad del hijo, trató de curarlo, sacándolo del Oratorio.
Los superiores no podían oponerse a los deseos de esta madre; y a fin de que el niño
no careciera de asistencia espiritual y corporal, dieron a la pobre mujer una recomendación para el hospital.
El niño, al enterarse de la determinación de la madre, decía:
- ¿Para que me saca usted del oratorio? Se muere muy bien bajo el manto protector
de María Auxiliadora.
A la mañana siguiente, a pesar de la copiosa nieve que caía, la madre, inexorable,
hizo que el niño fuese llevado al hospital. Al llegar a este sitio alegrose mucho el muchacho al ver que estaban al frente del establecimiento de las Hermanas de la Caridad y llamando a una de ellas, le dijo:
- ¿Podré recibir mañana los santos Sacramentos?
- ¿Por qué tan pronto?
- Porque tiene que venir mañana Don Bosco a buscarme…
- No le haga usted caso – le interrumpió su madre – es una monomanía.
El niño se confesó, y comulgó al día siguiente con gran devoción, y espero tranquilo
su hora. Su madre le atendía cariñosamente y también esperaba.
Hacia el medio día, el niño se durmió, haciendo concebir risueñas esperanzas. Pero
despiértase hacia las tres de la tarde, mira hacia arriba, como si contemplara a una persona y dice:
- ¡Helo aquí! ¡Ya voy! ¡Ya voy! – y se durmió en el señor.
Corrió la madre y abrazó al hijo pero ya no estrechó entre sus brazos más que un
cadáver. No tardó mucho, sin embargo, en resignarse y en reconocer, ante los que habían asistido a la preciosa muerte de su hijo, que era deudora de un gran favor a San Juan Bosco.
ORACIÓN
Oh Dios que has suscitado a San Juan Bosco, confesor tuyo, como padre y maestro
de la juventud, y por él, mediante el auxilio de la Virgen Maria, has querido que floreciesen en tu Iglesia nuevas familias religiosas, concédenos, te lo suplicamos, que encendidos en el mismo fuego de caridad, busquemos únicamente la salvación de las almas y tu divino servicio.
Por los Meritos de nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y reina en unión del espíritu santo. Así sea.
Padre nuestro, avemaría y gloria al padre…
San Juan Bosco Rogad por nosotros.
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