El lema parte
de la petición que con fueza hace la mujer Samaritana a Jesús, en el pozo de
Jacob. En el encuentro con Él se sintió escuchada, respetada y valorada, y su
corazón la lleva a pedir algo más valioso: “Señor, dame de esa agua” (de vida
plena que me ofreces).
Siguiendo el hilo conductor de este
pasaje evangélico, presentaremos, en el marco del próximo Sínodo de Obispos
(Los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento Vocacional), la importancia que tiene
para toda nuestra familia salesiana y su misión en el mundo, cultivar el
precioso arte de la escucha y el acompañamiento, con las condiciones que han de
darse, las exigencias y el servicio que encierra en sí mismo, tanto escuchar
como acompañar, en el camino del crecimiento personal cristiano y vocacional.
I.- UN
ENCUENTRO QUE NO DEJA INDIFERENTE
El
punto de partida de nuestra reflexión ha de ser la lectura reposada y meditada
del pasaje que conocemos como 'el encuentro de Jesús con la Samaritana' (Jn
4,3-42), que, desde este momento será el Icono al que referirnos para comprender
cómo el Señor se relaciona con ella y qué produce en la vida de esta mujer su
encuentro con Él.
“Llega una mujer de Samaría a
sacar agua. Jesús le dice:
-Dame de beber.
(Los discípulos habían ido a
la aldea a comprar comida). Le responde la Samaritana:
- Tú que eres judío, ¿cómo
pides de beber a una mujer Samaritana? (Jn 4, 7-9)
Jesús se encuentra, ciertamente, en una situación
de desamparo y vulnerabilidad frente a una necesidad concreta. Ante la mujer
Samaritana él es forastero, tiene sed, no tiene cántaro y el agua del pozo
profundo no le es accesible.
Por
otra parte, ella, tal como se deduce de toda la narración, es una persona
marcada por una, cuanto menos, dudosa fama, con una situación de vida
'irregular'.
Y
entre Jesús y la mujer Samaritana se interponen fuertes convencionalismos
étnicos y religiosos, con una conducta reprobable y trasngresora de las
costumbres de su tiempo, al pedir agua a esta mujer.
Y de esta situación emana algo muy interesante
para nosotros: un lugar profano y de 'intemperie', un pozo en medio del campo,
y un Encuentro que se mostrará como lugar de encuentro con Dios.
Jesús, verdadero protagonista y conductor del
encuentro, de la escucha y del diálogo inicial, 'diseña' la estrategia de dicho
encuentro, comenzando por la escucha de la otra persona y la situación
que intuye.
Una ESCUCHA que hoy en día para nosotros
tiene mucho de arte. “Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es
más que oír. Lo primero en la comunicación con el otro, es la capacidad del
corazón que hace posible la proximidad sin la cual no existe un verdadero
encuentro espiritual”[1].
Esta
escucha tiene como punto de partida el encuentro que constituye
una oportunidad de relación humana y humanizadora, vivida en libertad plena,
“con una mirada respetuosa, llena de compasión pero que al mismo tiempo sane,
libere, y aliente a madurar en la vida cristiana”[2].
Cuando
se produce así el encuentro la escucha significará, entre otras cosas:
- Favorecer la apertura al otro.
- Conceder toda la atención a lo que la persona puede expresar, y comprometerse activamente en la comprensión de lo que se desea comunicar.
- Acompañar comprometidamente en lo que la persona busca y espera de sí misma.
- Dejar de lado el propio mundo para acercarse lo más posible al de la otra persona.
- Escuchar, en definitiva, será ese arte que requiere atención solícita hacia la persona, en sus luchas y fragilidades, en sus gozos, sufrimientos y búsquedas, puesto que no solamente escuchamos algo, sino a alguien.
- Esta escucha, cuando tiene que ver con el acompañamiento personal espiritual, trasciende la dimensión psicológica y adquiere una dimensión espiritual y religiosa, puesto que nos lleva por caminos en los que se está a la espera de Alguien.
- Con nuestra mirada educativa, especialmente hacia los jóvenes, y también en la vida de sus familias, sabemos que es mucho lo positivo que hay en cada corazón[3], y es preciso hacer aflorar estas cosas positivas mediante un paciente trabajo de atención sobre uno mismo, de diálogo con los demás, de escucha y de reflexión.
Esta
escucha ha de llevarnos a comprender bien qué necesitan los jóvenes de hoy, y a
veces sus padres, o las personas con quienes nos relacionamos en un ambiente
pastoral. En concreto los jóvenes se acercan no tanto porque busquen, un acompañamiento, sino más bien movidos por
la necesidad cuando tienen dudas, líos, aprietos y dificultades,
conflictos, tensiones, decisiones que tomar, problemas concretos que afrontar.
Y
suele ser más común que se acerquen si es uno mismo quien hace algún gesto de
acercamiento, de interés por ellos, si se sale al encuentro, si uno se muestra
accesible.
Y a veces, estas conversaciones fortuitas pueden
ser la puerta que se abre para un camino más profundo y de crecimiento…
Así sucedió en el encuentro de Jesús con la mujer
que, sencillamente, iba a buscar agua al pozo.
II. UN
ENCUENTRO QUE LANZA HACIA ADELANTE A LA PERSONA
“Jesús le contestó:
- Si conocieras el don de Dios
y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y te daría agua viva.
Le dice la mujer:
- Señor, no tienes cubo y el
pozo es profundo, ¿de dónde sacarás agua viva? (…)
Le contestó Jesús:
- El que bebe de esta agua
vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás (…)
Le dice la mujer:
- Señor, dame de esa agua para
que no tenga sed. (Jn 4, 10-16)
* Jesús, como maestro de sabiduría y hábil
conversador, emplea todos los recursos de la palabra, las conversaciones y los
gestos para encontrarse con la persona.
- Pregunta, dialoga, argumenta, narra, valora el posicionamiento de su interlocutor, sugiere, afirma, provoca reacciones.
- Enfrenta a la mujer a su realidad y evasivas, incluso a su verdad -como se describe en los siguientes versículos-, “No tengo marido”.
- Jesús no se cansa, no se retira ante las resistencias iniciales.
- El diálogo ayuda a deshacer equívocos, a descubrirse en autenticidad, y las respuestas enigmáticas y provocadoras van acercando a la mujer que confía, se siente soprendida y desea aquello que pueda mejorar su vida.
* Jesús, como persona que busca el bien del otro,
de su interlocutor, crea relación personal, en vez de juicio moral de desaprobación
o reproche.
- En vez de acusar, dialoga y propone.
- Su lenguaje, sus palabras, van dirigidas al corazón de aquellos a quienes habla.
- En el diálogo (en concreto ahora con esta mujer de Samaria), avanza serenamente, sin apresurarse en presentarse como quien puede cambiar su vida, para ir, poco a poco, despertando en ella ese interés por tener acceso a una fuente de agua para una vida especial, distinta, mejor.
* Y Jesús, como experto en Humanidad, se muestra
atento e interesado en la interioridad de sus interlocutores, lee en sus
corazones y sabe interpretar.
Estas
actitudes del Señor nos permiten descubrir lo que importante que es el Don
del discernimiento.
En
la tradición de la Iglesia esta búsqueda del discernimiento se ha aplicado a
una gran pluralidad de situaciones: ya sea, por ejemplo discernir los signos de
los tiempos, o discernir a la hora de actuar moralmente, o el discernimiento
espiritual para recorrer un camino de vida cristiana plena, o esto mismo cuando
se trata de la propia vocación y una opción de vida.
En
todos los casos, el diálogo con el Señor y la escucha de la Voz del Espíritu
Santo serán esenciales, pero existen algunos presupuestos básicos que
permitirán el discernimiento posterior.
- El punto de partida será aquel que lleva a la persona, al joven, al matrimonio, o a uno de ellos en la pareja, a experimentar la necesidad de dar un sentido a su vida, dotándola de significado. Son esas situaciones en las que se siente vitalmente que algo no va bien.
- Cuando no se está bien, no se vive en armonía y no se encuentra plenamente sentido a lo que forma parte de uno mismo o del 'nosotros' en el matrimonio, en la familia, la situación se concreta, en la práctica, en un 'vacío existencial' que tantas veces genera desorientación personal y frustración.
- En sociedades donde vivimos y nos hacen vivir tan volcados al exterior, viviendo como en un escaparate, sin taras, ni defectos, sin poder envejecer ni cumplir años porque está mal visto…, se necesita, más que nunca, una educación que ayude a la profundidad e interioridad de vida.
Todo esto son situaciones que pueden suscitar,
favorecer o ayudar a un discernimiento.
Y en todo camino de discernimiento, como propone
el Papa Francisco en la carta que prepara el Sinodo[4], se debe hacer reconociendo,
interpretando y eligiendo[5].
- RECONOCER[6],
a la
luz de lo que inspira el Espíritu
- Para tener más claridad en los momentos de los altos y bajos, en los momentos -a veces-, de verdadera lucha interior.
- Para hacer emerger toda la riqueza emotiva que hay en la persona, y poner nombre a lo que se siente o encuentra en uno mimso.
- Para descubrir el 'gusto' que encuentro en la consonancia o disonancia entre lo que experimento y lo que de más profundo hay en mí.
- Todo ello, iluminados por la palabra de Dios que se ha de meditar. Poniendo en el centro la capacidad de escucha y la misma afectividad de la persona, sin tener miedo incluso al silencio.
- Formando todo ello parte del camino de maduración peronal.
- INTERPRETAR[7]
- Es decir, comprender a qué está llamando el Espíritu de Dios a través de lo que suscita en cada uno.
- Y por lo delicado que es interpretar e interpretarse, requiere paciencia, vigilancia y cierto conocimiento. Requiere ser muy consciente de que existen condicionantes sociales y psicológicos.
- Será necesario confrontarse con la realidad, y al mismo tiempo no contentarse con lo mínimo, no tender solamente a lo fácil. Se deberán valorar los propios dones y las propias posibilidades.
- Naturalmente esta tarea de interpretación no podrá desarrollarse en un creyente, un cristiano:
- Activando todas las capacidades de la persona (y permitiendo que no sea indiferente lo que acontece, como en la resonancia que tuvo en el corazón de esta mujer el diálogo con Jesús).
- Dejándose ayudar por una persona experta en la escucha del Espíritu (que en el caso del pasaje evangélico era Jesús mismo quien guiaba).
- ELEGIR[8]
Llegando
a los momentos en los que la persona, el joven, la esposa o esposo…, tienen que
decidir, haciendo un ejercicio de auténtica libertad humana y responsabilidad
personal.
La Samaritana tuvo que elegir interiormente entre
ignorar a Jesús y seguir con su vida como si nada hubiera acontecido en ese
encuentro, o decididamente dejarse sorprender por Él e involucrarse hasta el
punto de llamar a su gente porque aquel hombre había llegado hondamente a su
interior.
- La elección que se hace en el discernimiento a la luz del Espíritu, da muchas veces a la persona, libertad, al mismo tiempo que exige coherencia de vida.
- Por eso, favorecer en las personas, muy particularmente en los jóvenes, elecciones en su vida que sean realmente libres y responsables, es el objetivo último de todo proceso serio en todo camino de fe y de crecimiento personal (y en toda pastoral vocacional que se pueda pensar).
El discernimiento es, nos dice el
Papa, “el instrumento principal que permite salvaguardar el espacio inviolable
de la conciencia, sin pretender sustituirla”[9], justamente porque “somos
llamados a formar las conciencias, no a pretender sustituirlas”[10],
siguiendo el ejemplo de Jesús quien, en el diálogo con la mujer Samaritana,
la acompaña en el viaje de camino hacia la verdad e interioridad de su propia
vida.
III.- UN ENCUENTRO QUE TRANSFORMA
LAS VIDAS
“En esto llegaron los discípulos y se
maravillaron de verlo hablar con una mujer. Pero ninguno le preguntó qué
buscaba o por qué hablaba con ella. La mujer dejó el cántaro, se fue a la aldea
y dijo a los vecinos:
- Venid a ver un hombre que me
ha contado lo que yo he hecho: ¿si será el Mesías?
Ellos salieron de la aldea y
acudieron a él (…)
En aquella aldea muchos
creyeron en él por lo que había contado la mujer, afirmando que le había
contado todo lo que ella había hecho. Los samaritanos acudieron a él y le
rogaban que se quedara con ellos. Se quedó allí dos días, y muchos más creyeron
por las palabras de él; y a la mujer le decía:
- Ya no creemos por lo que nos
has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente
el salvador del mundo” (Jn
4,27-29; 39-42).
- La Samaritana entró en la escena evangélica como “una mujer de Samaría” y sale de ella 'conociendo el manantial de agua viva', hasta el punto que necesita ir a anunciar a los suyos lo que le acontenció y a través de su testimonio consigue que sean muchos quienes se acerquen a Jesús.
- Jesús ofrece a aquellos con quienes se encuentra, como en este caso la Samaritana, no tanto una ampliación de su conocimiento y su saber, cuanto una propuesta para crecer o cambiar de vida. El mismo 'pozo de Jacob' símbolo de la sabiduría que da la Ley, pierde su vigencia y es sustituido por el 'agua viva'.
- La imagen de Dios que se transmite en el encuentro con Jesús no es la del dios impávido, distante, filosoficamente frío, sino que Jesús revela al Dios que da Vida, a quien se podrá llamar Padre y que no se deja encerrar, ni controlar ni poseer porque es Espíritu (culto en Espíritu y verdad).
- El final del encuentro va más allá de lo que sería un comportamiento normal, es decir, que la mujer regresa con el cántaro con agua a su vida normal; por el contrario, el cántaro que deja abandonado y vacío para ir a llamar a su gente habla de una ganancia, no de una pérdida.
Como Jesús…,
acompañando
Son muchas las narraciones bíblicas que, ante
todo, son relatos de acompañamiento de Dios a su pueblo a lo largo del tiempo.
En la frontera de los dos Testamentos, Juan
Bautista aparece como el primer acompañante espiritual de los Evangelios, antes
incluso del mismo Jesús. Él pudo dar testimonio y preparar el camino porque
Dios le había hablado al corazón.
Y Jesús mismo se hace cercano y compañero de
camino en tantos momentos del Nuevo Testamento para comunicarse y encontrarse
con las personas de su tiempo de modo personal.
El
encuentro del Señor con la Samaritana pone en evidencia cómo el Espíritu de
Dios puede actuar en el corazón de todo hombre y mujer. Ese corazón humano, a
causa de la propia fragilidad y del propio pecado se encuentra, no pocas veces,
confuso y dividido debido a la atracción de reclamos diversos y a veces
opuestos[11].
Ante
esta realidad humana el Acompañamiento Personal se muestra como
un medio valiosísimo de la tradición espiritual cristiana, en ese deseo de
ayudar a los creyentes a tener instrumentos y recursos con los que reconocer la
presencia del Señor, sus interpelaciones y llamadas.
¿Cómo podemos definir el Acompañamiento?
Por ejemplo, “como un modo de diálogo permanente entre compañeros para Acoger
la Vida, acompañando la vida”[12],
y que tiene como finalidad última favorecer la relación entre la persona y el
Señor, ayudando a superar obstáculos.
Al
igual que hizo Jesús en cada encuentro con las personas de su tiempo, se
hace necesario en todo acompañamiento:
- Una mirada amistosa (amorevole), como en la llamada vocacional a los doce (Jn 1,35-51).
- Una palabra con autoridad (autorevole), como en la sinagoga de Cafarnaúm (Lc 4,32).
- Con la capacidad de hacerse proximo, como en el encuentro con la mujer Samaritana (Jn 4,3-34.39-42).
- Eligiendo caminar al lado, como con los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35).
Acompañar supondrá por tanto:
- Conocer el camino que lleva la otra persona, dónde se encuentra y hacia donde se dirige, para que se pueda hacer juntos ese camino.
- Asegurando que se produce el encuentro, como oportunidad de relación, humana y humanizante y nada utilitarista.
- Con una actitud de escucha (¡nuevamente aparece este arte del saber escuchar!), que permita conocer y comprender la realidad de la otra persona, el camino que viene haciendo, la situación de dolor, de desesperanza, de cansancio o de búsqueda en la que se encuentra.
- Siempre será un encuentro de mediación porque el verdadero Acompañante es el Espíritu Santo.
- El acompañante-compañero de camino ha de ser testigo y anunciador de la acción del Espíritu en el acompañado, pero discretamente, al lado, ocupando solamente el lugar que le corresponde y no otro. De hecho el acompañante espiritual se forja en la experiencia fundante de haberse encontrado anteriormente con Él.
- Para descubrir cómo Dios se manifiesta en lo que vivimos hasta soprendernos encontrado por Él.
- La iniciativa siempre será de Dios y la responsabilidad y libertad será nuestra.
Y
todo esto llevado a cabo con una pedagogía de procesos tan común
en la tradición espiritual. “La vida cristiana se vive de modo progresivo, en
distintos grados de profundidad o de plenitud y está permanentemente abierta a
un crecimiento siempre mayor”[13].
-
Con procesos que no deben forzarse, ni desde dentro ni desde fuera.
-
Hasta tomar conciencia de dicho proceso y hacerse cargo de él, puesto
que es el Espíritu quien lo desencadena en cada uno.
IV. PARA LLEVAR A CABO QUÉ ACCIÓN PASTORAL
Esta será la última parte del aguinaldo que desarrollaré ampliamente al final del año por tratarse de la
aplicación pastoral de todo lo anterior, con las claves pastorales de Iglesia
en este momento, y también con lo más propio de nuestra espiritualidad
salesiana (desarrollando los puntos que siguen a continuación y de los que
solamente cito posibles títulos):
- Haciendo camino con los jóvenes, con las familias, con los padres y madres que necesitan recorrer dicho camino. Pensando en los destinatarios de los diversos grupos de nuestra Familia Salesiana en el mundo.
- Dando la oportunidad a todos los jóvenes, sin excluir a ninguno, pues en cada uno trabaja el Espìritu.
- Con una comunidad religiosa, o laical o educativo pastoral que se siente responsable de educar a las nuevas generaciones.
- Donde los adultos hemos de ser referentes significativos y creíbles.
- Con medios adecuados.
V. DE LA MANO DE LA SAMARITANA… que al igual que fue a
llamar a los suyos, hoy nos llevaría hacia…?
Ángel Fernández
Artime, sdb
Rector Mayor
[1] EG 171
[2] EG 169
[3] “Todo joven… tiene un punto sensible al bien. La primera
obligación del educador es descubrir ese punto, esa cuerda sensible del
corazón” Cfr. MB V, 367 y 266, Citado en el XXIII CG sdb, N.º 151
[4] Papa Francisco, Los jóvenes, la Fe y el Discernimiento
Vocacional. XV Asamblea General Ordinaria del Sinodo de Obispos. Documento
preparatorio y cuestionario. Elledici, Torino, 22-65
[5] Ibid, p. 44, citando la EG, 51
[6] Cf. Ibid, p. 45-46
[7] Cf. Ibid, p. 46-47
[8] Cf. Ibid, p. 47-48
[9] Cf. Ibid, p. 48
[10] AL, 37
[11] Papa Fracisco. Documento del Sinodo. o.c. p.
50
[12] Lola Arrieta, Aquel que acompaña sale al
encuentro y regala preguntas de vida para andar el camino (Apuntes
provisionales). Simposio CCEE. Barcelona, 2017, 11
[13] Stefano de Fiores: Itinerario espiritual.
Voz en Nuevo Diccionario de Espiritualidad, Paulinas, Madrid, 2004,
p.755
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