El Papa Benedicto XVI presidió el domingo la Misa por la solemnidad de Pentecostés en la Basílica de San Pedro. En su homilía pidió a los fieles buscar el aire puro que necesitan ante la “contaminación del corazón y del espíritu que envenena la vida espiritual". El Papa habló de los signos de Pentecostés, que rememora la llegada del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén en forma de "viento impetuoso" y "lenguas de fuego".
Benedicto XVI afirmó que "el Espíritu Santo supone, para la vida espiritual, lo mismo que el aire para la vida biológica, y del mismo modo que existe una contaminación atmosférica que envenena el ambiente y los seres vivos, existe una contaminación del corazón y del espíritu que envenena la vida espiritual".
Como ejemplo de "productos contaminantes de la mente y el corazón", mencionó "las imágenes que espectacularizan el placer, la violencia o el desprecio del hombre o de la mujer", y subrayó "la importancia de respirar aire puro, ya sea el aire físico con los pulmones, o el aire espiritual con el corazón, el aire saludable del espíritu que es el amor".
Refiriéndose a la imagen del fuego, el Papa señaló que "el ser humano, haciéndose con las energías del cosmos -el "fuego"- parece que se cree como Dios y que quiere transformar el mundo excluyendo, dejando a un lado o incluso rechazando al Creador del universo. El ser humano no quiere ser imagen de Dios, sino de sí mismo; se declara autónomo, libre, adulto".
"En las manos de una persona así -continuó-, el "fuego" y sus enormes potencialidades llegan a ser peligrosas: pueden volverse contra la vida y la misma humanidad, como demuestra, por desgracia, la historia. Como advertencia perenne están las tragedias de Hiroshima y Nagasaki, donde la energía atómica, utilizada para fines bélicos, terminó por sembrar la muerte en proporciones inauditas".
El Santo Padre explicó que los apóstoles vencieron el miedo cuando recibieron el Espíritu Santo el día de Pentecostés. "No tenían ningún temor -afirmó- porque se sentían en las manos del más fuerte". En este contexto, aseguró que "el Espíritu de Dios, donde entra, aleja el miedo; nos hace conocer y sentir que estamos en las manos de una Omnipotencia de amor: independientemente de lo que suceda, su amor infinito no nos abandona.
"Lo demuestra -terminó- el testimonio de los mártires, la valentía de los confesores de la fe, el empuje intrépido de los misioneros, la franqueza de los predicadores, el ejemplo de todos los santos, algunos incluso adolescentes y niños. Lo demuestra la existencia misma de la Iglesia, que a pesar de los límites y culpas de los seres humanos, sigue atravesando el océano de la historia, impulsada por el soplo de Dios y animada por su fuego purificador".
En la solemne Eucaristía, la Orquesta de Cámara de Colonia y el Coro de la Catedral de esta ciudad interpretaron la última de las misas compuestas por Haydn, de quien este año se conmemora el bicentenario de su muerte.
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