Al presidir el rezo del Ángelus dominical ayer, el Papa Benedicto XVI recordó que la verdadera esperanza del hombre que nunca defrauda está en Dios, quien se ha revelado plenamente en Jesucristo para "guiarnos a todos a su Reino de amor y de vida. Ésta es la gran esperanza que anima y a veces corrige nuestras esperanzas humanas".
En sus palabras antes de la oración mariana en la Plaza de San Pedro antes miles de fieles, el Santo Padre señaló que "problemas no faltan ni en la Iglesia ni en el mundo, así como en la vida cotidiana de las familias. Pero, gracias a Dios, nuestra esperanza no tiene en cuenta los improbables pronósticos, ni tampoco, aun siendo importantes, las previsiones económicas".
Benedicto XVI aseguró que "nuestra esperanza está en Dios, no en el sentido de una genérica religiosidad, o de un fatalismo encubierto de fe. Nosotros confiamos en el Dios que en Jesucristo ha revelado de manera completa y definitiva su voluntad de estar con el hombre, de compartir su historia, para guiarnos a todos a su Reino de amor y de vida. Ésta es la gran esperanza que anima y a veces corrige nuestras esperanzas humanas".
"Ésta es la verdadera razón de esperanza de la humanidad: la historia tiene un sentido, porque está ‘habitada’ por la Sabiduría de Dios. Y sin embargo, el designio divino no se cumple automáticamente, porque es un proyecto de amor, y el amor genera libertad y exige libertad".
Seguidamente el Papa resaltó que "el Reino de Dios viene ciertamente; es más, ya está presente en la historia y, gracias a la venida de Cristo, ha vencido ya la fuerza negativa del maligno. Pero cada hombre y cada mujer es responsable de acogerlo en la propia vida, un día y otro. Por esto, también el 2010 será más o menos ‘feliz’ en la medida en que cada uno, según su propia responsabilidad, sepa colaborar con la gracia de Dios".
El Papa pidió a todos los fieles que se dirijan a la Virgen María "para aprender de Ella esta actitud espiritual. El Hijo de Dios tomó carne de Ella con su consentimiento. Cada vez que el Señor quiere dar un paso hacia adelante, con nosotros, hacia la ‘tierra prometida’, llama primero a nuestro corazón, espera, por decirlo de alguna forma, nuestro ‘sí’, tanto en las pequeñas como en las grandes decisiones".
"Que María nos ayude a acoger siempre la voluntad de Dios, con humildad y valentía, para que también las pruebas y los sufrimientos de la vida cooperen a acelerar la venida de su Reino de justicia y de paz", concluyó.
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