Al presidir las primeras vísperas del tiempo de Adviento, el Papa Benedicto XVI explicó su significado de auténtica espera, a la vez activa, en la que se busca a Cristo, porque con Él toda vida humana cobra verdadero sentido “aún cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, aún cuando el presente se vuelve fatigoso”.
Al iniciar su homilía del sábado por la tarde en la Basílica de San Pedro, el Santo Padre explicó que Adviento proviene de la palabra latina adventus, que “puede traducirse con ‘presencia’, ‘llegada’, ‘venida’”. “Con la palabra adventus se quería decir sustancialmente: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no lo podamos ver y tocar, como sucede con las realidades sensibles, Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples formas”, dijo el Pontífice.
Entonces, prosiguió el Papa, “el significado de la expresión ‘adviento’ comprende, por lo tanto, también el de ‘visitatio’, que quiere decir simple y propiamente ‘visita’. En este caso, se trata de una visita de Dios: Él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. Todos experimentamos, en la existencia cotidiana, tener poco tiempo para el Señor y poco tiempo también para nosotros. Se acaba siendo absorbidos por el ‘quehacer’”.
Seguidamente el Papa alertó sobre como “a veces las cosas nos ‘atropellan’. El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando, nos invita a detenernos en silencio para percibir una presencia. Es una invitación a comprender que cada una de las vivencias del día son señales que Dios nos dirige, signos de la atención que tiene para con cada uno de nosotros ¡Cuán a menudo Dios nos hace percibir algo de su amor!”
Benedicto XVI resaltó luego que otro elemento fundamental del Adviento es la espera que es al mismo tiempo esperanza.
“El hombre, en su vida, está en espera constante: cuando es niño quiere crecer; siendo adulto tiende a la realización y al éxito y, avanzando en la edad, anhela el merecido descanso. Pero llega el tiempo en el que descubre que ha esperado demasiado poco si, más allá de su profesión o de su posición social, no le queda nada más por esperar. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente en el transcurso de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el Reino de Dios, Reino de justicia y de paz”.
“Pero hay formas muy distintas de esperar. Si el tiempo no se llena con un presente que tenga sentido, la espera corre el riesgo de volverse insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada –es decir si el presente se queda vacío– cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grave, porque el futuro queda totalmente en la incertidumbre. Sin embargo, cuando el tiempo está dotado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y válido, entonces la alegría de la espera hace que el presente sea más precioso”.
Tras reiterar que el Adviento se convierte entonces en “ocasión para volver a despertar en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo”, el Papa subrayó que “también nosotros podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos afligen, nuestra impaciencia, las preguntas que brotan de nuestro corazón”.
“¡Estemos seguros de que nos escucha siempre! Y si Jesús está presente, ya no existe ningún tiempo sin sentido y vacío. Si Él está presente, podemos seguir esperando, aún cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, aún cuando el presente se vuelve fatigoso”.
“Queridos amigos, el Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, en especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede cancelar. La alegría por el hecho de que Dios se ha hecho niño".
"Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos alienta a caminar confiados”, concluyó el Papa pidiendo a la Virgen María que “nos obtenga la gracia de vivir este tiempo litúrgico vigilantes y activos en la espera ¡Amén!”
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