El Papa Benedicto XVI recibió en el Aula Paulo VI a unos siete mil niños de la Infancia Misionera. En el diálogo que sostuvo con los pequeños recordó su propia infancia y aseguró que "nunca" pensó que un día sería Papa.
En la reunión, el Papa recibió las preguntas de tres niños que se presentaron uno por uno. Una niña de nombre Letizia le preguntó: "Querido Papa Benedicto XVI, cuando era niño que le decía a usted el lema ‘los niños ayudan a los niños’? ¿Alguna vez pensó en convertirse en Papa?"
El Santo Padre respondió que "a decir verdad, nunca pensé que me convertiría en Papa, porque era un joven bastante ingenuo en un país pequeño, lejos del centro, en una provincia olvidada. Estábamos felices de estar en esa provincia y no pensábamos en otras cosas. Naturalmente habíamos conocido, venerado y amado al Papa – era Pío XI - pero para nosotros era una alteza inalcanzable, casi de otro mundo: era nuestro padre, aunque en realidad muy superior a todos nosotros. Y debo decir que aún hoy tengo problemas para entender cómo el Señor pudo pensar de mí, destinarme a este ministerio. Lo acepté de sus manos, aunque se trataba de algo sorprendente que iba más allá de mis fuerzas. Pero el Señor me ayuda".
Recuerdos de su infancia
Previamente, otra niña de doce años de edad y de nombre Anna Filippone, le formuló otra pregunta. "Papa Benedicto, mi amigo Juan tiene un padre italiano y madre ecuatoriana y es muy feliz. ¿Cree usted que las diferentes culturas pueden vivir un día sin combates en el nombre de Jesús?", cuestionó la niña.
El Papa aprovechó la pregunta para recordar su infancia en Baviera, donde asistió a "la escuela primaria en un pequeño pueblo de 400 habitantes, lejos de las grandes ciudades".
El Pontífice recordó que en su región había agricultores muy ricos y otros menos ricos, junto a artesanos y campesinos pobres que incluso hablaban otro dialecto.
En su escuela había "situaciones sociales muy diferentes. Sin embargo, existió una hermosa comunión entre nosotros. Aprendí su dialecto, trabajamos bien y debo decir, que a veces había peleas pero nos reconciliábamos y olvidábamos lo sucedido. Esto me parece importante. A veces en la vida parece inevitable la pelea, pero sigue siendo importante el arte de la reconciliación, el perdón, el comenzar de nuevo y no dejara la amargura en el alma".
El Santo Padre recordó que "todos eran católicos, y esto fue una gran ayuda. Aprendimos todo sobre la Biblia, desde la creación hasta el sacrificio de Jesús en la cruz, y también los inicios de la Iglesia. Aprendimos el catecismo, a orar juntos, nos preparamos para la primera confesión, para la primera comunión: que fue un día maravilloso".
La fe y la comunión eucarística fueron decisivas en su historia. "Entendimos que el mismo Jesús estaba con nosotros, que entró en la propia vida, en la propia alma. Y cuando Jesús entró en todos nosotros, nos convertimos en hermanos, hermanas, amigos, y debíamos comportarnos como tales".
"Era la comunión con Jesús en el camino de la fe común y en la responsabilidad común, en los juegos, en el trabajo conjunto. Encontramos la posibilidad de vivir juntos, ser amigos, y aunque era 1937, es decir, hace más de setenta años, y ya no estamos en ese país, seguimos siendo amigos. Aprendimos a aceptar a cada uno de los otros, para llevar el peso de los demás. Esto me parece importante: a pesar de nuestras debilidades, al aceptar a Jesús Cristo con la Iglesia nos encontramos todos en el camino de la paz y aprendemos a vivir bien", indicó.
Evangelizar a los niños
Finalmente respondió a la pregunta de un niño de nombre Alessandro. "Quería preguntarle: usted es el primer misionero, ¿cómo podemos ayudar a los niños a proclamar el Evangelio?"
El Santo Padre los alentó a trabajar con la Obra Pontificia Misionera pues forman "parte de una gran familia, que presenta el Evangelio en el mundo. Pertenecen a una gran red" como "son misioneros, portadores de la obra misionera de la Iglesia".
El Pontífice recordó que el programa de la Infancia Misionera implica "escuchar, orar, aprender, compartir, vivir la solidaridad. Estos son los elementos esenciales que en realidad son una forma de ser misionero, para continuar el crecimiento de la Iglesia y la presencia del Evangelio en el mundo".
El Papa explicó a los niños que "la oración es una realidad: Dios nos escucha y, cuando oramos, Dios entra en nuestras vidas, se hace presente entre nosotros. Orar es algo muy importante que puede cambiar el mundo".
Los invitó a rezar en la liturgia y en familia. "Y aquí yo diría que es importante empezar el día con una pequeña oración y luego terminar el día con otra pequeña oración para recordar a sus padres en ella. Orar antes del almuerzo, antes de la cena, y en la celebración conjunta del domingo. Un domingo sin la Misa, la gran oración de la Iglesia, no es realmente un domingo: no hay derecho a quitarle el corazón del domingo y la luz de la semana".
El Papa pidió a los pequeños misioneros ayudar a otros enseñándoles a rezar y "aprender lo que realmente Jesús nos dice en las Sagradas Escrituras".
"Así nos convertimos en una familia unida, donde se vive el respeto hacia los demás", indicó e insistió en la importancia de "compartir y no desear las cosas sólo para uno mismo".
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