El Papa Benedicto XVI inauguró en la tarde del pasado viernes el Año Sacerdotal constando la necesidad que tiene la Iglesia de santos sacerdotes.
Al mismo tiempo, al presidir las segundas vísperas en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, en la Basílica Vaticana, reconoció que el mayor sufrimiento para la Iglesia es el pecado de los sacerdotes.
La celebración comenzó cuando el Papa se dirigió a la Capilla del Coro de la Basílica de San Pedro para venerar en silencio el corazón del santo cura de Ars, san Juan María Vianney. Este año se celebra precisamente en el 150 aniversario de su fallecimiento.
"La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes santos --dijo el Papa en la homilía--; de ministros que ayuden a los fieles a experimentar el amor misericordioso del Señor y sean sus testigos convencidos".
Por eso, invitó a los creyentes a pedir "al Señor que inflame el corazón de cada presbítero" de amor por Jesús.
"¿Cómo olvidar que nada hace sufrir más a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, que los pecados de sus pastores, sobre todo de aquellos que se convierten en 'ladrones de ovejas', ya sea porque las desvían con sus doctrinas privadas, ya sea porque las atan con los lazos del pecado y de muerte?", se preguntó el Papa.
"También para nosotros queridos sacerdotes se aplica el llamamiento a la conversión y a recurrir a la Misericordia Divina, e igualmente debemos dirigir con humildad incesante la súplica al Corazón de Jesús para que nos preserve del terrible riesgo de dañar a aquellos a quienes debemos salvar", dijo el Papa a los numerosos presbíteros y obispos presentes.
Por eso, afirmó: "Nuestra misión es indispensable para la Iglesia y para el mundo, que exige fidelidad plena a Cristo y una incesante unión con Él; es decir, exige que busquemos constantemente la santidad como hizo san Juan María Vianney".
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