lunes, 30 de marzo de 2009

La canonización de Don Bosco, Setenta y cinco años después.

El 1° de abril de 1934 -solemnidad de Pascua y conclusión del Jubileo extraordinario de la Redención- el Papa Pío XI proclamaba Santo al sacerdote turinés Juan Bosco, (1815-1888).

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Finalizaba así el largo proceso de beatificación y canonización, iniciado en Turín el 4 de junio de 1890. La primera fase (el "proceso ordinario", llamado así porque es conducido bajo la responsabilidad del obispo ordinario del lugar) se concluyó el 1° de junio de 1897. Sólo diez años después, el 24 de julio de 1907, fue iniciado el "proceso apostólico" (romano). Este duró veinte años, hasta el 8 de febrero de 1927, y tuvo sus altibajos. Basta decir que el final de una reunión preparatoria -del 20 de julio de 1926- hizo creer a algunos que la causa de canonización ya no podría proseguir.

Pero ante el profundo interés que en esta causa tenía Pío XI -quien siendo un joven sacerdote había conocido personalmente a Don Bosco ("Nosotros estamos, con profunda satisfacción, entre los amigos personales más antiguos del venerable Don Bosco", así había dicho en una memorable audiencia, el recién electo Pontífice), motivo por el cual había conservado una grande estima por él-  se hizo repetir la misma reunión pocos meses mas tarde, el 14 de diciembre de 1926.

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El éxito de esta nueva reunión abrió el camino a los trámites posteriores: la llamada Congregación General ante el Papa (el 8 de febrero de 1927), y la consiguiente Lectura del decreto sobre la heroicidad de la vida y las virtudes del venerable Juan Bosco (el 20 de febrero de 1927).
Así, después de examinar los cuatro milagros entonces solicitados (dos para la beatificación y dos para la canonización), se pudo proceder a la beatificación el 2 de junio de 1929 y, finalmente, a la canonización el 1° de abril de 1934.

Es propio el proceso romano (1907-1927) -programado, según preveía el procedimiento vigente, con el método de las "objeciones" (animadversiones llevadas a cabo por el llamado "abogado del diablo"), y de las "respuestas" (responsiones preparadas por el abogado defensor, designado por la Postulación)-  contiene los elementos más interesantes para poder reflexionar hoy sobre el sentido -siempre actual- de la canonización de Don Bosco, a setenta y cinco años de distancia.

Las objeciones son bastante conocidas. Se trató sobre todo de la llamada "astucia" de Don Bosco, orientada, según el "abogado del diablo", a una ardiente pasión de éxito personal y de provecho económico. Entre estas también fue colocada -por los mismos motivos- la acusación sobre un cierto tipo de "enajenamiento" sobre los jóvenes, de "no transparencia" (son términos de hoy), en lo referente a asegurarse limosnas y herencias, y de desobediencia casi sistemática al arzobispo de Turín Mons. Gastaldi.

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La contestación a estas objeciones provino -además de parte de los organismos establecidos para el proceso-  de la suma autoridad del Papa. Por consiguiente, sobre todo las palabras de Pío XI, permanecen como un punto de referencia imprescindible para poder releer hoy el sentido profundo de la canonización de Don Bosco.

Al concluir el proceso romano, el 8 de febrero de 1927, el Papa dijo:  "El venerable Don Bosco pertenece a la magnífica categoría de hombres elegidos entre la humanidad, a aquellos colosos de inmenso beneficio; su figura fácilmente se recrea cuando es analizada minuciosamente, rigurosa ante sus virtudes, tal y como sucedió en las precedentes –largas y reiteradas- discusiones, entonces sucede que la síntesis –reuniendo las líneas dispersas- la restituye bella y grande, una figura magnifica, que su inmensa, insondable humildad, no lograba esconder”.

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Y finalmente, en la homilía del 1° de abril de 1934, el Papa hablaba sobre esta "magnífica figura" que viene solemnemente definida como el "apóstol de la juventud, completamente entregado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas", distinguiéndose por la audacia de conceptos y modernidad de medios dirigidos a la educación integral del hombre: educación que -según el pensamiento de Pío XI, en polémica no muy secreta con la cultura fascista de la época- no tenía que limitarse solamente a fortalecer el cuerpo, sino que debía contemplar a todo el ser, promoviendo la formación en las ciencias, sin  descuidar jamás las verdades divinas y sobrenaturales.

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Dicho en otras palabras, la canonización de Don Bosco invita irresistiblemente a los educadores de hoy a la validez perenne del sistema preventivo,  basado en la razón, la religión y la “amorevolezza”, y destinado a la edificación del honesto ciudadano y  del buen cristiano: un sistema educativo verificado, en poco más de un siglo, por una legión de campeones de la santidad juvenil como Domingo Savio, Laura Vicuña, los cinco jóvenes mártires de Poznań, Alberto Marvelli, los jóvenes mártires españoles, Ceferino Namuncurà...

Por esta causa, el sacerdote turinés Juan Bosco ha donado su vida, desafiando a los "entendidos" de cada época. Por ello ha ejercido heroicamente las virtudes. Por ello él es santo y permanece para siempre en la gloria de Dios.

Don Enrico dal Covolo
Postulador General para las Causas de los Santos

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