Miles de fieles y peregrinos se dieron cita ayer en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras introductorias exhortó a todos los presentes a buscar momentos de silencio y oración para poder evaluar la propia vida a la luz del designio del amor de Dios.
"La oración alcanza su culmen, y se convierte por ello en fuente de luz interior, cuando el espíritu del hombre se adhiere al de Dios y sus voluntades se funden al punto de formar casi una sola voluntad", dijo el Papa reflexionando sobre la experiencia de la Transfiguración, que definió "sustancialmente una experiencia de oración".
Explicando el sentido del episodio de la Transfiguración de Jesús, el Santo Padre resaltó que "Jesús quería que sus discípulos, en particular aquellos que habrían tenido la responsabilidad de guiar la Iglesia naciente, tuviesen una experiencia directa de su gloria divina para afrontar el escándalo de la cruz".
"En efecto –prosiguió el Papa- llegada la hora de la traición, Jesús se retira a rezar al Getsemaní, y mantendrá consigo a los mismos Pedro, Santiago y Juan, pidiéndoles que velen y oren con Él. Ellos no lo lograrán, pero la gracia de Cristo los sostendrá y los ayudará a creer en la Resurrección".
Profundizando sobre el misterio de la Transfiguración, el Pontífice agregó: "Cuando Jesús subió a la montaña, se sumergió en la contemplación del designio de amor del Padre, que lo envió al mundo para salvar a la humanidad. Junto a Jesús aparecen Elias y Moisés, significando que las Sagradas Escrituras eran concordes en anunciar el misterio de su Pascua, que el Cristo debía sufrir y morir para entrar en la gloria".
"En aquel momento –continuó- Jesús vio frente a sí la Cruz, el extremo sacrificio necesario para liberarnos del dominio del pecado y de la muerte. Y en su corazón repitió una vez más su ‘Amén’. Dijo sí, aquí estoy, se haga, oh Padre, tu voluntad de amor".
Finalmente el Papa hizo una exhortación a los presentes a "encontrar en este tiempo de Cuaresma prolongados momentos de silencio, de retiro, para hacer un examen de la propia vida a la luz del designio de amor del Padre celeste. Déjense guiar es esta intensa escucha de Dios por la Virgen María, maestra y modelo de oración".
Seguidamente Benedicto XVI rezó el Ángelus, saludó a los presentes en diversos idiomas, e impartió su Bendición Apostólica.
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