No te olvides de visitar a Jesús Eucaristía
Tres regalos de Jesús.
A los pies del sagrario apreciamos más y más los dones y gracias que el Señor nos ha dado y da continuamente. Hoy recordaremos tres que todos nosotros apreciamos profundamente: el don del perdón, el don de su Madre y el don de su Corazón. Todos ellos son dádivas que Jesús nos dio estando en la cruz. Como si se las guardara, como rico tesoro, para
dárnosla al final de su vida y así las apreciáramos mejor.
- “padre perdónalos porque no saben lo que hacen ( Lc 23,43) ¿ Qué puede el Padre negar al Hijo que por su amor muere colgado de un madero? El perdón de nuestros pecados es el regalo gratuito que el Padre nos hace a cuenta de los méritos infinitos de Jesús. Sentirse perdonado es sentirse amado pro Jesús. Sentirse perdonado es sentirse llamado, como la Magdalena, a una amistad nueva y fascinante con Jesús. Sentirse perdonado es sentirse atraído al Sagrario para expresar a Jesús nuestro agradecimiento leal y verdadero.
Aquí, ante Jesús Sacramentado, podemos sentir la certeza del perdón franco y total del que “acoge a los pecadores y come con ellos” ( Lc.15,2 ).
- “Hijo aquí tienes a tu Madre” ( Jn 19,27 ).
Poco tiempo le restaba de vida a Jesús, pero suficiente para hacernos este regalo que nosotros no podíamos vislumbrar ni entrever. Jesús si que sabía el tesoro que nos daba al darnos a su Madre, no por compañera, sino por “madre”, pues Él había experimentado toda la fuerza del cariño puro y noble que rebosaba del Corazón materno de María Inmaculada..
¿Quién mejor que Jesús nos puede hacer valorar el amor y
devoción de su Madre? Si es verdad el dicho “ a Jesús por María”, también es verdad “a María por Jesús” pues si con razón podemos decir que Jesús es el “camino” que nos lleva al Padre, también es “camino” que nos lleva a la Madre pues bien sabe Él lo mucho que la necesitamos.
- Fue la lanza la que en la cruz abrió el pecho de Jesús para que nos lleváramos la dádiva de su Corazón. Como en la última cena el Señor nos regaló la Eucaristía, aquí en la cruz nos regala su corazón que sigue palpitando en el cielo y en el sagrario. Santa Margarita María vio en la blanca hostia, el símbolo del amor de Jesús: su corazón herido, coronado de espinas y ardiendo por nuestro amor.
Es la Eucaristía y no una estatua, el punto de encuentro con el Corazón de Jesús. Por eso es ante el tabernáculo donde Jesús nos abre su corazón y nosotros el nuestro. Encuentro de paz, de alegría, de perdón, de gratitud. La Eucaristía es el lugar feliz donde convergen el amor de Jesús y el de cada uno de nosotros.
Ángel Orsenigo sc.
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