El Papa Benedicto XVI aseguró que "las consecuencias de una fe que no se encarna en el amor son desastrosas, porque todo se reduce al arbitrio y al subjetivismo más nocivo para nosotros y para los hermanos".
En la audiencia general de ayer, el Santo Padre continuó con la catequesis sobre San Pablo y habló sobre las consecuencias que brotan de ser justificados por la fe y por la acción del Espíritu en la vida cristiana.
Desde el Aula Pablo VI, el Papa afirmó que el Apóstol de las Gentes, en la Carta a los Gálatas, "acentúa claramente la gratuidad de la justificación, subrayando también la relación que existe entre la fe y las obras".
El Pontífice explicó que "a menudo caemos en los mismos malentendidos que caracterizaron a la comunidad de Corinto: aquellos cristianos pensaban que habiendo sido justificados gratuitamente en Cristo por la fe, ‘todo fuese lícito para ellos’. Y pensaban y a menudo parece que lo piensan también los cristianos de hoy, que sea lícito crear divisiones en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, celebrar la Eucaristía sin preocuparnos de los hermanos más necesitados, aspirar a los carismas mejores sin darnos cuenta de que somos miembros unos de otros, etc. Las consecuencias de una fe que no se encarna en el amor son desastrosas, porque todo se reduce al arbitrio y al subjetivismo más nocivo para nosotros y para los hermanos".
"Por el contrario -añadió-, debemos ser conscientes de que precisamente porque somos justificados en Cristo, ya no nos pertenecemos, sino que somos templos del Espíritu y estamos llamados por tanto a glorificar a Dios en nuestro cuerpo con toda nuestra existencia. Rebajaríamos el valor inestimable de la justificación si comprados a un caro precio por la sangre de Cristo, no lo glorificáramos con nuestro cuerpo".
Benedicto XVI subrayó que el amor de Cristo "nos reclama, nos acoge, nos abraza, nos sostiene hasta atormentarnos, porque obliga a cada uno a no vivir para sí, encerrado en el propio egoísmo, sino para ‘aquel que ha muerto y resucitado por nosotros’. El amor de Cristo hace que seamos en El aquella nueva criatura que entra a formar parte de su Cuerpo místico que es la Iglesia".
"Así pues, la centralidad de la justificación sin las obras, objeto primario de la predicación de Pablo, entra en contradicción con la fe operante en el amor; es más, exige que nuestra misma fe se exprese en una vida según el Espíritu", indicó.
Refiriéndose a la "contraposición sin fundamento entre la teología de San Pablo y la de Santiago", el Papa afirmó que mientras el primero "está preocupado sobre todo por demostrar que la fe en Cristo es necesaria y suficiente, Santiago hace hincapié en las relaciones que se derivan entre la fe y las obras. Por tanto, sea para Pablo que para Santiago la fe que obra en el amor testimonia el don gratuito de la justificación en Cristo".
Benedicto XVI concluyó destacando que "si la ética que San Pablo propone a los creyentes no decae en formas de moralismo y se demuestra actual para nosotros, es porque cada vez recomienza de la relación personal y comunitaria con Cristo, para realizarse en la vida según el Espíritu".
"Esto es esencial: La ética cristiana no nace de un sistema de mandamientos; es consecuencia de nuestra amistad con Cristo. Esta amistad influye en la vida: si es verdadera se encarna y se realiza en el amor por el prójimo. Por eso, cualquier decaimiento ético no se limita a la esfera individual, sino que es al mismo tiempo desvalorización de la fe personal y comunitaria: deriva de esta e incide sobre ella de modo determinante".
Apoyo a secuestrados
Al final de la audiencia, en sus saludos a los peregrinos de lengua española, el Santo Padre recordó "la marcha para pedir la libertad de los secuestrados, que tendrá lugar el próximo viernes en Colombia. Elevo a Dios una ferviente plegaria para que acabe ese flagelo y se logre pronto la concordia y la paz en esa amada Nación".
No hay comentarios:
Publicar un comentario