En la Audiencia General de hoy celebrada en la Plaza de San Pedro ante unas 20 mi personas, el Papa Benedicto XVI continuó sus catequesis sobre San Pablo. Al referir dos episodios concretos de su vida apostólica, el Santo Padre destacó la necesidad que tienen los creyentes de vivir siempre de acuerdo a la Verdad del Evangelio.
El Pontífice se refirió a dos episodios de la vida del Apóstol de Gentes "que demuestran la veneración y al mismo tiempo la libertad con que San Pablo se dirige a Pedro y a los demás apóstoles: el Concilio de Jerusalén y el incidente de Antioquía de Siria, que se narra en la Carta a los Gálatas".
"Todo Concilio y Sínodo de la Iglesia es un 'evento del Espíritu', que obra en toda la Iglesia y conduce a los apóstoles a emprender caminos nuevos para realizar sus proyectos: El es el artífice principal de la edificación de la Iglesia", explicó Benedicto XVI.
Seguidamente indicó que en el Concilio de Jerusalén había que "responder a la cuestión sobre si era necesario exigir a los paganos que estaban adhiriendo a Jesucristo, el Señor, la circuncisión o si era lícito dejarles libres de la ley mosaica, es decir, de la observancia de las normas necesarias para ser hombres justos conforme a la ley, sobre todo libres de las normas concernientes a la pureza cultual, a los alimentos puros e impuros y al sábado".
"Si para Lucas el Concilio de Jerusalén expresa la acción del Espíritu, para Pablo representa el decisivo reconocimiento de la libertad compartida entre todos los que participaron: una libertad con respecto a las obligaciones de la circuncisión y de la Ley", continuó; y precisó luego que "la libertad cristiana nunca se identifica con el libertinaje o con el arbitrio de hacer lo que uno quiere, sino que se realiza en la conformidad con Cristo, y por tanto, en el servicio auténtico a los hermanos, especialmente a los más necesitados".
Tras comentar que la colecta que San Pablo organizó para los pobres de Jerusalén, el Papa destacó que ésta "expresaba la deuda de sus comunidades con la Iglesia madre de Palestina, de la que habían recibido el don del Evangelio".
El Santo Padre afirmó después que que el episodio del incidente de Antioquia de Siria entre Pedro y Pablo fue provocado por la decisión del primero de no compartir la mesa con los paganos "para no escandalizar a los que seguían observando las leyes de la pureza de los alimentos".
"En realidad, las preocupaciones de Pablo, por una parte, y de Pedro y Bernabé, por otra, eran distintas: para estos últimos, la separación de los paganos representaba un modo de tutelar y no escandalizar a los creyentes provenientes del judaísmo; para Pablo constituía, sin embargo, un peligro de mal entendimiento de la salvación universal en Cristo que se ofrece tanto a los paganos como a los judíos", ya que "la justificación se realiza solo en virtud de la fe en Cristo; no es obra de la Ley", explicó el Pontífice.
Benedicto XVI señaló además que a mediados de los años 50, Pablo "se encuentra ante una situación similar, y pide a los fuertes que no tomen alimentos impuros para no perder o para no escandalizar a los débiles. El incidente de Antioquía fue, por tanto, una lección tanto para Pedro como para Pablo. Solo el diálogo sincero, abierto a la verdad del Evangelio, pudo orientar el camino de la Iglesia".
Finalmente, el Santo Padre dijo que ésta es "una lección que tenemos que aprender también nosotros: con los carismas diversos confiados a Pedro y a Pablo, dejémonos guiar por el Espíritu, tratando de vivir en la libertad, que encuentra su orientación en la fe en Cristo y se concreta en el servicio a los hermanos. Es esencial ser cada vez más conformes con Cristo. De este modo somos realmente libres y así se expresa en nosotros el núcleo más profundo de la ley: el amor a Dios y al prójimo".
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